La construcción de los estados es un proceso que se inició a comienzo de la Edad Moderna y continúa hasta la actualidad. El siglo XX fue testigo del surgimiento de nuevos estados, la Organización de las Naciones Unidos (ONU) fue fundada por 51 países, de los cuales permanecen 47, y en la actualidad tiene 193 estados miembros. Existen además territorios dependientes de otros países, en muchos casos resabios de los antiguos imperios coloniales que no tienen soberanía como para incorporarse en calidad de miembros soberanos de la ONU. La lista parece exhaustiva pero no haga afirmaciones apresuradas, podría ampliarse.
La mayoría de los estados modernos está asentada sobre un presupuesto según el cual, cada estado representa a una nación diferente, tiene una lengua oficial y un conjunto de símbolos nacionales; además de instrumentos jurídicos y políticos para regular su vida interna. En este contexto participan un abanico de sistemas políticos: repúblicas parlamentarias y presidencialistas, monarquías constitucionales, monarquías absolutas, y estados teocráticos. Una gama amplia de formas políticas que en muchos casos no necesariamente son lo que expresan formalmente.
Algunos autores han destacado cómo los estados nacionales han sido superados por los procesos de globalización y predicen una utopía sin fronteras. La idea es interesante pero la realidad apunta hacia otras perspectivas.
Los estados tienen factores que apuntan a su descomposición y que adquieren cada vez más relieve, a la vez que adoptan medidas tendientes a reafirmar su soberanía política y esto no descarta medidas de mutua acuerdo como la persecución de evasores fiscales y la búsqueda de criminales.
Los factores que apuntan a la descomposición de los estados nacionales están referidos a la incapacidad de los mismos para resolver satisfactores que permitan el involucramiento de los distintos segmentos de la población en la construcción y la preservación del Estado. Uno de los problemas más complejos es la capacidad para establecer equidad entre las etnias y naciones que componen el territorio nacional. Otro factor disolvente es el trato desigual y discriminatorio contra ciertas categorías de población expresadas en el racismo.
En Europa existen en este momento los procesos separatistas de Escocia con respecto al Reino Unido y de Cataluña con el Reino de España. Además de los problemas no resueltos de la antigua Yugoslavia. En Latinoamérica el fortalecimiento de las opciones etnopolíticas están tomando fuerza en Chile, Perú y Ecuador. Chile es un ejemplo de una sociedad que no supo incorporar a los pueblos originarios y existen en este momento fuertes movimientos reivindicativos que cuestionan el carácter mismo del estado. En Perú las dificultados de las antiguas elites para entender las reivindicaciones de quechuas y aimaras ponen en peligro la estabilidad del Estado. Ecuador es un ejemplo del afianzamiento de fuertes organizaciones indígenas que reivindican un estado plurinacional comprometido con acciones positivas que eliminen las diferencias de oportunidades.
En otros países de América Latina, la crisis generalizada de los partidos políticos que no supieron resolver las cuestiones estratégicas del desarrollo económico, la igualdad social y de oportunidades dio lugar a la búsqueda de soluciones inéditas, desde el afianzamiento de personajes mesiánicos que tienen el respaldo de organizaciones político religiosas que hacen énfasis en cuestiones de moral y ética publica basadas en principios religiosos. El prototipo fue Jair Bolsonaro en Brasil que aparecía asociado con el estadounidense Donald Trump. La derrota y el fracaso de sus gestiones agudizados en el contexto de la pandemia han sido rubricados por la derrota política de los organizadores del golpe de estado en Bolivia (2019). El Movimiento al Socialismo obtuvo un demoledor 53% de los votos (2020) que afianzan una propuesta política que reivindica tradiciones prehispánicas, se articula con la Teología India y la Teología de los Pobres del Papa Francisco.
Un desafío adicional consiste en la incorporación de los jóvenes al progreso y la obtención de oportunidades para su futuro. Las carencias que sufren están cuestionando la estabilidad de muchas sociedades en el mundo.
El agudizamiento de las contradicciones étnicas y raciales se da con singular fuerza en los Estados Unidos. La población WASP (blanca anglosajona y protestante) está en una franca decadencia y pierde presencia en la sociedad norteamericana según las encuestas de Pew Research Center se afianzan los católicos y miembros de minorías no WASP. Afros, hispanos y asiáticos incrementan notablemente su presencia y se afianzan grupos que se reivindican como multirraciales e interétnicos. Mientras que una minoría de 15 estados tratan de mantener un predominio WASP.Esto se refleja en el binomio presidencial, un católico (Biden) con Harris, hija de una hinduista y un afrojamaiquino, que se define como afro y bautista, casada con un judío askenazi.
https://www.pewresearch.org/fact-tank/2021/08/23/most-americans-say-the-declining-share-of-white-people-in-the-u-s-is-neither-good-nor-bad-for-society
La realidad de nuestros países se complica por las dificultades de las elites dominantes para entender la diversidad y abrir el juego de políticas incluyentes que dejen de lado diferencias étnicas, religiosas, “raciales” y regionales. En la solución de estos desafíos está la estabilidad y el futuro de los pueblos y las naciones.
Doctor en antropología,
profesor investigador emérito ENAH-INAH.