El 19 de diciembre fueron las elecciones presidenciales en Chile y Gabriel Boric, un joven diputado de 35 años, líder estudiantil consagrado en la Revolución Pingüina (las movilizaciones por la gratuidad de la enseñanza) y representante de una coalición de extrema izquierda ganó las elecciones. Se define así un cambio en las tendencias políticas en América Latina, a la vez que replantea la viabilidad de los proyectos económicos neoliberales consagrados por regímenes autoritarios, como fue el caso de la dictadura militar de A. Pinochet.

El Golpe de 1973 fue respaldado por los Estados Unidos que estaban preocupados por el triunfo del Frente Popular encabezado por Salvador Allende. Chile recibió un trato preferencial en términos económicos. Sus productos pudieron ingresar al mercado mundial en términos preferenciales y se estableció el llamado “modelo chileno”.

El 2019 fue testigo de grandes movilizaciones de masas importantes que cuestionaban las supuestas ventajas del orden establecido. En el caso chileno sorprendió la radicalidad de las acciones, la destrucción de estaciones del metro y grandes movilizaciones sociales pusieron al sistema político a la defensiva. Simultáneamente, se ponía “al rojo vivo” la cuestión mapuche.

Los mapuches habían resistido hasta el Siglo XIX y durante lo segunda mitad de este siglo fueron masacrados y despojados de sus tierras para instalar en las mismas a colonos europeos. Los mapuches son alrededor del 12% de la población y reclaman la recuperación de sus tierras, consolidando movimientos de resistencia étnica, política y militar muy eficaces. La simultaneidad de las movilizaciones sociales en varios países sudamericanos llevó a que el Fondo Monetario Internacional suspendiera y reconsiderara la vigencia de sus propuestas estructurales.

En el caso chileno el diputado Boric fue el artífice para que se convocara a un plebiscito que reconsiderara la constitución política que dejó establecida la dictadura como requisito para dejar el gobierno y convocar a elecciones. Por abrumadora mayoría se acordó reformar la Carta Magna y en estos momentos sesiona la Convención Constituyente, donde la derecha tiene apenas el 23% de representación y cifraba sus expectativas en boicotear a la misma desde la Presidencia.

La derecha chilena, acosada por las movilizaciones urbanas y la resistencia mapuche, tuvo una recomposición. Los cuadros del Opus Dei, sumamente desgastados no pudieron ofrecer propuestas viables y la derecha liberal tampoco pudo decir mucho después del fracaso del actual presidente Sebastián Piñeira. Se consolidó entonces una posición de ultraderecha encarnada por J.A. Kast, católico integrista, hijo de un oficial alemán refugiado en Chile después de la derrota del nazismo. El proyecto de Kast no tenía ningún atenuante, admirador de Pinochet y de Bolsonaro en Brasil. Él y su partido se articularon al proyecto Iberosfera del ultraderechista partido Vox y de la ultraderecha europea encarnada en los regímenes neofascistas de Polonia y Hungría.

La segunda vuelta fue entonces, entre un candidato de ultraderecha cuyo proyecto autoritario y neonazi estaba claramente establecido y un candidato de ultraizquierda, líder de un frente político donde el partido comunista tiene un rol muy importante. Gabriel Boric Font triunfó con el 55.86% y José Antonio Kast fue derrotado alcanzando el 44.13%., prácticamente los mismos resultados que el histórico plebiscito de 1988 que obligó a Pinochet a retirarse (55.99% vs. 44.01%).

El triunfo de Boric rebasó los límites nacionales y tiene una proyección muy importante a escala continental, se une al posicionamiento de la izquierda en Argentina, Bolivia, Honduras y Perú. El previsto triunfo de Gustavo Petro en Colombia y el fuerte posicionamiento de Lula da Silva en Brasil, para derrotar a Bolsonaro quien tuvo una pésima gestión de gobierno.

El triunfo de Boric en Chile implica una nueva manera de pensar y desarrollar política en América Latina, un programa democrático, feminista, ecologista, de lucha contra la pobreza y que propone que las grandes empresas paguen impuestos y de allí financiar los cambios de su proyecto. Su programa es respaldado por Thomas Piketty y otros economistas alternativos. La derecha está esperanzada en mediatizar su programa en el Congreso.

La moneda está en el aire. Gabriel Boric Font es un hijo de la “cultura del esfuerzo” de migrantes croatas y catalanes que fueron a poblar la inhóspita isla de Tierra del Fuego en la Antártida chilena, agnóstico, vive en unión libre con su pareja. Fue siempre un político “políticamente incorrecto”, no usa corbata. Con mucha imaginación política siempre desafió el orden establecido. Preparémonos para ver lo impensable.

Doctor en antropología, profesor investigador emérito ENAH-INAH.

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