Ser dramaturgo es una maldición, me comentó, hace muchos años, uno de mis maestros de teatro y no sé si tuvo razón. Al menos al ver en streaming, La invención del paraíso, ópera prima de Isabela Coppel, percibí que los caminos que conducen al buen teatro son transitables y que estaba ante una concepción precisa de la manera en que se debe contar una historia humana llena de sorpresas a través de voces múltiples y momentos claves, en que la estética de la violencia está presente. Quiero decir que allí se plantea algo perturbador que conducirá a un final de esos que contraen los asientos. Guardo silencio, sí, pero no hago mutis.
La puesta en escena dirigida por Lorena Maza es impecable. Los espacios, la iluminación, las voces, los movimientos, el vestuario y la música proyectan una atmósfera para que Marina de Tavira muestre su carácter de actriz de investidura, Alfonso Herrera se acople perfectamente a la variedad de momentos y ambos sigan el canto de una sirena llamada Catalina Zavala. Sólo las grandes mentes encuentran placer en la alucinación, y es una de las propuestas de esta obra, que cuenta cómo la mayoría de los declives terminan en horrorosas avalanchas. Usted sabrá qué propone la autora cuando huela el humo de los cigarrillos que fuma Marina y el sonido emblemático de dos hielos que giran en un vaso old fashioned. Cada momento es una pieza de una palpitante esfera emocional que impacta el corazón. Tiene que ver usted las magníficas actuaciones, mismas que le permitirán sumergirse en un tejido similar a la noche más oscura que usted quiere ocultar en un sótano y clausurarlo, porque no hay alfombras suficientemente gruesas.
El paraíso de la invención propone la vida de una pareja deshecha donde la madre no soporta a su hija y el padre nunca está. Lo asombroso es que la niña, con nueve años de edad, tiene ideas muy firmes sobre sus padres y sobre la situación que vive con ellos. La obra transcurre sin perder intensidad y en cada minuto la personalidad de la niña crece. De pronto deja de ser un personaje bisagra para convertirse en centro del misterio. Es cuando aparecen los gemelos de los que nada revelaré. No me atrevo a usurpar ese privilegio de ustedes, que están interesados en la propuesta de esta joven dramaturga mexicana que empezó con el pie derecho y no habrá quien la pare. No solamente en la construcción del conjunto de esa caja emocional que es su obra, sino en la intensidad de los personajes, se nota una madurez en el sentido dramático y en la manera de retratar la sociedad de su tiempo, tan llena de neurosis que nos empeñamos en disimular. Todos son tontos menos mi cigarrillo.
No puedo dejar de mencionar que esta producción de Talipot, con Regina Solórzano al frente, abrió el telón de Teatrix, una plataforma digital especializada
en teatro con un potente programa para hacer frente a la pandemia de Covid. Se sorprenderá
de la calidad de los elementos que juegan para que una grabación, no parezca cine ni tele, sino teatro. Teatro en casa. La elección de El paraíso de la invención para iniciar es muy acertada porque la obra es muy buena y, sin duda, las actuaciones son una muestra de que el teatro como espectáculo no se detiene y que si usted no puede ir a una sala, la sala viene a usted. Claro, porque las funciones deben continuar. Disfruten desde su sillón favorito y luego me cuentan porque esta obra de Isabela es de esas de las que uno se muere por platicarla a los amigos.