El campeonato mundial de futbol es una buena oportunidad para mejorar la comprensión de la cuestión étnica y nacional en el mundo. Si usted cree que enumerando los países miembros de las Naciones Unidas resolvió el problema, los antropólogos estamos precisamente para complicarle sus cuentas. Lo más complejo e interesante del mundo contemporáneo es la construcción de estados multinacionales y plurirreligosos, donde la tensión más complicada consiste en la capacidad del grupo étnico nacional dominante en construir lealtades en torno al Estado-nacional, que rebasen las lealtades étnicas. Para ello se crea la religión cívica planteada por E. Durkheim donde la bandera nacional, el himno y la historia patria se configuran como las estrategias del Estado-nación para construir lealtades. Los juegos olímpicos cumplen el papel de aglutinantes estatales, en este contexto, el futbol es clave. La inversión que realizan los Estados en las “batallas” deportivas en un elemento estratégico destinado a construir identidades en torno al Estado-nación, que les dio excelentes resultados. El futbol es negocio por la capacidad para aglutinar masas y multitudes, realizando un conjunto de ejercicios de manejo y manipulación de las masas que son útiles para introducir nuevos productos. Las mafias medran en torno a la eficacia simbólica de este deporte.

El apoyo a la selección nacional de España, por ejemplo, le permite a ese país construir una identidad de Estado, que rebasa las tendencias autonómicas que existen en varias comunidades como vascos y catalanes (que hace pocos años realizaron un ejercicio separatista). Bélgica tiene fuertes conflictos ente valones (de habla francesa) y los de habla flamenca. Alemania recién logró la unidad nacional en el siglo XX. El Reino Unido no ha logrado construir una selección nacional e Inglaterra, Escocia y Gales se presentan por separado, cabe mencionar que hace pocos días el gobierno inglés prohibió a los escoceses realizar un referéndum de independencia del Reino Unido. Los países musulmanes no le permiten a Israel competir entre las selecciones nacionales del Cercano Oriente asiático y podríamos seguir con muchos ejemplos.

Uno de ellos es la selección de futbol de Irán que no entonó el himno nacional en su debut. Irán es un país multicultural, tiene 94 etnias. También es conocido como Persia, los persas son musulmanes chiitas y el 44.9% de la población. Las etnias turcas u otomanas configuran el 20.7%, los kurdos el 8.6% y están concentrados en ciertas regiones, entre 1946 y 47 fundaron una república independiente que fue arrasada por los persas. Existen más de 12 etnias con más de medio millón de personas. Es una república islámica con gobierno teocrático chiita, que además tiene fuertes problemas por el proceso de secularización entre los jóvenes. Estas tensiones estallaron con la muerte en prisión de una joven kurda por no llevar el chador (velo musulmán) “en forma correcta”, es decir al modo chiita persa, pero los kurdos son musulmanes sunnitas, otra tradición religiosa musulmana, que es el 90% del mundo islámico. Sólo en Irán gobiernan los chiitas. La negativa de la selección a entonar el himno era un acto de protesta contra el gobierno teocrático iraní, que no entiende ni a las mujeres, ni a los jóvenes, ni está dispuesto a reconocer la diversidad étnica del país. Esto explica la ferocidad de la represión contra los manifestantes agredidos con fuego letal. El Estado nacional no puede legitimarse por consenso y elige la violencia.

Los estadios deportivos tienen un papel que compite con los sistemas religiosos en la orientación y la capacidad para dar sentido a las masas, compitiendo aparentemente en un duelo entre “iguales” que son diferentes. Aparecen estrellas del futbol transformados en nuevos demiurgos, que introducen un nuevo orden en el caos. La “mano de Dios” de Maradona permitió a los argentinos “derrotar” simbólicamente a los ingleses, que meses antes los habían desalojado de las Islas Malvinas. Brasil, uno de los países más endeudados del mundo tiene la ilusión de haber sido varias veces campeón del mundo. El Tercer mundo puede tener la ilusión de ser iguales o mejores que las grandes potencias.

Por horas, los sueños pueden convertirse en realidades fugaces y recordemos “que no sólo de pan vive el hombre”.

Doctor en antropología, profesor investigador emérito ENAH-INAH

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