Por segunda vez en diez meses tenemos a Pietro Parolin en tierras mexicanas. El número dos del Vaticano dice que viene a consagrar como arzobispo al sacerdote Javier Corona Herrera, quien se desempeñará como nuncio (embajador) en Congo y Gabón. El sacerdote habría manifestado su deseo de ser ordenado en el seminario de Autlán, donde hiciera sus estudios. Algo similar sucedió en junio del año pasado, cuando Parolin vino a Yucatán para ordenar otro nuncio, éste se acreditaba en Papúa Nueva Guinea. Es evidente que la presencia del segundo de a bordo de la Santa Sede no es para consagrar un arzobispo, sino que viene para negociaciones más delicadas que requieren una reunión personal con el presidente de México, con quien desayunará este martes 26 de abril. Llama la atención el silencio de los jerarcas católicos mexicanos.


Elio Masferrer Kan 
 

Los acuerdos del viaje anterior no los conocemos, pero es evidente que se negoció la presencia de Leonardo Sandri como enviado especial del Papa Francisco en el bicentenario de la independencia mexicana y la carta de disculpas por los excesos de la Iglesia en el período colonial, leída por el arzobispo Rogelio Cabrera en una conferencia matutina del presidente López Obrador.

Resulta también desconcertante que el anuncio de la visita de Parolin estuviera a cargo de la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, quien lo publicó con fotografía incluida en su cuenta de Twitter y no el Secretario de Relaciones Exteriores. La agenda incluye la participación del Secretario de Estado en un simposio internacional para analizar los treinta años de relaciones diplomáticas entre México y el Vaticano “Laicidad abierta y libertad religiosa, una visión contemporánea”, el título del mismo contiene una definición programática.

Parolin es un experto en la realidad mexicana, fue la mano derecha del nuncio Girolamo Prigione entre 1989 y 1992, precisamente en el proceso previo al cambio constitucional que reformuló las relaciones entre el Estado y la Iglesia, de allí regresó a Roma y estuvo 8 años en el área de relaciones con los estados. En 2002 fue nombrado subsecretario del área de relaciones con los estados y tuvo un papel muy importante en la negociación del “Tratado de no proliferación nuclear”, tuvo a su cargo el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Vietnam y China, además es un experto en Irán. En 2009 fue nombrado Nuncio Apostólico en Venezuela y le tocó trabajar la difícil relación de la Conferencia de los obispos con el entonces presidente Hugo Chávez. En el 2013, apenas designado, Francisco lo designó secretario de Estado y en el 2014 elevado a la dignidad de cardenal.

Negoció el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba en 2014 y fue el artífice de la Visita del Papa a México y Cuba, donde además se reunió con el Patriarca Kiril. Un paso importante en la unidad de los cristianos, en esos momentos.

En estos últimos diez meses hubo cambios importantes en las relaciones entre el Estado mexicano y las iglesias y particularmente con la Iglesia católica.

Un experto como Parolin debe entender las implicancias de los fallos de la Suprema Corte de Justicia en materia de moral sexual y familiar: la despenalización del aborto y la consagración de los matrimonios entre personas del mismo sexo. Las sanciones aplicadas por el Tribunal Federal Electoral a dos cardenales y dos prelados importantes por llamar a votar “contra el partido del gobierno” cambian también la situación del Estado, el concepto de laicidad y muestran además la incapacidad de la Jerarquía católica de construir una relación constructiva con la sociedad mexicana que emerge de la pandemia.

El hecho de que la visita de Parolin fuera anunciada por la gobernadora de la Ciudad de México muestra también un posicionamiento de Claudia en la carrera presidencial de 2024, quien no tuvo mayor problema en apersonarse en la multitudinaria celebración de la Semana Santa en Iztapalapa, exclamando que “el Estado es laico, pero que ella acompaña al pueblo”. A ningún observador se le puede escapar que estamos frente a una serie de movimientos estructurados desde el Vaticano y que el silencio de la Jerarquía católica ante la visita de Parolin, lo único que presagia es la profunda molestia de los jerarcas mexicanos ante la política papal en México.

Un buen indicio es que Parolin tiene a su cargo el templo de San Judas Tadeo en Roma. Evidentemente es un experto en resolver causas imposibles.


Doctor en antropología, profesor investigador emérito ENAH-INAH 

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