En muchas páginas de Tongolele no sabía bailar, novela publicada por Alfaguara del grupo Penguin Random House, en agosto, octubre y noviembre de 2021 en México, se percibe el profundo dolor que genera la injusticia, el abuso de poder, la crueldad policiaca y las decisiones de un presidente realmente bizarro. Es decir, la vida horrible que un líder deschavetado es capaz de generar en un país solo para conservar el poder, desde luego, respaldado por su esposa y por un grupo de militares ávidos de riqueza. “Un país sin justicia es como un árbol derribado a hachazos”, enfatiza el autor, y tiene razón, porque un país donde la voz es de un solo hombre, tiende a oscurecerse en el mapa.

Sergio Ramírez, que en este momento es un escritor que no puede vivir en su país, nos ha entregado una novela donde el inspector Dolores Morales se convierte en referente involuntario para afectar a uno de sus enemigos, el todopoderoso jefe del Servicio Secreto. Fanny, su gran amor, está postrada con cáncer, él consigue regresar desde Honduras, su destierro, ayudado por sacerdotes; sin embargo, tardará en ver a su amor porque el país es en un polvorín. Los estudiantes se han levantado contra el régimen en una completa revuelta. Los árboles de vida, que el gobierno ha instalado por todas partes, son derribados por los manifestantes, que saben que no producen ningún efecto positivo para el pueblo de Nicaragua. Vamos, ni siquiera ornamental porque son muy feos. Ramírez, con precisión milimétrica, describe la Nicaragua del siglo XXI, un país que está viviendo momentos aciagos donde parece que el poder reduce en vez de ampliar horizontes.

Vean lo que expresa uno de los personajes: “Vimos cómo…cambiaban la Constitución para perpetrarse en el poder… cómo se robaban las instituciones y las prostituían… cómo se apoderaban de la policía y el ejército y nos callamos. Qué cómodo es callarse.” No necesito decir que es un llamado a no permitir que los gobiernos populistas prosperen, porque seguro usted lo está pensando. Vea lo que agrega adelante: “Vemos cómo cambian los libros de historia y los llenan de mentiras, cómo pisotean la educación, cómo se apoderan de las universidades.” Es fuerte lo que expresa Sergio Ramírez, y usted lo podrá comparar con lo que está pasando en el CIDE o las declaraciones contra la UNAM. Estamos ante una novela que nadie va a callar, y es verdad que permite todas las lecturas de una obra maestra; también queda como una advertencia de las maneras en que un gobierno afecta a gran parte de su pueblo cuando no comparten con él un modelo obsoleto de gobernar. Amar un país es registrar su respiración, y ahora Nicaragua, respira por sus heridas.

Por supuesto que el inspector Morales sufre las consecuencias de lo que ocurre a su alrededor. Asesinan a Rambo, su colaborador, hieren de un tubazo a monseñor Ortez, que lo asiló por unos días, acribillan el templo del padre Pancho donde se resguarda y donde esconden y curan a cientos de estudiantes acosados por los paramilitares al servicio del régimen. En ese universo indeseable, Lord Dixon permanece sabiamente presente, doña Sofía continúa como una incondicional, aunque difícilmente se dan cuenta de la trama en que participan. Esto les va a agradar, y claro, querrán ver los pasos que el inspector se ve obligado a dar hacia el matrimonio con Fanny. Esta novela les gustará por su factura impecable, y por las ventanas que abre para pensar en nuestro propio país.

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