La narrativa mexicana es una de las mejores del mundo. Prueba contundente es la aparición frecuente de novelas de todos los géneros que apuntalan lo expresado. Novelistas mujeres y novelistas hombres comprometidos con el arte de narrar, grandes lectores, con vocación para mantener viva la tradición que inició Joaquín Fernández de Lizardi en el siglo XIX. Un ejemplo vivo es la novela de César Gándara, Escafandra, mención honorífica del Premio Nacional de Novela Breve, Amado Nervo, 2020, convocado por la Universidad Autónoma de Nayarit, y publicada por Ediciones del Lirio en febrero de 2022, en Iztapalapa, Ciudad de México.

César Gándara, que nació en Guaymas Sonora, en 1971, desarrolla en esta novela una prosa agresiva pero cadenciosa, cada frase y cada capítulo tienen un profundo sentido de lo que es vivir, de cómo el origen social condiciona, del estertor que significa la vida en los límites de todo, de lo grueso que es el muro que los jóvenes de bajos recursos deben romper para aspirar a otro nivel. Palomo Menchaca, personaje principal y narrador, entrena boxeo y es vendedor en un tianguis. No puede vivir con su madre. Ella encontró al hombre capaz de darle una nueva vida con la condición de que echara a su hijo. La señora Amelia, madre de Natalio, Telma e Irene, le da trabajo en el tianguis. El joven no estudia, pero vive de cerca el ambiente universitario. Sus mejores amigos son el Muerto, cantante de un grupo metalero y el hijo de Amelia. Se enamora de Telma, pero ella prefiere al Muerto, que como cantante puede tener las chicas que desee. Gándara trabaja cada espacio, cada presencia, de manera precisa. Siempre en el grano. Por supuesto que consigue mantener el ritmo perfecto de una novela breve donde los personajes no encuentran respiro. Escafandra sucede en Hermosillo, Sonora, una ciudad donde es fácil conseguir todo tipo de drogas. El Muerto es el primero en caer. ¿Por qué Palomo logra escapar de esa tentación tan turbulenta para los jóvenes? Algo me dice que les agradará descubrirlo por ustedes mismos.

Si usted leyó La Senda del perdedor de Charles Bukowski, sabrá que, sin pretenderlo, se preparó para leer Escafandra, una novela breve que posee la virtud de mantenernos en vilo. Acompañar a Palomo al gimnasio, enterarnos de las posibilidades que tiene para ser alguien con mejor suerte que Yori Boy, percibir la manera ilusionada en que se involucra en una compleja relación amorosa, le hará pensar que hay sufrimientos que cuesta demasiado superar. Hermosillo es una ciudad muy lejos del modelo de paraíso que todo mundo tiene en su cabeza, y allí transcurre esta historia donde se escucha a Metallica, La Maldita Vecindad, Sex Pistols, The Cure, Sepultura y otros grupos de voces y sonidos que buscan lo inaudito. Desde luego que además de música hay sexo, sudor y lágrimas, y cerveza, claro, la manera más efectiva de combatir el calor; encontrará personajes de carácter fuerte, chicas que aman sin respuesta, chicas manipuladoras y algunos barrios donde la muerte tiene permiso, premisa que nos lleva al ostionero Edmundo Valadez, de grato recuerdo. Gándara tiene un instinto muy entrenado para contar historias, asunto que se detecta fácilmente en esta novela. Hay escafandras que se colocan en la cabeza para bucear, otra que es posible conducir y ésta para leer y eliminar eso que llaman el peor momento de mi vida. Estoy seguro que Escafandra será de sus lecturas favoritas del año.

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