Arthur Miller (1915-2005, neoyorquino) escribió una obra maestra sobre los problemas que encuentran los inmigrantes en su azarosa vida. Quizá no sospechó que en el siglo XXI el mundo se llenaría de puentes, más grandes que el de Brooklyn y mucho más problemáticos. Panorama desde el puente, estrenada en 1955, es un retrato emocional de una familia que recibe a dos hermanos que llegan de un pueblo pobre para hacer la América. Los eventos que desata esta presencia alterarán la conducta de Eddie Carbone, el jefe de familia; de Bea, su mujer, y, por supuesto, de Cathy, la joven sobrina de la pareja, que sin pretenderlo provocará uno de los problemas que el dramaturgo desarrolla.

La propuesta escénica es realmente impactante. Como comentó un amigo, la Sociedad Artística Sinaloense, dirigida por Leonor Quijada, con el apoyo decidido de la Fundación Coppel y de Efiartes, lo volvió a hacer. Mas no lo hubiera conseguido sin la claridad del director Antonio Castro y la genialidad de un elenco encabezado por Roberto Sosa, donde lucen con luz propia Rodrigo Murray, Montserrat Marañón, Estephany Hernández, Martín Peralta, Jonathan Ontiveros, Ricardo Razco y Ernesto Rocha. La traducción es de Eduardo Mendoza, Ingrid SAC con el diseño de la escenografía y el vestuario, Víctor Zapatero iluminó la historia y Miguel Hernández se encargó del aspecto sonoro. La SAS y su gran equipo de jóvenes, que tienen su sede en Culiacán, Sinaloa, suman alrededor de 25 años impulsando las Artes Escénicas, con fe, determinación y un gran amor al teatro, especialmente con el montaje de obras maestras.

Antonio Castro es dueño de un poderoso sentido de la perfección, y en la presente obra se percibe en la imbricación perfecta entre los elementos que se ensamblan para que el drama fluya. Murray abre con un tono suave pero potente, mismo que da pie a que Sosa se instale libremente en su personaje que avanzará a lo largo de la obra como un muy visible eje rector sobre el que gravitarán la viva presencia de Marañón junto a la vivaz Estephany, la postura totémica de Peralta, frente a la graciosa fluidez de Jonathan, junto con Razco y Rocha, que crean parte del carácter del espacio callejero. El vestuario proporciona solidez a las personalidades, mientras la luz determina directamente el tiempo y el sonido proyecta el suspense que nace del lenguaje y de las actitudes de cada personaje. Atrás, el puente de Brooklyn es el gran ojo de Orwell.

Durante el tiempo que dura la obra, nos mantenemos atrapados en una red que Murray teje y desteje, en un mundo donde parece estar prohibido vivir el complicado sueño de ser uno mismo. Hay un conflicto que crece incesantemente hasta alcanzar el punto de donde el retorno es imposible. ¿Qué pasa con Eddie Carbone y su familia? El mejor lugar para enterarse se encuentra en Avenida Revolución, en la CDMX. Es una puesta excelente, no solo el trabajo actoral sino la dirección de Antonio, que es acertadísima, me dijo Juan Villoro, un hombre que sabe de teatro; además elogió que la SAS repartiera unos pulcros programas de mano. Sin duda, el teatro Helénico es uno de los que más apoya el buen teatro en este país. Solo falta que usted llegue de miércoles a sábado de las siguientes tres semanas, hasta el 18 de agosto del año en curso. Recuerde que la buena vida consiste en comer bien y asistir al teatro una vez a la semana. Marilyn Monroe la recomienda, ¿le van a fallar? Claro que no.

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