Afirma F. G. Haghenbeck y es difícil no estar de acuerdo. Aunque la muerte es segura, el hecho de que se adelante por agentes inesperados induce a los seres humanos a luchar hasta lo imposible por sobrevivir, y en algunos casos memorables, para que subsistan los congéneres. La expresión se encuentra en la novela Sangre Helada, publicada por Océano México, en 2020. Las historias que se amalgaman en esta obra cuentan el trato que recibieron los mexicanos de origen alemán confinados en la Fortaleza de San Carlos, en Perote Veracruz, durante la Segunda Guerra Mundial, cuando se creía que muchos eran espías nazis o que financiaban la lucha contra los Aliados. Todo marcha normal hasta que un campesino desentierra a Xipe Tótec, “nuestro gran señor desollado de todas las tierras”, que pone en crisis el lugar.

Aunque F. G. Haghenbeck es el narrador mexicano más prolífico, sus novelas tienen el toque de la paciencia. Cada atmósfera está desarrollada de tal manera que no deja nada para ser imaginado sin ton ni son. La precisión es lo suyo. El ritmo de la novela es intenso y desde un principio despierta curiosidad. ¿Cómo es que se ha despertado ese dios tan terrible después de dormir durante cientos de años?, ¿qué necesita para poseer un grupo de fanáticos que lo adoren? La arqueóloga Marina Guerra explica la importancia de Xipe Tótec, que mide el “doble de alto de un ser humano”, y sus “extremidades, delgadas y largas, poseen dimensiones enormes.” Además, ya verá usted para qué utiliza sus dedos y sus dientes. Su capacidad de controlar con la mente también es notable y qué decir de su “olor a podrido” y de su cuerpo tan especial que sé que usted, que ama las historias de terror, querrá descubrir y alimentar sus sueños más excitantes, tal vez figurándose al “gran dios rojo, deidad de la vida, la muerte y la resurrección, que ha despertado para recuperar su dominio.”

Otras historias que se entrelazan son las de Karl Von Graft, espía especializado en misiones difíciles, como la de asesinar a Walt Disney, que estuvo en México enviado por su gobierno para convencer al presidente de que sería una tontería de nuestro país respaldar al eje Berlín-Roma-Tokio. Está preso en San Carlos y les reserva varias sorpresas. La familia Federmann, pareja con dos hijas y un hijo que se enroló de soldado nazi, cafetaleros del sureste, “Chiapas también es hermoso, y merece una lágrima”, les llamará la atención, sobre todo María, una pelirroja de ocho años, que tiene una virtud, “tu don no es ver el futuro, es atestiguar la verdad”, y que juega un papel fundamental en la novela. El Monje Gris los dejará fríos y comprenderán que el mal, como el amor, no tiene fronteras. “Barcelona” les va a encantar; es un amoroso sin remedio. El capitán Alcocer también les gustará. Cada uno de estos personajes se mueven ágilmente en la novela, de tal suerte que siempre están pasando cosas.

Sangre Helada es una excelente novela. “Ningún género le es extraño”, dice Bernardo Esquinca de Haghenbeck, cuya obra es un corpus de imaginación lleno de sensaciones para generar asombro y pensamientos geométricos. En sus libros es imposible predecir qué ocurrirá en la siguiente página, ¿piensa usted que sus héroes salen airosos? Me gustaría saber qué piensan cuando concluyan esta novela que, por cierto, tiene una magnífica portada que no es ajena a la espesa nevada que deben enfrentar los protagonistas. Ya me contarán.

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