Este mes de abril tiene novedades electorales en América Latina. La segunda vuelta electoral en Ecuador, elecciones de congresistas y primera vuelta presidencial en Perú, se difirieron las elecciones en Chile, argumentando la pandemia y el inicio del proceso electoral de diputados, gobernadores y municipales en México. Varios candidatos han hecho gala de compromisos religiosos y esto nos replantea la pregunta que es una constante desde los procesos independentistas del siglo XIX. ¿En qué medida influyen los actores y los compromisos religiosos en los procesos electorales y particularmente en el momento de ejercer el voto? Un lugar común es que la Iglesia católica tiene capacidad para influir en el comportamiento político de su feligresía y particularmente en las mujeres, quienes tomarían en cuenta las instrucciones de sus sacerdotes. Mas recientemente, y después del apoyo de las iglesias transpentecostales a Bolsonaro, en Brasil es habitual escuchar a ciertos analistas que imaginan la participación disciplinada de millones de votantes evangélicos que siguen las órdenes de sus pastores. También existe el estereotipo de que las personas religiosas son conservadoras.
Otro asunto también mencionado constantemente es que los creyentes emiten su voto en función de la opinión de los políticos en materia de moral sexual (oposición al aborto) y la defensa de la familia tradicional que se expresaría en una oposición al matrimonio entre personas del mismo sexo. Las encuestas y las investigaciones cualitativas realizadas por diversos analistas dicen lo opuesto. El problema básico es que muchas veces los líderes religiosos no expresan los sentimientos de sus feligreses, sino que construyen un discurso de comportamiento “correcto”, para evitar sufrir la deslegitimación de otros líderes con los que compitan. Están más preocupados “por el que dirán” de él. Algunos analistas suponen que lo dicho por el líder será obedecido a “pies juntillas” por sus feligreses, y que también estos piensan lo que expresa el liderazgo. Para ser concreto, los líderes se mueven entonces en la cultura ideal, lo que debiera ser y los feligreses en la cultura real, aquello de su cotidianeidad, que deben resolver para salir adelante, algo más complicado aún, en tiempos de pandemia. Los sectores evangélicos que apoyaron a Trump han logrado instalar en los imaginarios de los líderes el discurso (“políticamente correcto”) fundamentalista, que no es compartido por la mayoría de los evangélicos en América Latina.
Complica más las predicciones del voto creyente que muchos candidatos contratan los servicios de consultores internacionales, quienes aplican los modelos de campañas electorales adaptados a la cultura norteamericana. Sufrimos entonces una “opinión pública” que asume acríticamente estos planteamientos como “novedosas revelaciones”. Un estudio de los comportamientos electorales muestra otro panorama. Los líderes fundamentalistas latinoamericanos no fueron apoyados por la mayoría de los evangélicos, y lo más curioso, obtuvieron el apoyo de los sectores ultraconservadores católicos, que no encuentran referentes entre los católicos, como fue el caso de Bolsonaro en Brasil y de Fabricio Alvarado en Costa Rica en 2019; del mismo modo; los ultraconservadores evangélicos apoyaron a candidatos del Opus Dei católico en Ecuador (Guillermo Lasso) o en Perú (López Aliaga). Pero la mayoría de los evangélicos y los católicos de esos países apoyan otras opciones vinculadas a cuestiones de la coyuntura nacional y no toman en cuenta asuntos de la agenda moral. Sí toman en cuenta los testimonios personales de los candidatos y no lo que estos dicen (o predican). Más recientemente católicos y evangélicos progresistas no tuvieron ninguna vacilación en votar por Luis Arce Catacora en Bolivia, ateo declarado, candidato presidencial triunfante del Movimiento al Socialismo.
El comportamiento y desempeño personal de los gobernantes es clave para evaluar la siguiente elección, en el caso brasileño, el Obispo Crivella de la poderosa Iglesia IURD Pare de sufrir, encarcelado por corrupción, fue derrotado en Paes, también conservador, pero católico, en Río de Janeiro. ¿Cuál es la verdad? En muchos casos las encuestas han fallado, pero la madre de todas las encuestas son los procesos electorales mismos. El próximo domingo 11 de abril se confrontan en la segunda vuelta electoral el banquero Guillermo Lasso, laico del Opus Dei (62 años) y el correísta Andrés Arauz (38 años). En Perú ese mismo día se celebran elecciones de congresistas y la primera vuelta electoral presidencial. Servirá entonces para entender las tendencias electorales y el estado de ánimo de las sociedades latinoamericanas después de la pandemia.
Le sugerimos no hacer apuestas.
Doctor en antropología.
Profesor investigador emérito ENAH-INAH