“Llego con tres heridas, la del amor, la de la muerte, la de la vida.” Inicio con estas palabras del poeta español Miguel Hernández, sacrificado por el franquismo, porque pienso que la pandemia ha puesto a nuestro país en una atmósfera en que es posible ver estas tres heridas con una claridad tan deslumbrante que sólo una actitud malsana y estúpida se atreve a ignorar. El gobierno federal ha fallado, los funcionarios siguen ciegamente a un líder confundido y rebasado cuyas posturas son similares a las de personajes nefastos en la historia del mundo. ¿Cuál fue su pretensión real al dar los banderazos de días pasados, cuando la recomendación es quedarse en casa?, ¿tenía nostalgia de su tierra?, ¿deseaba experimentar la emoción de estar en medio de una lluvia tormentosa? Porque su radicalización fue peligrosa cuando afirmó que se está a favor o en contra de su gobierno. ¿Fue necesario manifestar eso?
El Presidente sabe que millones de mexicanos no compartimos sus ideas ni sus proyectos estructurales, como el devastador Tren Maya y la innecesaria refinería Dos Bocas. Son una locura. Un despropósito económico. Una novela policiaca sin el capítulo final. Lo mismo que eliminar los fideicomisos para apoyar el desarrollo científico y artístico. Naturalmente que lo sabe. Lo correcto sería que nos uniera a todos y con su terquedad característica tomara el toro por los cuernos y gobernara de acuerdo a las circunstancias que le han tocado en suerte, respaldado por todos. Porque México está de por medio, un México herido en el que todos los días muere gente por la pandemia y la violencia. Un país por el que muchos nos hemos partido la madre varias veces, incluyendo algunos de sus colaboradores. Es lastimoso cómo usted está aniquilando la esperanza de muchos de los que creyeron que su popularidad no se convertiría en populismo y lo defendieron hasta hace unos meses.
A estas alturas no creo que todos los miembros de su gabinete amen a los pobres; sobre todo ahora que están necesitando apoyo oportuno y atención médica verdadera. La gente está saliendo a trabajar porque precisa comer, pero se hace necesario protegerla, cuidarla, quererla; espero que tanto los empresarios como la Secretaría de Salud establezcan campamentos de verificación del estado de salud de los trabajadores afuera de las fábricas para prevenir los contagios masivos; sobre todo en las maquiladoras donde se trabaja en espacios cerrados, y operarias y operarios permanecen juntos por horas. Lo mismo conviene hacer en los campos agrícolas, cuya producción también es significativa dentro de las exportaciones. Si hay ciclones nuestros productos tendrán garantizado un buen precio.
A los que se dedican a actividades esenciales les pido que no sigan el ejemplo de los políticos que se presentan sin cubrebocas y no siempre guardan la sana distancia. El problema en la gente del poder que se contagia, dicen que es menor. Y es definitivo, la herida del amor tenemos que curarla nosotros mismos siguiendo hasta donde sea posible las medidas de seguridad. Quererse es cuidarse. No podemos creer las declaraciones de los funcionarios porque este gobierno ha institucionalizado la mentira. Un experto asegura que el Presidente ha mentido más de 26 mil veces en 18 meses de gobierno. Más que Donald Trump. Todos los días hay un reporte de muertos y contagiados. La verdad ya no importa si son ciertos, lo que importa es que todos los miembros de una familia tomen conciencia de que vale la pena vivir y sean pacientes. Nunca me ha parecido tan cierto la expresión de Shakespeare en el acto IV de Macbeth, “la vida es un cuento tan solo… una historia contada por un idiota llena de ruido y furia.” Es claro que no debemos creer ese cuento.
Abrir en México no es lo mismo que abrir en Italia, España o Alemania. Somos un país vulnerable y hay zonas en la CDMX, el Edomex y Tijuana donde la pandemia se ha ensañado. Sin embargo, en ambas partes la cantidad de familias que dependen del trabajo informal suman millones y requieren atención especial, apoyo real y suficiente, no una avalancha de palabrería que sólo hace pensar en que el gran solitario de palacio ha roto sus espejos. Es hora de impedir que la herida de la muerte se convierta en gangrena. Tienen que proteger a estos tremendos agentes económicos que son parte del rostro de las ciudades. No hay día en que la incertidumbre no se ensañe, en que la herida de la muerte no envíe sus terribles mensajes. Que se detenga la desgraciada y que la herida de la vida se imponga y salgamos de esto con bien. Cuídense, si no tienen qué hacer en la calle, quédense en casa.