Hay días que México deja de ser un sueño para convertirse en una auténtica pesadilla. El día que mataron a Javier Valdez la ciudad se tiñó de negro. Desde el Barrio hasta Bachigualato. De Las Cucas a los Huizaches, de nuestro pensamiento a nuestro sentimiento, todo se volvió oscuro. Era el 15 de mayo de 2017. Un día después celebraríamos el centenario de Juan Rulfo. Javier era un hombre amenazado y aún así regalaba su valentía para poner la situación del país en claro. “He contado la tragedia que vive México y que debe avergonzarnos. La niñez recordará esto como un tiempo de guerra; tiene su ADN tatuado de balas y fusiles y sangre y esta es una forma de asesinar el mañana. Somos homicidas de nuestro propio futuro”, expresa Javier, porque ese era su tema, un país donde se perdía el respeto a la vida, a las leyes, a la libertad de expresión y como señala el corrido de Chito Cano, cada día sobraban más sombreros y eran de periodistas.
Ismael Bojórquez, director del semanario Río Doce, reunió a unas 2 mil personas para escribir sobre Javier. El resultado fue un intenso libro publicado por Río Doce en mayo de 2022 en Culiacán, Sinaloa, México. El bato era un hombre amistoso, amaba la noche, los destellos del cielo y contar la verdad. Dejar en claro lo que pasaba en su ciudad, su estado, su país. Lo hacía con tanta aplicación que muchas veces lo vi como un misionero, bajo un sombrero perdido en este desierto tan vulnerable y corrupto donde reina la impunidad. Por supuesto que lo tenía claro, que sentía el fuego enemigo por los cuatro costados. “Ser periodista es como formar parte de una lista negra. Ellos van a decidir, aunque tú tengas blindaje y escoltas, el día en que te van a matar… No hay condiciones para hacer periodismo en México, las balas pasan demasiado cerca”, dijo el bato un día soleado en que no paraba de llover. ¿Quién mató a Javier Valdez? Pregunto. No por los que jalaron los gatillos, sino por el asesino domador de hormigas que está acostumbrado a la sangre.
Alma Guillermoprieto escribe un vibrante texto donde menciona los 12 disparos que recibió el bato. La carta es de Alejandro Almazán. Jesús Silva-Herzog Márquez advierte de la república del miedo. Andrea Miranda surte su guardarropa de negro. Juan Villoro analiza el perfil del bato sin olvidar el sombrero. Griselda Triana siempre le dio la fuerza y el amor que necesitaba para dar el siguiente paso. Marcela Turati cuenta sobre la clase de amigo que era Javier. Jon Lee Anderson toca esa parte en que dos países son cómplices terribles: el tráfico de armas. Miguel Ángel Vega habla de formas de nombrar del bato. Andrés Villarreal cuenta que sus sueños cambiaron después del asesinato de Javier. Diego Enrique Osorno escribe un texto lleno de nombres que explican la relación entre un sombrero y una veladora encendida. Roxana Vivanco nos comparte parte de la personalidad del bato. Amigas y amigos, raza del Javier, tienen que ver las fotos. Agregaron imágenes de diversos momentos de la vida de Javier, incluyendo una cuando tocaba un tambor y aspiraba a ser uno de los Stomp. Tampoco faltaron los moneros, que tienen esa manera de señalar un instante de tiempo. Ismael ha publicado un libro para honrar la memoria de nuestro gran amigo, donde flota la indignación y la tristeza, por supuesto, pero también el cariño por un bato, el bato, que se nos adelantó gachamente. Estará en la FIL para que le lleguen, ya verán que vale la pena.