La investigación antropológica está basada en el trabajo de campo, esto implica una actitud de involucrarnos en los distintos terrenos de la vida cotidiana y, partiendo de esta observación sistemática, inferir los elementos estructurales subyacentes que guían los comportamientos en los distintos grupos humanos. También podemos auxiliarnos con encuestas, censos, opiniones de actores relevantes y académicos con experiencia.
Una de las cuestiones que preocupan hoy en día a los responsables de las iglesias, es el descenso de la asistencia a los templos. Cualquiera que sea la iglesia o denominación religiosa, asisten en la actualidad menos personas que antes de la pandemia. Esto no implica, de ninguna manera, no que hayan disminuido las necesidades espirituales de la población, pues la pandemia dejó entre otras cuestiones el drama de la muerte de seres queridos, amigos cercanos y lo más traumático, fue la imposibilidad de realizar las ceremonias funerarias marcadas por la tradición y la cultura.
En estos contextos, la pregunta sería cuáles son las carencias de las iglesias que no han logrado construir estrategias para involucrarse en las realidades espirituales de los miembros de las sociedades en las que interactúan, y que los llevan al abandono de sus prácticas religiosas anteriores a la pandemia. Una de las cuestiones más complicadas está en la actitud de los especialistas religiosos, quienes a su vez han sufrido las consecuencias de la pandemia, tanto en su vida personal, como en la crisis de su trabajo pastoral. No olvidemos que la pandemia llevó a la realización de servicios religiosos a través de redes digitales.
Un dato importante surge de una encuesta de Pew Research Center donde mostraba que el 25% de los norteamericanos se sentían cómodos con los servicios religiosos digitales. La mayoría prefería los servicios presenciales, pero un 25% de practicantes digitales es una cifra relevante. Los practicantes digitales implican una relación “no localizada” con los ministros de culto y la construcción de congregaciones virtuales, simultáneamente son una sanción a los ministros de culto “del rumbo donde viven”, pues ponen de manifiesto que los mismos no cubren sus expectativas.
Nuestro equipo de investigación lleva un seguimiento sistemático de varias opciones religiosas y lo más notable es la baja de asistentes a los servicios de la Iglesia Universal del Reino de Dios Pare de sufrir, entre otras denominaciones religiosas. Esta denominación se caracteriza por su habilidad para conferir valor monetario a sus “promesas de salvación” y por la consiguiente capacidad de cobro por anticipado de los mismos.
La Iglesia Católica, Apostólica y Romana se caracteriza en América Latina por dos grandes tendencias, por una parte, la construcción de sentido para un sector significativo de la población, a la vez que más de la mitad de su feligresía son católicos “por tradición familiar”, muy vinculado con prácticas sacramentalistas. En este caso, observamos un descenso en la asistencia a los cultos religiosos, a la vez que el abandono de las prácticas, lo más notable es el descenso en los matrimonios religiosos. También disminuyeron su asistencia los militantes católicos y en términos ya críticos, los jóvenes católicos.
En las entrevistas con ministros de culto de diferentes iglesias, lo atribuyen a una disminución de la fe en las nuevas generaciones. Esta explicación no es consistente, los estudios del Dr. Fabian Acosta Rico “Millennials y centennials. Análisis de su imaginario religioso”, una exhaustiva investigación sobre los jóvenes del Área Metropolitana de Guadalajara, rebaten en forma consistente el presunto ateísmo, agnosticismo y relativismo de los jóvenes. La conclusión es que las iglesias no han dado en el “clavo”.
Probablemente quien tenga mejores ideas es el Papa, quien lanzó un documental muy audaz “Amén, Francisco responde”, donde discute con diez jóvenes (católicos, ateos y un musulmán), en el cual aborda temas como el aborto, la pornografía, migración, feminismo, racismo, LGTBQ, no binaries, y el abuso de menores en la Iglesia, mostrando con su ejemplo, que se puede dialogar, sin acordar. El detalle es que su iglesia no lo acompaña, su personal tiene miedo de perder privilegios en esa búsqueda transversal y se ha lanzado a sabotear el Sínodo para analizar la sinodalidad de la Iglesia.
Probablemente el asunto sea más sencillo de lo que parece y el desafío sea escuchar (“de a de veras”) a las nuevas generaciones, abandonando el “típico diálogo de sordos” que expresa la soberbia de las jerarquías eclesiásticas, incapaces de “escrutar los signos de los tiempos”.
Doctor en antropología, profesor investigador emérito ENAH-INAH.