Las tendencias al faccionalismo religioso ha sido una constante en el cristianismo, desde su fundación las diferencias doctrinales tendieron a la segmentación de las instituciones religiosos y quienes tenían poder y control de las distintas organizaciones descalificaban a sus oponentes con herejes. Una definición de herejía sería quienes se oponen “a aquellas creencias que han sido consideradas irrevocables e inmutables”.
Todas las religiones en algún momento fueron consideradas herejías por el grupo hegemónico en una propuesta religiosa y la capacidad que pudieron tener en un momento determinado para consolidarse lleva, a que probablemente, se transforme en una religión. Lo mas complicado suele ser el Odio teológico, “nombre dado al furor, la ira y el odio generado por las disputas sobre teología, especialmente entre los correligionarios y no tanto entre miembros de diferentes religiones”, También se utiliza para describir “debates intelectuales no religiosos, por su carácter rencoroso y la utilización de los recursos de baja política académica”. El drama del converso es que debe mostrar la lealtad a sus nuevas convicciones, a la vez que el grupo original trata de denigrarlo.
Em este contexto se construye el concepto de secta, descalificativo que se aplica a las religiones minoritarias, desde la religión dominante. En sentido técnico secta sería toda comunidad religiosa que se considera a sí misma, como los únicos salvados o elegidos de Dios y están convencidos que todos los demás “arderán en el Infierno” o son presas de personajes demoníacos. Una definición amable de religión es la de una comunidad de creyentes (que opta por no descalificar a los de otras creencias, creyéndose los Únicos).
El problema en América Latina es que el término secta fue aplicado históricamente para descalificar no sólo a los protestantes, sino también a los disidentes políticos. Morelos e Hidalgo, dos sacerdotes mexicanos, por oponerse a la monarquía española e impulsar la Independencia nacional fueron excomulgados por la Inquisición, acusándolos de aplicar las “herejías” luteranas, calvinistas y los planteos del Iluminismo francés, considerando que el Pueblo era el depositario de la soberanía y no su Majestad Fernando VII, Rey de España, “por la gracia de Dios”. Al ser excomulgados por la Inquisición fueron “relajados” al Brazo Secular, que “sabía lo que tenía que hacer”, los ejecutó y en forma poco piadosa sus cabezas exhibidas durante más de 10 años.
Las nuevas herejías, que actualmente dividen a las iglesias, pasan por parámetros de “teología aplicada”, a cuestiones de la vida cotidiana. La discusión está centrada en la interrupción del embarazo, las políticas hacia las comunidades LGTTTBQ y el matrimonio entre personas del mismo sexo. Estos temas están muy vinculados con cuestiones culturales y con la dinámica de los cambios en las pautas de comportamiento, Pero también atraviesan las tensiones entre “lo que se dice” y “lo que se hace”. Lo que los antropólogos llamamos la
cultura ideal vs la cultura real, o para decirlo en términos populares, “haz lo que digo, pero no lo que yo hago”.
Recuerdo que en un diálogo ecuménico y público entre católicos, anglicanos y miembros de otras confesiones cristianas: el anglicano les dijo a los católicos que la “diferencia consistía en que ellos ordenaban homosexuales y lo decían, mientras que los católicos lo hacían y no lo decían”. El público, que estaba en una institución de mayoría católica, estalló en carcajadas.
El problema más complejo es la construcción de los caminos de la reconciliación después del odio teológico. En este sentido es importante recordar la grandeza de Fray Luis de León, un agustino que polemizaba con sus pares y terminó en las mazmorras de la Inquisición, allí escribió “Aquí la envidia y mentira me tuvieron encerrado”. Ya rehabilitado, los oyentes escucharon sorprendidos que Fray Luis inició su primera clase con estas palabras: “Decíamos ayer”.
La Torá o el Antiguo testamento dicen que la ira es una reacción natural de los seres humanos, pero que el “error es actuar en base a ella o prolongarla en nuestro interior”. El odio enferma y en el mundo sobran los odios. El perdón nos enseña a cambiar, cómo nos relacionamos con el mundo y la búsqueda del amor al prójimo. Es clave en la construcción del futuro.
Doctor en antropología, investigador emérito ENAH-INAH