“Siento en el corazón un pájaro muy dulce”, expresa Ethel Krauze en Samovar, novela publicada por Alfaguara, grupo editorial Penguin Random House, en enero de 2023 en la Ciudad de México, y mientras se lee, uno no sabe cómo dejar de imaginar sobre sus seres queridos, la comida, las tradiciones de los mayores, el amor, la vida dura de los emigrantes, y el afecto hallado en las horas de miércoles que es posible convertir en voces que lo sienten todo y lo saben todo. Hay un té negro muy fuerte y las galletas más duras del mundo como el mejor aderezo.
Samovar es una novela de amor, amarán a Tatiana y le darán abrazos por sus sorprendentes, inteligentes y oportunas decisiones, a Modesta por su fidelidad y su necesaria presencia, a la tutta Lena por su belleza y suavidad de ángel flotante, y sobre todo a la bobe Anna, por su potente personalidad, su vida ejemplar y la manera de enfrentar los momentos complicados de su existencia, excepto el penúltimo en que el día se le volvió tormenta. Ya lo verán. “El silencio es para llenarlo con lo que no podemos decir”, afirma la autora, y estoy de acuerdo. También sé que ustedes nunca me disculpan cuando les cuento de más, por eso siempre permanezco en la famosa frase, Había una vez…Sin embargo, les adelantaré que en esta novela hay un criminal. No, no es ese, cómo creen, tampoco el asesino del Covid. Es otro, no menos cruel pero más fino. Incluso, alguien que es opacado por la luminosidad de Giorgio que, por cierto, se llama igual que el hijo de James Joyce, mi maestro.
Ethel Krauze nació en la Ciudad de México. Su prosa revela particularidades que la ubican entre las y los grandes novelistas del mundo. ¿Qué es un gran novelista? Alguien que sabe contar pero que lo hace con recursos lingüísticos y estilísticos que mantienen al lector atento, en un estado de gracia que va de la reflexión al sentimiento, incluso al relax en que no teme sonreír y, sobre todo, recordar. Ser lector es una experiencia de vida, y Samovar es un jardín donde hay aromas de diversas intensidades. La narradora confiesa que “Es la palabra por lo que toda esta historia se me convirtió en torrente”, y enseguida añade, “Samovar, no puede ser otro nombre el que dé cuenta de lo que habita en mí”. Fácilmente se advierte que no tiene que ser una novela río para ser una novela total. Y es así por la parte en que el lector es invitado a involucrarse. Es posible que todos tuvimos una abuela que era una historia viva y que tenía un instrumento, como el samovar, que era pieza importante en las conversaciones, como la que tiene Tatiana cada miércoles.
Notarán el meticuloso trabajo de la novelista. Cada atmósfera, cada párrafo, cada frase es una expresión del corazón. Hay frases en que la prosa se trasciende a sí misma como, “tal vez la gracia de vivir sea no entender”, y más adelante, “el tiempo es un invento nuestro para desprestigiarnos”, y más allá, “hay un balcón que canta en cada esquina”. Por supuesto que usted descubrirá muchos de los momentos especiales que Krauze cuenta con soltura de artista. Y eso es bueno, porque después de leer Samovar conoceremos otras maneras de definir los sueños, los amores furtivos, las voces de la gente que amamos, y los miércoles, que al parecer son los días más propicios para reencontrar los sabores, las sonrisas, las voces y las historias, que aunque no tengamos un buen caldo con bolas de matzá, igual nos definirá por el resto de nuestros días. ¡Buen provecho!