Olvidémonos por un momento del Presidente y su gabinete, de cómo su discurso ha envejecido, de cómo una vez más la realidad ha superado la ficción; dejemos los asuntos del Covid-19 en un cajón con llave y vamos a besarnos. A besuquearnos. Observen a su pareja, ¿cuántos años llevan juntos? Mírenla bien. ¿Qué tantos años han compartido? Cuántas aventuras habrán vivido durante todo ese tiempo, que no se mide por años, o por meses, sino por recuerdos. Pablo Neruda recordaba los versos, pero usted diga que puede recordar los besos más lindos esta noche, y quizá no se detenga en el cielo estrellado como él, ¿para qué? Mejor quédese en el desierto del poeta Catulo que quería besos, “Tantos como la arena que de Libia/ yace con laserpicios en Cirene.” Digamos que es medio Sahara. O cuando incita al gran amor femenino de su vida: “Vivamos, Lesbia mía, y amemos/ Pero dáme mil besos, luego ciento,/ después mil otra vez, y luego ciento…” Vaya que era un ardiente practicante del beso este poeta italiano nacido en Verona, dicho sea de paso, la tierra de Romeo y Julieta, probablemente en el año 84 a. C. y murió 30 años después.
Vamos queridas amigas y queridos amigos, ¿cómo es posible que haya parejas que se agredan?, ¿qué no puedan controlar su agresividad y su amargura?, ¿qué, por estar confinados pierdan la dimensión de las personas que son y que han vivido momentos extraordinarios? Pues no, recuperemos lo mejor de nosotros mismos y vamos a querernos más que ayer. Toda la vida, como dice José Alfredo Jiménez. Porque si son de las parejas que les llegan más las canciones que la literatura, pues no hay problema; recuerdan esa que dice: “Tus besos se llegaron a recrear, aquí en mi boca”, o la clásica, “Bésame, bésame mucho”, y don Armando Manzanero que propone: “Para darnos el más dulce de los besos…”; cómo no recuperar la voz de Erika Ender cuando canta: “Voy a desnudarte a besos, despacito…” ¿Creen que hay besos en esto que Roberto Carlos canta? “Yo te propongo, que nos amemos, nos entreguemos, en el momento que el tiempo afuera no corra más…” El mundo está lleno de palabras y de música que nos invitan a estar juntos, a besarnos, a recordar nuestros mejores besos: los más intensos y amorosos, los más dulces y subyugantes. Bésense, es la hora de besar, esta gran persona que está con nosotros es la mejor vía para vencer todas las incertidumbres y miserias. Besarse es tener esperanza. Esa esperanza que nace de querernos, de perseverar por el futuro sea cual sea. ¿Imaginan la cantidad de besos que se dieron Fermina Daza y Juventino Ariza, los personajes de la novela El amor en los tiempos del cólera, de Gabriel García Márquez, cuando vivieron su cuarentena en un barco en plena navegación? Dios mío, la vida está en los labios de la persona que usted ama. Los besos en los carros también merecen ser recordados, lo mismo que los del transporte público, los de esa banca en el parque que ya no está o esa esquina mágica donde los besos eran rápidos pero provechosos.
Si les gusta la imagen, ¿cuál beso de los que han visto en el cine, la tele o en su computadora son capaces de darse sin recato? ¿Los de Ghost, entre Demi Moore y Patrick Swayze cuando es fantasma?, ¿Qué tal el beso entre Sandra Bullock y Keanu Reeves en La casa del lago? Deben recordar los tremendos del Titanic, los increíbles de Un lugar llamado Nothing Hill, los salivosos de Amores Perros, los cálidos de La máscara del Zorro y las que ustedes quieran. Los besos son muchos, por eso es imposible olvidarlos, son parte de nuestros amaneceres; el aceite que toda pareja necesita cotidianamente para funcionar mejor. Así que amigas y amigos, ¿qué esperan? Perfeccionen sus mejores besos, sus excelentes abrazos; que la tibieza invada sus vidas y convirtamos esta pandemia en un instrumento para el amor. Usen sus perfumes, su ropa de quitarse y no oigan ladrar los perros.
¿Qué sería del mundo sin esta alfombra roja que son nuestros besos? Qué bueno que estamos aquí, juntos, que nos podemos abrazar y besar, que podemos amarnos. De manera que, gente muy querida, recuperen esa historia de besos. Podría ser uno de los mejores tesoros que guardan en su mente. Es tiempo de traerlos al confinamiento y con ellos llegará el amor, el deseo intenso y el respeto inquebrantable. Reactivemos la buena onda de estar juntos; y como diría Leo Zuckermann, adelante, que llegó la hora de besar.