Los católicos han sido testigos de la publicación de dos documentos, aparentemente contradictorios, de la Congregación para la Doctrina de la Fe, con pocos días de diferencia se enteraron que los sacerdotes podían bendecir un conjunto de relaciones que tradicionalmente el catolicismo considera pecaminosas, parejas que viven en concubinato, parejas del mismo sexo y un conjunto de situaciones que podríamos llamar “fronterizas” en la moral cristiana. Los críticos del Papa estaban fascinados pues por fin “lograban atestiguar que Francisco se apartaba de la ortodoxia institucional, no faltan algunos “acelerados” que quieren excomulgar al Pontífice.
La Congregación hizo aclaraciones pertinentes, en el sentido que no era lo mismo dar una bendición, que consagrar el sacramento del matrimonio, y por si había alguna confusión aclararon que los sacerdotes y obispos debían ser cuidadosos al impartirlas, para evitar malos entendidos. La bendición a parejas heterosexuales que viven al margen de un matrimonio religioso, es algo que se viene planteando desde hace varios años, y Francisco ha sido muy elocuente al respecto, al igual que los divorciados vueltos a casar, quienes han recibido apoyos muy precisos en materia eclesiástica.
En torno al bautizo de niños que viven en familias homoparentales ha predominado el criterio de incorporación del bebé a la institución religiosa, al margen del estatus de la pareja donde viven. Desde principios de su Pontificado instaló el criterio de bautizar los niños de familias de lesbianas, homosexuales o divorciados, quienes en muchos casos debían implorar a los sacerdotes el bautizo de la criatura.
En un “doble movimiento” planeado muy al estilo de Francisco la misma Congregación emitió la Declaración Dignitas infinitas, sobre la dignidad humana donde aclara que no dijo lo que muchos pensaron que había dicho y que de alguna manera le quita fuerza a los colectivos LGTTTBQ católicos que en algunos momentos se habían “ilusionado” con un cambio radical en la Doctrina, diferenciando en forma tajante y contundente los comportamientos, o dicho de otra forma, no es la mismo el pecado, el pecador, que la Naturaleza Divina, el Derecho Natural y la Voluntad de Dios.
La llamada teoría de género y algunas corrientes del feminismo hacen énfasis en la voluntad, expresada en la preferencia, como un elemento estratégico en la definición del genero de las personas. Por lo contrario, el documento eclesiástico enfatiza el género como inherente a una definición biológica en el momento del nacimiento, considerado como una expresión de la Divina Providencia y la Voluntad de Dios. En este contexto la llamada “Teoría de Género” sería una forma de herejía, pues pondría la voluntad personal, por encima o confrontada con la Voluntad de Dios.
La definición de Francisco rebatiendo la Teoría de Género estaría en la misma perspectiva que la frase que pronunciara al inicio de su pontificado: “Quien soy yo para juzgar a los gays”. Por primera vez un papa reconocía que había gays y por otra parte asumía que sólo Dios juzga, en ese mismo discurso diferenciaba y aclaraba que ser gay era pecado y pederasta un delito. Más adelante asumió que los gays tenían derecho a una familia, pero no al sacramento del matrimonio, manifestando su acuerdo con uniones civiles que protegieran el patrimonio de la pareja. En esos mismos tiempos felicitó a un sacerdote jesuita que tenía un apostolado especializado en la colectividad LGTTTBQ.
Recientemente la mexicana Marcela Lagarde, una destacada militante del movimiento feminista fue cuestionada por miembros de la comunidad trans en una conferencia de la Universidad Complutense de Madrid (20 de marzo 2024) por declaraciones que cuestionaban “el borrado de las mujeres” en el Foro Aclaraciones necesarias sobre las categorías sexo y género, realizado en marzo de 2022. La comunidad trans consideró que impedir la conferencia de Lagarde no era un acto de censura, sino que simplemente estaba exigiendo “espacios libres de transfobia”.
El documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe se coloca así en el “ojo del huracán” de la polémica sobre la identidad de género y cuestiones conceptuales del movimiento feminista, a la vez que neutraliza a los sectores conservadores de la Iglesia Católica y el mundo cristiano, ganando nuevos “espacios” en contextos donde lo religioso no tenía opciones, se coloca a la vanguardia confrontándose con ideas propias.
Doctor en antropología, profesor investigador emérito ENAH INAH