En 1965 terminó el Concilio Vaticano II que traía muchas novedades institucionales y organizativas. Debemos recordar que el Concilio Vaticano I había sido convocado por el papa Pio IX en 1869 para enfrentar al modernismo y el galicanismo. El modernismo planteaba los conceptos de progreso y criticaba la tradición como una fuente de sabiduría, haciendo énfasis en los cambios sociales y culturales. El galicanismo proponía la preeminencia de los episcopados nacionales frente al poder papal. Pio IX planteó las respuestas a estos debates, el papa se definió como infalible porque recibía “plena potestad directamente de Dios”. En 1854 había definido el Dogma de la Inmaculada Concepción.

El Concilio Vaticano II sería convocado en 1959 e inaugurado en 1962 por Juan XXIII para enfrentar los problemas planteados por la postguerra. Terminada la Segunda Guerra Mundial en 1945, los católicos europeos dejaron de ir a las iglesias. Probablemente se preguntaban ¿dónde estuvo Dios cuando se hacían los bombardeos masivos de las ciudades que implicó la muerte de población civil como nunca se había visto? la Segunda Guerra implicó 100 millones de muertos, la mayoría población civil. Asimismo, por los acuerdos de Yalta, entre Stalin, Churchill y Roosevelt, millones de católicos quedaban en Europa oriental controlada por la Unión Soviética; se trataba entonces de construir el catolicismo en territorio controlado por los comunistas ateos.

En 1959, Fidel Castro y los guerrilleros del Movimiento 26 de Julio, entraban en La Habana, en 1960 los Estados Unidos conminaron a Castro para que desmantelara la Reforma Agraria; en el contexto de la Guerra Fría, Cuba se incorporó al Bloque Soviético. La mayoría de los sacerdotes eran españoles formados en el nacionalcatolicismo franquista, abandonaron Cuba para acompañar a sus feligreses en Miami.

En Asia, la Revolución China había triunfado en 1949 y expulsado a los misioneros extranjeros. En 1954, en Vietnam, los franceses fueron derrotados en la batalla de Dien Bien Phu y se estableció una república comunista, mientras en el sur de Vietnam apoyada por los Estados Unidos, se establecía un país capitalista. Algo similar sucedió en la Península de Corea.

Complicaba el panorama los procesos de descolonización en Asia y África, porque la caída de los imperios de los países católicos europeos obligó a la Iglesia Católica a negociar con más de 70 nuevos estados, ¿cómo fundar iglesias nacionales decoloniales y afrontar los desafíos?

Las innovaciones del Concilio alarmaron a los conservadores, Juan XXIII falleció en 1963 y le tocaría a su sucesor, Paulo VI, terminarlo e iniciar su aplicación. En 1978 falleció Paulo VI y fue sustituido por Juan Pablo I quien prometió profundizar los cambios del Concilio. A los 33 días fue encontrado muerto en sus aposentos, muchos sospechan que fue envenenado. Lo sustituyó Karol Wojtyla (Juan Pablo II) quien congeló la aplicación de los cambios del Concilio, al igual que Benedicto XVI, quien se vio obligado a renunciar ante la situación caótica que atravesaba la Iglesia.

La elección de Jorge Mario Bergoglio (Francisco), el primer papa americano, fue un claro mandato para renovar la Iglesia, quien se lanzó a renovar la Iglesia. Francisco planteó un conjunto de medidas confrontadas con los conservadores y en términos doctrinales retomó los planteos del Concilio, a la vez que los actualizaba.

“Hagan lío”, “cuestionen a los obispos” que no están con sus feligreses, ordenó a los jóvenes. Eliminó el control europeo en el Colegio de Cardenales y designó a mujeres en posiciones estratégicas. Cada vez queda más claro que quien suceda a Francisco continuará con su propuesta teológica y pastoral. En pocos meses se jubilarán los últimos cuadros del Viejo Régimen vaticano y los grupos tradicionales de poder no tendrán ninguna posibilidad de dar un golpe de estado burocrático e imponer un Papa conservador. Los conservadores impulsan una estrategia de ruptura institucional: El arzobispo Viganò, ex nuncio apostólico en Estados Unidos excomulgó a Bergoglio por hereje (sic) y exigió su destitución .

Un importante político y militar argentino, Juan Perón escribió en uno de sus libros Tres golpes de estado (1930, 1944 y 1955), donde distingue entre militares apresurados y prudentes. Los primeros salen a golpear a la hora acordada y los prudentes verifican media hora después cuantos salieron al golpe y allí deciden si son “leales” al gobierno en turno o se unen al golpe. Hasta ahora todo indica que a Viganò lo dejaron solo y apenas lo acompañan las 10 religiosas españolas cismáticas de Belorado. Los obispos ultraconservadores son conscientes que la mayoría de la Iglesia y particularmente los laicos están con Francisco. Deben elegir entre “cola de león” o “cabeza de ratón”.

Doctor en antropología, profesor investigador emérito ENAH-INAH

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