Élmer Mendoza

El menonita zen de Carlos Velázquez

Ya lo dije pero lo voy a repetir, Velázquez escribe muy bien. Tiene el instinto y lo aplica en cada una de sus historias. Justamente, el arte literario consiste en eso, en contar bien

Élmer Mendoza
15/08/2024 |04:19
Élmer Mendoza
autor de OpiniónVer perfil

Carlos Velázquez, el terror de los afresados, ataca de nuevo con un libro de cuentos rebosante de música y algunos sonidos destemplados, típicos de los filarmónicos cuando están afinando o ajustando la bataca. Hay guitarras que lloran y faltan pañuelos. El menonita zen fue publicado por Océano de México, en octubre de 2023. Lo forman siete divertidos, ácidos y largos relatos, generados por una mente despierta que no teme a los temas y es capaz de conservar la pureza de las formas. Quiero decir que el desarrollo de cada uno de los relatos es impecable y comprometedor. Desde luego que estoy de acuerdo con el maestro Roberto Pliego, quien afirma, “Carlos Velázquez ya es un género literario; también es un estilo.” Échense ese trompo el l’uña, pelados.

El primer relato, “El fantasma de Coyoacanistán”, cuenta la historia de un músico que se suicida. La tribu llora y canta. El narrador se hace de una jaina gimnasta con la que “prueba las mieles del amasiato”, y rentan el depa donde vivía el difunto. Sí, ya sé, los mexicanos no tememos a los fantasmas aunque nos pongan trampas difíciles de explicar. Y como ustedes saben, “lo mejor que puede pasarle a una estrella de rock es morirse”. En el segundo aparece una sentencia de la que deben tomar nota, “solo un fracasado se atreve a convertirse en payaso”. En el tercero verán lo que significa aferrarse a empresas que no se sostienen, sobre todo si conocen a alguien que siempre cumple lo que suscribe. Después de leer este texto no se atreverán a fundar una empresa grabadora de discos, aunque usted sea un coleccionista de vinilos. El cuarto les va a encantar. Es un misterio en sí mismo, pero los personajes comen muy bien, sobre todo don Ruperto, que nada sabe de vejez ni le importa. En El menonita zen tampoco hay quinto malo. Usted que admira los cuerpos de gimnasio, no podrá dejar de elogiar el de Kendra, la instructora que junto con Chacho, regentean un gimnasio en el que todos quieren inscribirse. Es amplio y el cambio de figura está garantizado. Por supuesto que los prototipos son los mencionados, sobre todo ella, Kendra. Sin embargo. Ay, ¿por qué la vida es así? La chica tiene una desviación, ¿qué varones creen que la vuelven loca con solo verlos y da lugar a que pase lo que tenga que pasar? Mejor lean el libro. Ya verán lo que ocurre con esta belleza.

Ya lo dije pero lo voy a repetir, Velázquez escribe muy bien. Tiene el instinto y lo aplica en cada una de sus historias. Justamente, el arte literario consiste en eso, en contar bien. Los temas serán los que indicó el maestro Monterroso y claro, las moscas. El sexto es un relato con reparto. Conversan ocho personajes sobre un músico desaparecido. Un genio. Guitarrista, compositor, líder de una banda, hombre de dos mujeres que participan en la charla. Uno de ellos dice: “Para una persona de su talento es una tortura llevar una vida común y corriente”. Cuando su fama decae, la declaración de un actor prieto lo convierte en ídolo de los prietos. ¿Qué piensan de eso? Otra asignatura pendiente para ustedes. El último es “El menonita zen”, una historia de lo más bizarra. Como sé que están muriendo por leerlo, les adelanto que se trata de un menonita en Ciudad Juárez que tiene una virtud, misma que lo lleva a crear una confusión entre los habitantes que no encuentran una explicación única y convincente. Desde luego que hay migrantes, buchonas y mucho desconcierto. De verdad, leer este libro los hará felices.

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