El 20 de octubre de 2013, iniciando su pontificado, Francisco aclaró que la Iglesia católica “no es una organización asistencial, una empresa, una ONG, sino que es una comunidad de personas que desean compartir con los más necesitados el mensaje de salvación que el Señor nos ha dado”. Recientemente, diversos líderes de opinión le han reclamado por qué no se pronuncia sobre una cantidad de temas coyunturales. Está claro que su estrategia es precisamente mantenerse al margen de las cuestiones y muchos acontecimientos, que involucran a católicos, quienes están incluidos en los bandos confrontados; desde su lógica, el Papa no puede tener un comportamiento que beneficie a uno en detrimento de otros en temas políticos, que no estén íntimamente ligados con su mensaje de Salvación. En el Angelus de este domingo llamó a las partes involucradas en el conflicto nicaragüense a dialogar y encontrar una salida consensada al conflicto en que se encuentran, de la lectura de su rezo dominical queda claro que no condena ni respalda a ninguna de las partes: un sector de los obispos confrontado con el gobierno sandinista de Daniel Ortega. También llamó a terminar con la inhumana guerra en Ucrania, una declaración fuerte donde los responsables quedan en la ambigüedad, cada bando puede pensar que se refiere al otro.

Esta propuesta difiere de las estrategias de las conferencias episcopales de América Latina, las cuales, en su mayoría, discrepan de la estrategia de Francisco y han emitido sendos comunicados respaldando a los obispos nicaragüenses confrontados con el Gobierno de ese país. Veamos cuál es la experiencia de la Iglesia latinoamericana: el episcopado de Honduras respaldó el golpe contra Zelaya en el 2009, hoy su esposa Xiomara Castro es la presidenta de ese país, ratificada por un numeroso voto popular, además, prácticamente la mitad de los hondureños son evangélicos. Los obispos argentinos apoyaron a la dictadura militar de Videla y en estos momentos hay sacerdotes encarcelados por su complicidad con crímenes de lesa humanidad, millones de compatriotas de Francisco han abandonado el catolicismo. En Chile se aliaron a la sanguinaria dictadura de Pinochet y ahora los obispos se oponen a la nueva Constitución en el referendo que habrá en pocos días. Las cifras de católicos bajaron el 20% en pocos años, agravado por las denuncias de abusos sexuales. En Colombia se opusieron a Petro y finalmente ganó la presidencia. Volviendo a Nicaragua, cuando Juan Pablo II, en marzo de 1983, se confrontó con los sandinistas y respaldó a la “contra”, perdió la capacidad de la Iglesia de tener una propuesta profética para ese país. Podríamos seguir con los ejemplos que lesionan a esta milenaria institución cuando se involucra activamente, donde los católicos están divididos en bandos confrontados.

Recientemente en Ecuador, después de una huelga general convocada por las organizaciones indígenas y campesinas, el Gobierno y los huelguistas aceptaron la mediación de los obispos ecuatorianos, la conciliación va por buen camino y se están consiguiendo resultados que satisfacen a ambas partes. En Perú el episcopado ha llamado a los políticos a proponer “soluciones creativas” que les permitan salir de la crisis en que se encuentran, esta estrategia es la que le interesa a Francisco: Mediar, conciliar y consensar entre bandos confrontados y aparentemente irreconciliables.

Apoyar a unos en contra de los otros va contra el Mensaje de Salvación de toda la humanidad. La Iglesia católica se fortalece cuando soluciona problemas que involucran bandos confrontados y no respaldando a unos contra otros, eso sería tarea de las ONGs, instituciones de la sociedad civil, partidos políticos y grupos de interés que expresan a diferentes sectores de la sociedad, convencidos de la justeza de sus planteos, con su parte de la verdad, pero que se confrontan a su vez con las verdades e intereses de los “otros”.

Desde esta perspectiva, la Salvación (y la solución) está en quienes logran encontrar “la puerta estrecha” Lucas 13-22, “donde muchos pretenderán entrar y no podrán”. Se trata de encontrar las soluciones asumiendo y resolviendo las dificultades y no aplicando la ley del embudo: “lo ancho para mí, y lo angosto para ti”.

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Doctor en antropología, profesor investigador emérito ENAH-INAH 


 

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