La poesía es un país de voces, una época, el estado real de la vida; y Jorge Humberto Chávez es un poeta de voz arenosa que mira las diversas capas del subsuelo de nuestro país. Alrededor de 70 mil homicidios dolosos en 23 meses no pueden pasar desapercibidos para todos. Más los anteriores. Eso significa que existe una hilera de huesos que los familiares buscan afanosamente. Llenos de esperanza. Un rosario de huesos es el libro más reciente de Jorge Humberto, publicado por el Fondo Editorial de la Universidad Autónoma de Querétaro, colección Libro Mayor, en Querétaro, México, en mayo de 2020. Leer estos poemas no es regodearse en “la vanidad de la poesía”, es aceptar la invitación a tomar conciencia de una realidad falaz y agresiva, a pensar en que el dolor de la pérdida de un ser querido no debe ser ajeno y que “la poesía no sirve de nada si no puede ayudar a la gente a vivir.”

Chávez, que nació en Ciudad Juárez en 1959, nunca se acostumbrará a los gritos desgarradores de las víctimas. “El mundo es una aflicción”, sostiene, y redobla su empeño en fortalecer su poesía con algo más que versos de gran oleaje. Sus poemas son arenas movedizas, tormentas nocturnas de palabras que escapan constantemente de las clasificaciones. Una forma volátil siempre será una provocación y Chávez disfruta escribir versos en los que jamás se reconoce. Salvo en el tema que es la pérdida brutal de un ser querido. “Qué inocuo es estar a la vera de los hechos”, señala y demuestra que es el poeta que le gusta ser, ese que no teme al “negro corazón de la avenida”, que no ignora que “la muerte siempre avanza en contra del deseo,” porque conoce casos, por ejemplo el de Miriam Rodríguez, que buscó a su hija de 16 años, “su muchacha yacía en pedazos en el valle”, denunció a los asesinos, los identificó, luchó denodadamente. Hasta que una noche que bajó de su troca frente a su casa, justo en la puerta, fue acribillada por un sicario. Los cuervos, los gorriones y los cardenales: están de luto.

A muchos nos gusta la poesía amorosa. Viva Sabines. Pero también nos gusta la poesía que resquebraja el pensamiento y nos convence de ofrecer nuestro brazo una vez más. Una vez más. Hay una capa de huesos que llama a sus deudos. Escuchemos. Porque también nosotros “somos una ristra de huesos que siempre están soñando y cantando para nadie,” que miramos las fosas a la espera de un eco con los nombres a cuestas y nos sumamos al poeta que decreta que en cada momento luminoso “nuestros huesos continuarán cantando.” Chávez es un poeta grande, sabe meter las tardes en un puño y lo esgrime contra el terror, la angustia y la desesperanza. En sus espejos no se ven las víctimas, sólo personas que buscan a sus seres por amor, que no se cansan de descifrar la tierra que al menos mientras vivan, no se tragará a sus desaparecidos.

Un rosario de huesos es un canto a lo desconocido, al último vestigio de un cuerpo; la música que proyecta espera encontrar sus notas en su corazón; cada uno de los 26 poemas es un compendio de palabras luminosas que nombran la oscuridad. Es un libro donde hay huesos pasados, presentes y futuros, donde la poesía abre brechas y revela las razones de los justos. Entre sus páginas palpita un poeta que mira de frente, que no teme señalar los sitios de la ignominia. Puedo decir que este libro debe ser parte del gran programa humano de Leer para comprender. Desde luego, es la forma de no perderse entre sus páginas.

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