La historia del México precolombino es completamente oscilante, y así nos la cuenta Patricio, monero que fue alumno, nada menos que del gran maestro Rius, en el tomo tres de México antes de ser México, De Teotihuacan a los guachimontones, publicado por Grijalbo del grupo Penguin Random House, en junio de 2023, en la Ciudad de México. Lo respalda un prólogo de Patricia Ledesma Bouchan. Además de la historia de Teotihuacan, trata la de Monte Albán, los chichimecas del norte, Cacaxtla, Cholula, Xochicalco y regiones aledañas. Es decir, lo que llaman Mesoamérica y donde según, algunos mal pensados que ni vegetarianos eran, no les gusta la carne asada ni el sotol, el bacanora, el tesgüino, las tortillas de harina y otras delicias norteñas.

Al parecer, el Dios más poderoso fue la Serpiente Emplumada, “Quetzalcóatl para los nahuas, Kukulcán para los mayas, 9 viento para los mixtecos y Gucumatz para los mayas quichés”. Así lo indica Patricio, que nació y creció en Veracruz, Sinaloa, Puebla y la Ciudad de México, y que ya publicó dos volúmenes sobre nuestros ancestros donde nos comparte su fascinación. Una de las virtudes de su libro es el espíritu de divulgación en cada una de las partes. Sin duda consigue comunicar y además convence de la importancia de conocer nuestro pasado. Me impresionó que no se sepa el origen de los teotihuacanos, el nombre de sus gobernantes y su sistema de gobierno. Sin duda eran ricos. Comerciantes y guerreros. Cuenta Patricio que había barrios y sus habitantes tenían el mismo oficio y pertenecían a la misma etnia y religión. ¿Creen que Le Corbusier inventó los multifamiliares? Más vale que se enteren quiénes fueron. Que no les digan, que no les cuenten porque a lo mejor los llevan al baile. “En la ciencia no hay dogmas ni verdades eternas, nuestro conocimiento sobre el pasado se afina y corrige”, señala Patricia Ledesma Bouchan en el prólogo. Aléguenle.

El libro contiene gran cantidad de dibujos y fotos. No se sorprenda si después de observarlos termina pensando que nuestros antepasados también inventaron el barroco y hasta el surrealismo. El autor sigue dos periodos de la historia, el clásico y el epiclásico. Menciona a los arqueólogos y arqueólogas que trabajaron en las numerosas excavaciones. Aparecen Antonio García Cubas, Manuel Gamio, Alfonso Caso, Emily McLung de Tapia, Eduardo Matos Moctezuma, director y fundador del proyecto Templo Mayor, Premio Princesa de Asturias en Ciencias Sociales y miembro de la Academia Mexicana de la Lengua. También Linda Manzanilla, Verónica Ortega, Nawa Sugiyama, entre cientos. Los teotihuacanos eran cazadores, agricultores, ceramistas y amaban la fiesta. Hay otro capítulo dedicado a Monte Albán, un lugar que continúa siendo fascinante, donde 1932, Alfonso Caso descubrió la tumba 7, un espacio lleno de riquezas. Tienen que leer la forma en que Fernando Benítez publicó la noticia, “A las 6 de la mañana el joven arqueólogo abandonó la tumba…” Muy emocionante.

Patricio no dejó fuera a los norteños, a los chichimecas, grupos generalmente nómadas que se volvieron agricultores y se asentaron en varios lugares; muchos continuaron en la zona, mismos que el misionero jesuita Andrés Pérez de Ribas llamó “gentes las más bárbaras y fieras de nuestro orbe”. Órale. Ocurre que por acá anduvieron buscando El Dorado, Cíbola y Quivira, y lo que encontraron fue otra cosa. En fin, este libro contiene puntos de nuestra historia que vale la pena conocer.

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