El declive de la pandemia ha llevado a la apertura de los templos y al retorno de los fieles a los servicios religiosos. Este proceso ha sido desigual, las instituciones religiosas abrieron los templos, pero la asistencia regular de los asistentes ha disminuido considerablemente. Los que han restablecido niveles altos de participación son los santuarios urbanos y las peregrinaciones que han retomado una fuerte participación, aunque todavía no están en los niveles prepandemia.
Es importante entender las diferentes dinámicas de las prácticas religiosas y las espiritualidades vinculadas, y articuladas con los sistemas religiosos. Las cifras censales y las encuestas simplifican por razones obvias la adscripción religiosa y suponen que todos los creyentes que declaran su pertenencia a una iglesia son homogéneos. A su vez, quienes administran las iglesias, sacerdotes, pastores y obispos están interesados en mantener la “confusión”. Es evidente que las creencias religiosas mantienen sus tendencias y que las iglesias están haciendo esfuerzos por reactivarlas. Hemos detectado en nuestra observación de campo que la asistencia a los templos disminuyó significativamente después de la pandemia.
En el mundo católico se han reactivado las peregrinaciones y la asistencia a los santuarios a los cuales asisten personas de todas las edades, esta asistencia, masiva en las festividades de los santos patronos respectivos debe entenderse que está relacionado con el catolicismo cultural. Durante este periodo, muchos hicieron promesas vinculadas con la salud y otras situaciones críticas, manteniendo sus creencias, que incluyen castigos divinos, si no se cumplen las promesas y “mandas”, reactivándose los centros ceremoniales. Por ejemplo, la Fiesta del Señor de los Milagros en el mes de octubre en Perú, la asistencia al Santuario de San Judas Tadeo todos los días 28 o las peregrinaciones del Santuario del Tepeyac, dedicado a la Virgen de Guadalupe, también en la Ciudad de México. El dinamismo del catolicismo cultural fortalece formas no institucionalizadas de las prácticas religiosas que no redundan en recursos ni en poder para la Jerarquía católica. Nuestra observación de campo nos ha permitido detectar una disminución en matrimonios y bautizos.
En el campo evangélico también se observó una disminución de la asistencia a los servicios religiosos y en este caso la estrategia es distinta por las peculiaridades del mismo; debemos diferenciar las megaiglesias, las grandes y medianas denominaciones frente a las pequeñas denominaciones. Las megaiglesias tuvieron una disminución importante de su feligresía y de alguna manera el liderazgo de las mismas, muy basadas en personajes carismáticos, quienes en muchos casos se identifican como “apóstoles” tuvieron una crisis considerable. Las grandes y medianas denominaciones, con más de mil congregaciones tuvieron una estrategia diferente que consistió en el fortalecimiento de su estructura de cuadros religiosos (pastores y obreros) realizando congresos diferenciados por mujeres, jóvenes y pastores, que fueron bastante exitosos y les permitió fortalecer su estructura organizacional. Las denominaciones más pequeñas fueron muy afectadas por la disminución de la feligresía.
Un factor adicional fue el lamentable fallecimiento de cifras importantes de ministros de culto, tanto católicos como evangélicos durante la pandemia y más aún antes que se aplicaran los programas de vacunación; por su propia formación institucional, los ministros estuvieron muy expuestos a contagios y esto tuvo consecuencias fatales para muchos. En el caso de ciertas propuestas pentecostales el fallecimiento de algún feligrés o pastor impactó en los criterios de eficacia simbólica y el carisma de la denominación.
Las propuestas religiosas que hacen énfasis en la inminencia del fin del mundo fueron impactadas: la pandemia incentivó estas creencias, aunque no necesariamente incrementaron su feligresía. Citaré las investigaciones de Pew Research Center en la materia: encontraron que los protestantes que dicen que estamos viviendo “los tiempos del fin” ascienden a 55%, mientras que los católicos se ubican en un discreto 27%. Estas convicciones religiosas se expresan en modelos y proyectos de vida de los creyentes. Los católicos culturales latinoamericanos están convencidos que tienen mucho tiempo por delante y necesitan llevarse bien con sus santos y vírgenes protectoras. Los evangélicos prefieren mantener un diálogo directo con Dios.
Doctor en antropología, profesor investigador emérito ENAH-INAH