El jueves 3 de septiembre, el líder del partido de ultraderecha, Vox, se reunió con el presidente de la bancada del Partido Acción Nacional (PAN) en un salón del Senado mexicano y, con la mayoría de los senadores de este partido, firmaron la Carta de Madrid, un documento donde se proponen impulsar una confrontación con el comunismo, el Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla, quienes estarían organizados para impulsar propuestas autoritarias y populistas de izquierda. Aunque en su página oficial, Vox se define como un “partido de extrema derecha dedicado a la defensa de España, de la familia y de la vida y que España (Hernán Cortés) logró liberar a millones de personas del régimen sanguinario y de terror de los Aztecas”.

El evento produjo un gran revuelo en la opinión pública mexicana y fue rápidamente rechazado por lideres nacionales de ese partido político, quienes afirmaron que los senadores de su partido actuaban a título personal. Afirmación difícil de entender, tanto por el número de senadores, como que la reunión fuera coordinada por el propio líder de ese partido en el Senado de la República.

El expresidente Felipe Calderón (2006-2012) por el PAN critico a la dirección panista y afirmo “no me vengan con el cuento que no les hacen caso los senadores, eso está peor. Por eso y otras cosas nos salimos muchos”. La dirección del PAN emitió un documento donde conseguía, más que aclarar, confundir: “no se suscribió ningún acuerdo político, sino un texto en el que se manifiesta la disposición individual de trabajar”.

Héctor Larios el dirigente nacional interino del PAN se deslindó del documento y aclaró que son parte de la una alianza de partidos demócratas cristianos, populares y de centro y que su contraparte en España es el Partido Popular, que dirigieran en su momento Aznar y Rajoy y no Vox de Santiago Abascal. Este es el punto más interesante del conflicto político-religioso.

El líder de Vox explicó que están trabajando en Argentina, Ecuador, Venezuela y México, a través de la Fundación Disenso para crear una Iberosfera. Una revisión de la lista de firmantes de la Carta de Madrid muestra políticos de Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Costa Rica, Cuba, Chile, El Salvador, España, Estados Unidos, Francia, Guatemala, Italia, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela. Sería largo analizar todos los nombres, pero mencionaré a Rafael López Aliaga, frustrado candidato presidencial en Perú y numerario del Opus Dei y a Roger Noriega, embajador de Estados Unidos ante la OEA, durante la presidencia de George W. Busch, notoriamente vinculado a la derecha del Partido Republicano.

Entre los firmantes brasileños está en diputado federal Eduardo Bolsonaro, hijo del presidente Jair Bolsonaro y uno de los operadores políticos de más confianza de su padre. El presidente Bolsonaro se reunió el 27 de julio de este año con la diputada alemana Beatriz von Storch, miembro del neonazi partido Alternativa por Alemania y nieta del ministro de finanzas de Hitler, quien ha reivindicado públicamente las acciones del Tercer Reich.

Lo que estamos presenciando es la creación de una nueva red de partidos políticos de extrema derecha, que rebasa a la democracia cristiana tradicional por la derecha y que está decidida a dividir a la Internacional Demócrata Cristiana, a quienes acusan de ser tibios y vacilantes. Es importante destacar que la Fundación Konrad Adenauer, que se sostiene con dinero público del Partido Demócrata Cristiano alemán (PDCa) de U. Merkel, ha tratado de identificar contrapartes “confiables” en América Latina mediante investigaciones de campo, donde se inscribirían las aclaraciones de Héctor Larios, quien apunta a que su partido está en otra alianza internacional, aunque el líder panista en el Senado no está enterado o simplemente se mueve en otro carril. La pregunta “del millón” es si esto no incidirá en la estabilidad del PAN o de las alianzas políticas o de las que éste intente en el futuro.

Tradicionalmente, la Democracia Cristiana impulsó en América Latina una red de partidos políticos que entraron en crisis en los años 80 del siglo pasado y no ha logrado reconstruir una red de alianzas interesantes basadas en la Doctrina Social de la Iglesia Católica. Las oligarquías latinoamericanas y las derechas eclesiásticas apoyaron en esta época los regímenes de “seguridad nacional” al estilo Pinochet, lo cual implicó la pérdida de espacios políticos factibles para estas opciones y en estos momentos están pasando a una fuerte ofensiva política, preocupados por el “vacío” conservador que deja la derrota de Trump y el cambio de la estrategia de Estados Unidos con el presidente Biden, también católico, pero poco confiable para la extrema derecha europea y latinoamericana.

Doctor en antropología. Profesor investigador emérito ENAH-INAH..

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