Breve tratado del corazón, se titula el libro de Ana V. Clavel donde encontré esta frase y fue como una punzada enrojecedora, como un puñal humeante que no es historia de obsidiana, sino de metal dentado que se abalanza sobre un pueblo indemne. Ana desarrolla cuatro historias de corazones y un epitafio que en una tarde luminosa en el mar, cierra el volumen y abre la imaginación y el baúl de los recuerdos. Es un libro publicado por Alfaguara, del grupo Penguin Random House, en abril de 2019 en la Ciudad de México. Desde luego que le sugiero, no tema confesar cuando la ocasión lo amerite, que usted es de esas personas que se “quedaba temblando de ternura”, cuando los privilegios de sus sentidos lo exigían y su corazón se hacía notar.

Si usted es fan de los Bee Gees y aún no sabe cómo ayudar a un corazón destrozado; o de José Alfredo Jiménez e implora: “No me quieras matar corazón”, le urge leer este Breve tratado del corazón, donde se establecen cuatro modelos que lo dejarán en el primer escalón de la escalera al cielo. El primero es la historia de Sandra, una chica madura que tiene una importante revelación cuando ve que el Metro se acerca. Esa revelación la induce a viajar a la India, al Taj Mahal, donde encuentra su destino, o algo parecido, después de unos días en París, donde comprende el valor de las sonrisas moderadas.

El segundo modelo que nos cuenta trata de un astrónomo que operan del corazón y a partir de ese momento experimenta un cambio extremo en su personalidad. Si usted ha sufrido un infarto o lo tiene en su genética, esta parte del libro le va a enseñar algunos elementos que le ayudarán a sobrevivir su nueva vida sin remordimientos. Si usted admira a Fito Paez y le gusta eso de “Yo vengo a ofrecer mi corazón”, esta historia lo va a colmar de emociones y posibilidades. El tercera lo expone Casandra, una chica de pelo largo que desmembraron, decapitaron y colocaron en una maleta que dejaron en el Metro. ¿Por qué le hicieron eso?, ¿quiénes fueron?, ¿cuál era el mensaje? Ella nos cuenta que todo empezó por una bolsa roja que le dejó una mujer en las piernas como un regalo cuando viajaba en el Metro, que después del desconcierto, porque la generosa abandonó rápidamente el transporte, aceptó y al salir se la colgó al hombro. Hay un detalle que la afecta profundamente en su nuevo estado, cuando lo sepan, les hará pensar en dos cosas: una, es que tendrán que tener cuidado si alguien desconocido les deja un regalo; la otra no la revelaré. No me lo perdonarían. La lectura es un acto de gran pureza y a usted le concierne ese estado natural.

El cuarto modelo lo comenta un miembro de un grupo muy particular. “La verdad no tenemos muchas virtudes, pero somos buenos en lo que hacemos”. Son decapitadores profesionales y se titula Corazón puro. El narrador nos pone al tanto de los detalles de una operación especial y parte del ritual que realizan con La Niña Blanca. Quizá tenga un sentido antropológico, tal vez, no. El caso es que usted quedará impactado por el celo con que algunas profesiones deben ejercitarse. Quizá jamás olvide a estos aplicados trabajadores de la guadaña.

Breve tratado del corazón contiene dibujos y fotografías que, según confiesa la autora, se permitió intervenir, seguramente con la idea de estrechar la relación que pudieran tener con los emocionantes relatos. Unidos tenuemente por el ritmo cardiaco. Asimismo, comparte textos que explican cada caso dentro de la historia de la humanidad y de la medicina. Les encantará la bella Estratónice, lo mismo que el caso de Virsaviya Borun y su madre, y enterarse que “el corazón es el sexo humano”.

La historia del hilo rojo es muy hermosa y seguramente usted se sentirá parte, como yo y como Leonor, que muchas noches sueña que su corazón viaja por el mundo sin ella. Ana V. Clavel es una escritora muy querida, nos incita a habitar “la luminosidad incierta de los sueños”, a sonreír porque “el tiempo que pasa uno riendo es tiempo que pasa con los dioses”. La verdad es que es un libro lleno de guiños a la vida y un homenaje a los días absurdos, esos que no pocas veces nos salvan de los golpes iracundos de los que saben todo, y lo que no lo saben, lo inventan. Ya me contarán.

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