Una de las cuestiones estratégicas de nuestro tiempo es el papel de los jóvenes en la construcción de nuevos proyectos de vida social y política. El problema más complejo para los adultos es asumir que están siendo rebasados por la nueva generación que disputa nuevos espacios, de la misma manera que en su momento los Baby boomers , la generación X o los Millennials disputaron la construcción del futuro y fueron moldeando nuevos escenarios.
Desde dicha perspectiva, el papel de la comunicación de masas juega cada vez más un rol relevante, donde las grandes empresas de comunicación se fragmentan en la disputa de la construcción de nuevos referentes y deben competir con las redes sociales . En este contexto, las diferentes iglesias, sistemas religiosos y proyectos políticos culturales ofrecen modelos de identificación a las masas, que incluyen en forma transversal referentes sólidos y convincentes de acuerdo a los modelos ya establecidos o innovando en los mismos. Los hay religiosos y seculares.
Las iglesias tienen una estrategia para relacionarse con los jóvenes y es a través de la música. Según los datos de la Asociación de Radios Cristianas en Español (ARCE) hubo en noviembre 129 lanzamientos de música cristiana, 37% más que en octubre, los géneros musicales fueron alabanza y adoración, pop, balada, rock y rap, y en cifras menores reggaetón, merengue, cumbia, ranchera y electrónica. Cómo puede apreciarse hay de todos los géneros y la disputa por la eficacia simbólica está referida a la letra de las canciones.
Qué pasó en un espacio más secular, que también interesa a los jóvenes (y otros no tan jóvenes):
Estas semanas tuvimos la presentación de nuevos proyectos políticos culturales expresados en el campeonato mundial de futbol. La realización del Mundial por primera vez en un país musulmán, de los más exitosos económicamente, simbolizó la consolidación de estos en el concierto de “los grandes”, no interesaban los resultados de su propio equipo, sino el orgullo de poder recibir a jugadores y espectadores de todo el mundo: la consolidación social (y política) de su inserción en un mundo globalizado . Para un antropólogo no podía pasar desapercibido que muchos jugadores hacían símbolos religiosos al ingresar a la cancha, particularmente notorio en los relevos.
La disputa de los cuartos de final tuvo un gran simbolismo, porque también un país musulmán (Marruecos) llegó por fin a tan anhelada posición. En el deporte, la cuestión no es necesariamente ganar, sino algo más importante: ser reconocido como un interlocutor (o rival válido). El partido final entre Francia y Argentina mostró otra realidad que intentan soslayar los países europeos (y sus impresentables racistas): la importancia estratégica de los migrantes en la construcción de un mundo más incluyente y respetuoso de los diferentes aportes étnicos y nacionales en la construcción de nuevos proyectos de vida: Mbappé se consolidó como un apellido francés, a quien Macrón, el presidente de Francia, agradecía el desempeño en el Mundial.
La Selección francesa de futbol era el reflejo de la diversidad de Francia , que es evidente que no puede pensarse ya a sí misma como un “país blanco”, sino que debe asumir que los franceses procedentes de los “departamentos de ultramar”, eufemismo para designar los restos de su antiguo imperio colonial, son quienes llevaron adelante la bandera nacional, y estuvieron a un tris de quedarse el trofeo.
En el caso de Argentina, también quedó clara la potencia de un país de inmigrantes, los “pueblos trasplantados” de los que hablaba el antropólogo brasileño Darcy Ribeiro , bastaba escuchar los apellidos de los jugadores. Otro ingrediente interesante del Mundial es el tono familiar que adquirió, las esposas de varios jugadores ingresaron al festejo con sus hijos, quienes compartieron por momentos con ellos. Otro detalle importante que aporta a un diálogo intercultural fue que Messi aceptara ponerse por momentos el Bisht, una prenda qatarí que se usa en los momentos más importantes de la vida de un habitante de ese país. El diálogo está basado en la capacidad de reconocer que el “otro” me puede aportar y enriquecer como persona, que tengo la disposición de escuchar y aprender de mi interlocutor.
“País donde fueres haz lo que vieres” y si quieres que te respeten comienza por respetar.