Te escribo Paco, por todo. Detrás de mí están muchos de tus lectores sinaloenses y los desconocidos con los que compartimos el asombro, el vacío y los puntos suspensivos. Neta que te queremos, bato, eres un morro acá, bien chilo, de la raza. No hay dudas. Desde Paco Ignacio Taibo II, el tío que no te pasaba ninguna, hasta el niño terrible de la novela negra mexicana, Darío Zalapa. Todos quietos, Paco. BEF, Leonor, Parra, Benito, César, Magali, Imanol, Adriana, Hilario, Cachy, Ricardo, Omar, Bernardo, Toño Malpica, Vicente Alfonso, Iliana. ¿Cómo estarán Paloma y Marina, que te querían tanto?, ¿cómo la llevará Imelda, que siempre te recordaba? La una de la mañana estará en la memoria de tu esposa Lillyan y de tu hija Arantza, así como en la de todos nosotros; como las cinco de la tarde de Federico García Lorca.

La literatura negra mexicana ha alcanzado su mayor estatura en lo que va del siglo XXI, y uno de los pilares más sólidos es la obra de F. G. Haghenbeck, que encontró la manera de crear personajes como Elvis Infante, Sunny Pascal, Dante Glifford, James O’Ball, entre otros. Acertó no sólo creando personajes, sino un entorno especial en que debía nombrar las sombras, la lejanía, el terror, la belleza, la corrupción, la magia de la vida y ese humor que hace que sus personajes se parezcan a los humanos. Su lenguaje es preciso, quiero decir que tiene control sobre cualquier tipo de expresiones, desde nuestra famosas maldiciones, hasta la palabra que oscurece el misterio y lo vuelve inasequible. Haghenbeck nació con el hábito del trabajo, su capacidad de escribir por horas es un ejemplo para todos. ¿Eres escritor? Pues escribe. Un hombre dueño de una imaginación sin límites. Escribía para niños, jóvenes, adultos y para los que andan en busca de historias diferentes. Matemáticas para las Hadas y Deidades Menores pueden servir de puntos de señalización. De paso les digo que Ada Byron es un personaje luminoso que se queda en la memoria. Con toda seguridad, afirmo que F. G. Haghenbeck no es una serie de buenos libros publicados y muy apreciados por los lectores. No. Haghenbeck es una literatura.

Me acuerdo de dos cosas en que eras un experto, compita. Escribir y soñar. Nos contabas, mientras bebíamos un vino suave, de lo que escribías y de lo que ibas a escribir. Leonor y yo sonreíamos. Quizá traías sombrero, gorra o el cráneo descubierto. Eso es vivir, ¿a poco no? Siempre hablábamos de tu mujer y de tu hija, ¿te acuerdas, bato? Aunque las tenías, no te gustaba avivar animadversiones. Preferías recordar cosas de los amigos. Me gustaba cómo nos querías, sobre todo a BEF, con quien trabajaste proyectos de ensueño; porque bueno, no lo he dicho, pero también eras bueno para la gráfica y con BEF te entendías de maravilla. Con el resto de la pandilla tomamos el cielo y el infierno por asalto y los imbricamos para que nuestros lectores la pasaran mejor, y se sintieran personajes de todos los tiempos. Podría escribir sobre tu excelente convivencia con Benito, Paloma y el resto de los amigos cercanos, pero lo voy a guardar, algo debo dejar en mi isla del tesoro. Pero llega la noche, mi Paco, y lo mismo que Don Quijote, te juegas todo contra ese Caballero de la Blanca Luna que tanto tiempo te ha perseguido. Y como lo platicamos más de una vez, todos tenemos un punto frágil, una creencia indómita, una raya en el agua, y nos dejamos conducir por ese hálito inasible que quita los colores al día. Saludos para Frodo Baggins.

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