El 22 de octubre el Vaticano renovó por segunda vez el “Acuerdo provisional para designar obispos” con la República Popular China, un acuerdo notable pues la Santa Sede no reconoce al Gobierno de Beijing y es de los pocos países que mantiene relaciones diplomáticas con la República de China (Taiwán). Un éxito diplomático notable, más aún en el contexto de las tensiones a nivel internacional. Este acuerdo ha sido muy criticado pues acepta y da preeminencia a los obispos designados por la Asociación Católica Patriótica China y subordinó los obispos “clandestinos” designados por el Papa a los “patrióticos”.

Es importante recordar que la inserción de los misioneros católicos y protestantes en China se hicieron en el contexto político de la expansión occidental en Asia y África, en el caso particular de China los esfuerzos de jesuitas y franciscanos tienen siglos de trabajo constante. En 1582 Mateo Ricci estudio con mucha profundidad la cultura china y propuso una estrategia misionera. La presencia cristiana tuvo muchas vicisitudes y los europeos se apoyaban en el enclave portugués de Goa para mantenerse vinculados. Los jesuitas, desobedeciendo las instrucciones papales, aceptaron la preeminencia de las autoridades chinas sobre el ritual y otras cuestiones; en 1773 se retiran de China. La estrategia de conversión estaba dirigida a las elites chinas. A fines del siglo XIX y XX, como parte de la expansión occidental, se incrementó la presencia de misioneros cristianos en China. Los misioneros tuvieron problemas serios durante la ocupación japonesa de China (1937-45); luego, con el triunfo en 1949 de la Revolución China dirigida por Mao Zedong, los misioneros fueron expulsados de los territorios controlados por el Partido Comunista y se implantó el ateísmo de estado. Ordenándose a los creyentes romper sus vínculos con Roma y otras centrales religiosas occidentales, se creó en este contexto la Asociación Católica Patriótica China dependiente de una estructura administrativa del Gobierno.

La política en materia religiosa era percibida como una etapa intermedia que llevaría a la extinción de las religiones existentes y la persecución contra los creyentes fue muy aguda durante la Revolución Cultural (1966-1976) que llevó a China a una situación catastrófica. Muerto Mao, los chinos iniciaron otra etapa que consistió en garantizar el desarrollo industrial mediante transferencias de tecnología desde el mundo occidental. En este contexto fue variando su política en materia religiosa, abriéndose más a las propuestas del cristianismo y ubicando como una religión peligrosa a la secta budista Falun Gong, centrada en el rescate de los valores tradicionales chinos, que se confronta con los criterios del Partido. En este contexto el Partido Comunista prefirió aceptar a distintas variables del cristianismo, como factibles en el contexto de las grandes transformaciones estructurales emprendidas, este proyecto estratégico le permite negociar con el Vaticano un estatus especial para el catolicismo, que se ve así fortalecido desde altos niveles de autoridad, aunque siguen teniendo problemas en ciertas regiones del país.

Francisco también hace “méritos” para mejorar la relación, su origen argentino, el primer papa no europeo y que trata de colocarse al margen de la Guerra Fría, a diferencia de sus antecesores (Juan Pablo II y Benedicto XVI), más su origen jesuita, que históricamente entendieron los parámetros culturales chinos y orientales, lo convierten en un interlocutor calificado. El viaje a Kazajstán para reunirse con lideres religiosos, mayoritariamente asiáticos y su excelente relación con lideres musulmanes, le dan una proyección ecuménica que le permitió pactar con el Gobierno y el Partido Comunista Chino, obteniendo la posibilidad de nuevas perspectivas de relación y articular, a la Iglesia Patriótica (evidentemente cismática) a la esfera de dirección y tutela espiritual de Roma. Un fenómeno relevante es que los templos católicos y protestantes tienen una elevada asistencia y que el Partido Comunista, que a su vez está en búsqueda de ideologías alternativas al marxismo leninismo dogmático, después del desastre de la Revolución Cultural, no ve oposición entre ciertos planteos cristianos, con su actual propuesta ideológica. La Ruta de la Seda tiene ahora senderos espirituales y no sólo económicos.

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Doctor en antropología, profesor investigador emérito ENAH INAH 


 

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