Las elecciones chilenas del domingo 16 de mayo nos colocan frente a una nueva realidad en América Latina. Desde el 11 de septiembre de 1973, con el golpe de Pinochet la sociedad chilena fue presentada como un modelo alternativo exitoso del capitalismo en su versión neoliberal. En términos político-religiosos el Opus Dei aparecía como la columna vertebral del proyecto político, marginando a la Teología de la Liberación Latinoamericana y a la Democracia Cristiana vinculada a la Doctrina Social de la Iglesia Católica.

El mes de octubre de 2019 fue un espacio de movilizaciones sociales que cuestionaron el orden establecido en Colombia, Chile y Ecuador, detrás de estas movilizaciones estaba un cuestionamiento directo a las políticas del Fondo Monetario Internacional (FMI) en la Región. Vino la pandemia y con ello una situación que aparentemente “congeló” los conflictos y las protestas que algunos analistas con una visión entre ingenua y voluntarista pensaron que habían logrado “pasar la tormenta”. La pandemia puso de relieve las injusticias y contradicciones sociales agudizadas por las injusticias estructurales que se arrastraban de mucho tiempo atrás y se agudizaban con la nueva situación.

Las elecciones chilenas son aleccionadoras: la coalición gubernamental obtuvo el 20.5%, recordemos que había ganado por más del 50% hacía 4 años. Javier Lavín, el cuadro más importante del Opus Dei en Chile, fue ampliamente derrotado. La antigua Concertación integrada por varios partidos, entre ellos el Partido Socialista y la Democracia Cristiana cayó al 14.5% y la alianza de partidos de izquierda hegemonizada por el Partido Comunista alcanzó al 18.8%. Pero lo más novedoso es que la otra mitad del electorado votó por candidatos independientes y sin partido, configurando el bloque mayoritario del Congreso Constituyente. Santiago y Valparaíso, la capital y la ciudad más importante del país, serán dirigidas por militantes del Partido Comunista. El 22% del electorado lo hizo a través de candidatos de los pueblos originarios. La derecha, prediciendo su derrota, aspiraba a tener al menos un tercio de los congresistas para controlar los cambios de la nueva Constitución. Sólo tiene el 21%.

El ambiente sudamericano está “prendido con alfileres”. Colombia lleva veinte días conmocionada por un paro general de actividades que no tiene forma de resolverse y en la cual influyen los resultados chilenos. El domingo 6 de junio habrá elecciones legislativas en México y será la segunda vuelta electoral en Perú. En noviembre tendremos elecciones en Argentina, Honduras y Nicaragua. Son procesos nacionales aparentemente desvinculados unos de otros. Sin embargo, es muy probable que estemos frente a un parteaguas que implica el agotamiento de un modelo económico y social. Es importante comentar que la situación es más amplia y ello nos explicaría la actitud de los Estados Unidos para quienes estamos acostumbrados a su involucramiento en la Región, a la que consideró “su patio trasero.

Una investigación de Pew Research en Estados Unidos, Alemania, Francia y Reino Unido señala que los entrevistados ven, con gran importancia, cambios en los sistemas económicos después de la pandemia. La mitad de los Estados Unidos, que son los que votaron por Biden, proponen cambios. También en los países europeos investigados, la mitad de la población reclama cambios en el Sistema. Sólo el 10% de los entrevistados está “muy de acuerdo” con el Sistema.

https://www.pewresearch.org/global/2021/04/22/many-in-western-europe-and-u-s-want-economic-changes-as-pandemic-continues/?mc_cid=f5d72393cc&mc_eid=0492e0fff5

El desafío que tienen los políticos, si quieren mantenerse en el poder, es tomar en cuenta los reclamos sociales. Los líderes religiosos aseguran “que no se meten” en política, aunque están todos los días tratando de “meterse”. Mi opinión es que terminó la época en que el líder era quien imponía los proyectos. En estos tiempos de toma de conciencia ciudadana, quien quiera ejercer algún tipo de liderazgo deberá ser innovador y desarrollar propuestas que canalicen las demandas ciudadanas. La sociedad evaluará con mucho cuidado lo que le proponen, y Chile es precisamente la gran lección de que ahora son las “multitudes” diversas, heterogéneas e históricamente “ninguneadas” las que definen los proyectos. Ese es el desafío “saber escrutar los signos de los tiempos”.

Doctor en antropología,
profesor investigador emérito ENAH-INAH

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