“La ropa sucia se lava en casa”, afirmó un importante prelado mexicano frente a la presión de los periodistas interesados en conocer la opinión de la Jerarquía eclesiástica sobre los abusos de sacerdotes y altos funcionarios de la Iglesia. Con esta afirmación ratificaba el criterio de sigilo y opacidad que estaba detrás del ocultamiento y protección a los pederastas. La idea era proteger el prestigio institucional por encima de la justicia con las víctimas.

¿Cuál fue el costo de este comportamiento cada vez más difícil de mantener ante la presión de los medios de comunicación y el implacable golpeteo de las redes sociales? Tomaremos dos ejemplos latinoamericanos: Chile y el estado mexicano de Quintana Roo, ambos han tenido denuncia por abusos sexuales y patrimoniales y tienen la peculiaridad de que podemos medir el impacto del costo del ocultamiento de los abusos sexuales y patrimoniales con cifras razonablemente consistentes. La milenaria institución se jugó y perdió, se arriesgó a perder capital simbólico y eficacia simbólica. Esto lo desarrollo más ampliamente en otro trabajo.

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El caso de Chile es muy interesante pues la Iglesia Católica tiene un carácter de religión protegida por el Estado y se imparte educación religiosa en las escuelas públicas. Recientemente y ante la presión social, el curso de religión (católico) entró en tres opciones: católica, evangélica y ninguna. En este último caso se dedica la hora de religión a reforzar otras materias, como matemáticas o lenguaje. La Iglesia Católica está muy relacionada con el Estado y se vio sacudida por graves denuncias por abusos sexuales, particularmente en escuelas de clase alta. El papa Francisco indignado por la falta de información y complicidad de la Jerarquía chilena, como fue el caso del poderoso sacerdote Karadima, exigió la renuncia de todo el Episcopado e hizo algunas sustituciones estratégicas, no fue suficiente.

El número de católicos bajó entre 1995 y el 2020 del 75% al 54%, una caída de más de 20 puntos y se ubica prácticamente en la mitad de la población de este país. A principios del siglo XXI los evangélicos crecían y estaban cosechando el descontento católico; después de 2008, en que se conocieron fuertes denuncias contra abusos patrimoniales de los pastores evangélicos de la poderosa Iglesia Metodista Pentecostal, bajaron del 18% al 8%. El segmento no creyente, ateos y agnósticos están en un 36% de la población, según la prestigiada encuestadora Latinobarómetro. Con estos datos Chile se coloca como el país con mayor número de no creyentes, rebasando al Uruguay, el hasta ahora país con más ateos de América Latina. La educación religiosa en las escuelas públicas y privadas, no sirvió para cooptar a la población en sus creencias. La sociedad chilena evaluó el comportamiento de sacerdotes y pastores y renunció a participar en las iglesias y lo que éstas proponen.

En el caso mexicano, el reciente censo de población de 2020 mostró un incremento de las iglesias evangélicas y de los no creyentes, en detrimento de los católicos, quienes mostraron una baja significativa. El estado de Quintana Roo muestra una caída impresionante, similar a la chilena, ubicándose en el 54% de la población, prácticamente la mitad del estado, como católica. La diócesis de Cancún-Chetumal (que abarca todo el estado) está a cargo de la Legión de Cristo, una congregación católica fundada por fray Marcial Maciel Degollado. Encomendada en 1980 a la Legión, estaba entonces en el 84% de católicos, tuvo un descenso del 30% del total de la población. Como es público, hubo fuertes denuncias contra el fundador y sacerdotes legionarios y en los colegios de elite que administran. Recientemente hubo denuncias de mujeres, quienes denunciaron que fueron víctimas de abusos cuando niñas en sus colegios de Cancún. Este estado y la ciudad de Cancún tienen los niveles más altos de no creencia de México, el 23.3% de la población, prácticamente uno de cada cuatro habitantes. Los evangélicos, en sus distintas expresiones, tienen 22.2% de no creyentes, uno de los porcentajes más altos a nivel nacional.

Es evidente que las cifras de Quintana Roo en materia religiosa han tenido un comportamiento distinto al nacional, en este caso podemos inferir que la Iglesia Católica está cosechando los resultados de sus errores y que la población “elige con sus pies”, poniendo distancia cuando no está de acuerdo, agravado por una institución clerical, poco dispuesta a asumir responsabilidades y que en muchos casos sigue considerándose una “institución perfecta creada por Dios”. Algo similar sucede en Chile. En definitiva, las instituciones religiosas deben reconocer que la soberbia es un pecado y que cada vez más los creyentes ejercen su juicio crítico y están constantemente escudriñando, observando y criticando el comportamiento de quienes se presentan como los “hombres de Dios”. La calidad del testimonio personal es clave en el mundo de la posverdad. La población sanciona además a las instituciones religiosas como conjunto.

Doctor en Antropología,
profesor investigador emérito ENAH-INAH

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