“La poesía no se crea ni se destruye…” escribió Eduardo Langagne cuando éramos jóvenes y nos inquietaban todos los sueños. La lectura de la segunda edición de Te diría que fuéramos al río Bravo a llorar pero debes saber que ya no hay río ni llanto, Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes 2013, de Jorge Humberto Chávez, publicado por el FCE, el gobierno del estado de Aguascalientes y otras instituciones, en México en 2023, nos induce a pensar que un poeta es sus sueños, sus palabras, todas las autopistas, los bares, su ciudad y los viñedos donde “es inmenso el anochecer”, “frente a espejos podridos” y quizá, “la poesía es el cadáver de la vida”. A este poeta, le basta una copa para humedecer el mundo y la amistad. Y desde luego, su poesía es de las que resiste.

Quiero subrayar tres ideas que José Ramón Ruisánchez, en su prólogo, escribe sobre la poesía de Chávez, “la primera particularidad del libro es confiarse a largos trechos en el versículo: ese verso que desborda todas las vallas de la métrica, pero que no deja de insistir, cuando termina, en su propia unidad”. Cierto, la poesía de Chávez es un universo emocional de partículas precisas expresadas en unidades cuyo límite es el pensamiento del poeta. Un poeta que capta las palpitaciones del mundo y las comparte desde una charola de pan dulce, y Ruisánchez lo expresa así, “lo singular y lo preciso… son la materia misma de los mejores poemas del libro”. ¡Zaz! Exclama el Mike en un restaurante chino, y claro que estamos de acuerdo con esa manera de revelar esa característica de este poeta nacido en Ciudad Juárez, Chihuahua, en 1959. El prologuista confirma, “su poesía no está hecha solo de lo que sucede, sino en gran medida de lo que se ha vuelto imposible”. Tiene razón. Chávez comparte su manera de mirar y detectar un paisaje “tan lleno de hieles y cuchillos”, o a ese niño que “juntaba tiempo en sus bolsillos mientras la tierra crecía lejos”.

Hay versos que son potentes advertencias que es imposible ignorar. Claro, porque la vida es corta, y el que inventó el reloj de arena podría estar preguntando por nosotros. Así que, dejemos de acomodarnos en “las nadas que ocupan nuestras vidas”; sólo los que no deberían cierran los ojos y nos dejan arder en “la frontera como un espléndido animal”, y entonces, “Miedo se llama la avenida que se extiende llena de luces y sin autos…” porque miles de seres saben que allí todo puede cambiar y no tienen idea de que este poeta fronterizo no concilia el sueño. Hay una descomposición humana que se lo impide e intenta ponerle nombre. Jorge Humberto es un poeta de la vida, del placer, del viaje, pero también del canto que busca proteger a los pueblos que marchan por senderos desconocidos persiguiendo una luz que tal vez los vuelve ciegos para siempre. Leo a Chávez y no puedo dejar de admirar su grandeza de poeta y ser humano, y su capacidad de transgredir las formas poéticas y concebir una estética de momentos claves que sin embargo permanecen en el tiempo. Hay un auto en esta carretera que es el tuyo, amigo; vamos Leonor y yo en nuestra troca y sabremos cuando vayamos al parejo. Ambos iremos escuchando a la querida bruja blanca de Port Arthur, justo donde el viento nos dice que estamos vivos y esos aplausos son los de la luna. Amigas y amigos, la poesía es parte de nuestras vidas, y aquí tenemos un libro que tiene versos sólo para nosotros. Es todo suyo.

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