Barbie, la muñeca, cumple 62 este año. Justo en la media de los Vintage. Recuerdo perfecto el día en que mis papás me llevaron a comprar la mía y, la pared interminable a lo largo y ancho llena de muñequitas de plástico duro y totalmente fuera de proporción, en sus cajas de cartón con tapa transparente. Yo tenia cinco años. Fue como un sueño hecho realidad. Y de todas esas muñequitas de aspecto similar y aspiraciones diferentes escogí a una aeromoza, azafata, tripulación, como quieran, en uniforme. Por ser ocasión especial me fue permitido un modelito extra: Un bonito conjunto de vestido y saco en verde y rosa, zapatillas de tacón también rosa y, un collar de perlas. Todo esto, por supuesto cuando el movimiento feminista estaba en pleno y, el poseer una Barbie -con atuendos y accesorios- ofrecía una gama de posibilidades que explorar. Eran los 60s y 70s cuando los movimientos estudiantiles, la píldora anticonceptiva y demás, y Barbie era una muñeca adulta pero joven que podía dedicarse a miles de cosas mientras la mayoría de las muñecas en el mercado eran bebes que cuidar.
Yo fui muy afortunada y tuve muchos juguetes. El horno mágico, un tocadiscos portátil, los Bricks, abuelos del Lego, para construir casas y edificios, nunca fui mucho de muñecas ni de jugar a la mama pero con mi Barbie era distinto. Mas que una muñeca era una hermana mayor que vivía las aventuras que yo no podía, un alter ego, un avatar. Rubia de ojos azules, pelo corto, rizado, áspero y plasticoso. Cuando no estaba viajando alrededor del mundo pasaba su tiempo en el departamento que construí en un mueble de mi cuarto cuya parte superior era la habitación y la inferior, sala-comedor. Yo misma habilité las cajas, pedazos de tela y, otras mugres que encontré por allí y decoré el lugar. Mi Barbie era independiente, autosuficiente, asertiva, para ella no había imposibles. El amigo que de pronto la visitaba era el hombre de acción de mi hermano, lleno de clavos y con poca actitud para el romance, pero Ken nunca me llamó la atención. Pero empecé a crecer y mi Barbie pasó a ser parte de la colección de juguetes de mi hermana menor y, eventualmente se perdió. Una lástima. Hoy por hoy seria feliz con mi Barbie, la original.
Para cuando estudie feminismo, a principios de los 90s, Barbie llevaba años sufriendo calumnias, siendo insultada y atacada por autor@s feministas de todos tipos. La cuestión principal es la anatomía de la muñeca que, según esto, sugiere cuerpos imposibles de obtener creando conflicto y baja autoestima en las vulnerables personitas. En Google, por ejemplo, se encuentran tantas estadísticas y estudios a favor y en contra como modelitos para las muñecas por lo que no me voy a clavar, no obstante hablare por la defensa. A través de los años Barbie ha representado más de 200 carreras y oficios además de todas las nacionalidades del mundo, ofrece 7 tipos de cuerpo y 14 tonos de piel. Lo que es evidente es que ningun@ de est@s autor@s tuvieron una Barbie, esto es, una muñeca para vestir y disfrazar según la ocasión, personificando todos los roles reales e imaginarios que debemos asumir en la vida diaria. Con actitud. Sin edad. A la moda. Sin conflictos o problemas de logística o finanzas. Sin critica, inseguridades, sin preocuparse del “qué dirán”.
Yo, por lo pronto, seguiré al pie de la letra ese dicho postfeminista que dice “Conserva el cerebro y quema el brassiere”. ¿O era al revés?