El sábado 26 de agosto la Red Internacional de Legisladores Católicos (ICLN por sus siglas en inglés) se reunió con el Papa, después de su XIV Reunión anual, que es cerrada y sin prensa. La Red cuenta con legisladores de todos los países, pero hay que ser invitado y tiene requisitos para ser miembro de ella:

"Presupone un perfil católico o cristiano visible que se refleja en el registro de votación individual y en las declaraciones públicas, a la santidad  desde el momento de la concepción hasta la muerte natural, la verdadera naturaleza del matrimonio sacramental como unión entre un hombre y una mujer, y el compromiso de defender la libertad fundamental de religión y de conciencia".

El perfil está definido y evidentemente tiene como requisito que los legisladores posean un perfil conservador. La Red impulsa acciones con redes similares del mundo evangélico destinadas a preservar estos principios, quizás este sea de los pocos espacios ecuménicos del que participan activamente con muchos líderes evangélicos. El tema de esta conferencia muestra el perfil del “enemigo”: “Lucha de grandes potencias, captura corporativa y tecnocracia: una respuesta cristiana a las tendencias deshumanizadoras”.

La pregunta es en qué espacios políticos pueden incidir, teniendo en cuenta que los países europeos en su inmensa mayoría han legalizado el aborto y el casamiento entre personas del mismo sexo. En América Latina varios países de mayoría católica están cambiando sus legislaciones para permitir el casamiento entre personas del mismo sexo y la interrupción del embarazo. Otra arena política sumamente conflictiva son los Estados Unidos, donde la Conferencia Nacional de obispos, en su mayoría conservadores, han amenazado a los políticos con excomulgarlos, negándoles la comunión cuando asisten a servicios religiosos.

Este comportamiento ha beneficiado a los republicanos, quienes en su mayoría son provida y perjudica a los demócratas, donde la mayoría de los políticos católicos son proderechos. Francisco, en forma sistemática, promovió a la minoría de los obispos proderechos, lo cual implicó una ruptura con los conservadores.

La controversia es compleja porque implica una confrontación entre el derecho positivo, resultado de la evolución cultural, que genera cambios dinámicos en los valores y normas sociales, y el derecho natural, que está referido a textos canónicos y normas eclesiásticas de derecho canónico. También la transformación de normas canónicas y religiosas implica un conflicto normativo pues se estaría aplicando a personas que tienen otras religiones y visiones del mundo que no sancionan este tipo de comportamientos.

Otro punto en conflicto es la propia historicidad del cristianismo, hasta qué punto, en distintos momentos históricos, los teólogos elaboran nuevas interpretaciones que cambian radicalmente los sistemas de valores, que habían planteado como únicos e inmutables. El ejemplo más reciente está referido a la aceptación de los divorciados en las actividades pastorales.

Un segundo problema está referido a la propia legitimidad del comportamiento de los políticos, ¿deben actuar de acuerdo al mandato popular, con el cual fueron elegidos o acatar sus lineamientos religiosos?, que muy probablemente nunca le expuso a quienes lo votaron. En el caso de los Estados Unidos, John F. Kennedy, el primer presidente católico (1961-63) tuvo que aclarar enfáticamente que acataría la voluntad del pueblo norteamericano y no los mandatos del Vaticano de ser electo. Finalmente fue asesinado, en circunstancias que todavía son confusas.

Estas situaciones exponen la posibilidad de que la Iglesia llame a que sus fieles no voten por algún candidato, miembro de su propia iglesia, que se aparta de sus mandatos canónicos. La pregunta que surge de inmediato es cómo los feligreses manejan sus lealtades y en qué ámbitos otorgan legitimidad a los mandatos eclesiásticos. La experiencia latinoamericana es la creciente laicización del voto de los creyentes y que cada vez menos estén dispuestos a acatar instrucciones eclesiásticas en materia electoral, pues consideran que, en esos ámbitos, los sacerdotes no tienen autoridad.

Visto de otra manera, es muy probable que quienes aborten o celebren matrimonios entre personas de su mismo sexo sean creyentes y estén más interesados en tener el respaldo de su iglesia, que ver si los políticos votan, por aquello que están interesados en realizar. En esta perspectiva, los legisladores que respaldan a sus votantes (y creyentes) y se enfrentan al establecimiento religioso son vistos como innovadores culturales. El dilema de los religiosos está siempre en cómo “escrutar los signos de nuestro tiempo”, manteniendo la continuidad de sus creencias.

Doctor en antropología, profesor investigador emérito ENAH-INAH.

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