El jueves 6 de junio el papa Francisco se reunió en sesión plenaria con el Dicasterio para el Clero, que congregó a obispos y cardenales de distintos continentes. La crisis de vocaciones sacerdotales es la gran debilidad de la Iglesia Católica, las exigencias de castidad y celibato de sacerdotes y seminaristas en un mundo donde la disminución de los nacimientos es notable, a lo que se agrega que la sexualidad humana es vista como un elemento inherente a los seres humanos. La percepción de la vida erótica como algo diabólico y contaminante es un tema del siglo pasado.
El Papa ha tratado de integrar a sus cada vez disminuidas huestes sacerdotales proponiendo tres grandes temas: la formación permanente del sacerdocio, la promoción de las vocaciones sacerdotales y el diaconado permanente. Este último es un tema complicado para los obispos católicos de rito latino, que involucra al 91% de los fieles católicos romanos pues los de ritos orientales tienen sacerdotes casados y los obispos se eligen de las congregaciones religiosas que son célibes.
El primer tema, la formación permanente de los sacerdotes es presentado como un proceso constante de actualización frente a lo dinámico de los cambios culturales contemporáneos, en realidad a Francisco le preocupan las transgresiones de los sacerdotes a la castidad. Según mis informantes alrededor de un tercio de los sacerdotes son homosexuales en activo, lo cual sobrepasa la media de la sociedad, los feligreses cuando advierten estas preferencias en sus sacerdotes hablan de las “debilidades del padrecito”. Otro contingente importante es heterosexual y lo ejerce, teniendo mujer e hijos, los feligreses mencionan “los milagritos o los sobrinos del padre”; o recurriendo a sexoservidoras. Según datos de campo serían castos entre el 5% y el 10% del personal.
Los psicólogos consultados, con experiencia en trabajo con ministros de culto señalan que el mundo unisex de los seminarios, órdenes y congregaciones religiosas es un imán para quienes tienen este tipo de preferencias, siendo una posición socialmente reconocida y no tienen que explicar por qué no se casan o tienen una pareja. Recientemente el Papa fue cuestionado pues en una reunión con obispos italianos llamó a fortalecer el clero y dijo que había demasiados homosexuales, empleando en este caso un término sumamente vulgar y despectivo en italiano, que lo obligó a pedir disculpas, destacando que no quiso decir lo que dijo.
El tercer tema se refiere a los diáconos permanentes casados, quienes fueron rescatados para la Iglesia en el contexto del Concilio Vaticano II (1962-65) y habían tenido un papel muy importante en la Iglesia primitiva, para ser “descartados” en la larga e infructuosa marcha de la Jerarquía católica para imponer el celibato sacerdotal después del siglo VIII. Una cuestión económica y de disciplina, mas que teológica o bíblica, pues 11 de los 12 Apóstoles eran casados, al igual que los pontífices de los primeros tiempos, incluido Pedro. “El obispo debe ser hombre de una sola mujer” propone (o exige) Pablo en las Cartas a Timoteo (1Tim.3.2).
Este tema es el que ofrece mas resistencia en los sectores conservadores de la Iglesia Católica, quienes defienden el celibato sacerdotal a ultranza y cuestionan a Francisco pues están convencidos que el Papa, ante la caída drástica de las vocaciones está decidido a eliminar la obligación del celibato para los sacerdotes diocesanos y se propone mantenerlo en las órdenes y congregaciones religiosas, siguiendo el modelo de los católicos romanos de ritos orientales.
Manteniendo la habitual ambigüedad del lenguaje institucional que implica la mención de un tema, como algo obligado a revisar, aunque se lo enuncia como una presunta sugerencia: propone definir la “identidad específica del diaconado permanente”, centrándose, entre las diversas tareas de los diáconos, más decididamente en la diaconía de la caridad y el servicio a los pobres, pero advierte “ojo, porque muchas veces el diácono es pensado como un presbiterio de segunda. Lo vemos cuando algunos de ellos están en el altar y parecen querer concelebrar. El servicio de los diáconos es a favor de los huérfanos, viudas, obras sociales, en Cáritas, en la administración de los sacramentos ayudando a los párrocos. Asegúrese de que los diáconos no se sientan sacerdotes de segunda clase. Sería un riesgo ahora mismo”. En uno de sus habituales juegos de palabras donde parece negar lo que afirma o afirma lo que niega. Es evidente que quiere romper con la hegemonía perversa de quienes juegan a la castidad y el celibato como una estrategia de poder clerical. Francisco ha tratado sistemáticamente de romper con las estructuras patriarcales de las anquilosadas y desprestigiadas burocracias clericales.
No se extrañe, respetado lector si pronto veamos a los sacerdotes dándoles públicamente la comunión a sus hijos y su esposa, ya lo hacen, pero con “su hermana y sus sobrinos”.
Doctor en antropología, profesor investigador emérito ENAH-INAH