México tiene la peculiaridad de ser un país que, desde la Reforma Liberal de 1857, mantiene una férrea separación entre la Iglesia católica y el Estado y a su vez enumera en sus censos de población, la religión de sus habitantes. El primer Censo de 1895 informó que el 99.1% de los mexicanos era católico. El Censo más reciente de 2020 nos informa que el 77.7% de la población es católica.
La influencia de la Iglesia católica ha disminuido constantemente, tanto en términos cualitativos como cuantitativos, este fenómeno es visible en todos los países del continente. Muchos mexicanos señalan ser católicos por tradición familiar, pero que no realizan en forma cotidiana las prácticas religiosas, ni aplican los preceptos y valores propuestos por la institución. Esto genera dos procesos divergentes: por una parte, hay quienes buscan propuestas religiosas más estrictas y se incorporan a las distintas opciones del mundo evangélico y otros, por lo contario, renuncian, no practican o no tienen religión.
Hay otros datos. En México , en 2019, se realizaron 504,923 matrimonios civiles y hubo 211,081 ceremonias católicas, el 41.8%. Nacieron 2,092,214 niños y hubo 1,483,862 bautizos, el 70.9%, pero ese mismo año hicieron la primera comunión: 1,162,673 el 55.6% de los que nacieron. Estas cifras indican un descenso creciente de la institución. Según distintas investigaciones de campo, son practicantes del catolicismo alrededor del 12% de la población y esto varía por regiones y estados.
La recolección de la información tiene varios problemas, el más notable es que cuando hacen el censo contesta la persona de más edad del hogar censal, quien tiende a considerar que todos los miembros de su familia son católicos; otro problema es que en muchos casos, y particularmente en zonas de conflicto religioso, el entrevistado tenga miedo de expresar su adscripción a una minoría religiosa, en otros casos el censista prefiere poner a todos como católicos y evitarse el engorro de poner nombres de iglesias muy largos, que le dificulta cumplir con los tiempos asignados para cada entrevista. El Censo 2020 tuvo un problema adicional, en marzo llegó la pandemia de Covid 19, mucha gente tenía miedo a recibir extraños y, en otros, los hogares de clase alta no abrieron la puerta por seguridad y contestó, en el mejor de los casos, el portero del edificio. El Inegi aplicó una estrategia muy cuestionable, pues adjudicó a las casas “cerradas”, el promedio de los datos de los vecinos.
El Inegi informó que había 126 millones de habitantes y adjudicó 97 millones de católicos (77.7%). Habría entonces 28 millones de personas que no son católicas. Informa que existen 645,411 ateos y 76,976 agnósticos. Luego creó otras categorías generales como protestantes, pentecostales, evangélicos o cristianos. En otros casos, adjudicó cifras a iglesias con nombres propios: Asambleas de Dios, Cristiana Interdenominacional, por ejemplo, adjudicándoles cifras muy por debajo de su membresía. Lo más complicado es que crea categorías que transcribo textual: sin adscripción religiosa (creyentes) 3,103,464, religión no especificada 491,814 y ninguna religión 9,488,671. Estas categorías confusas involucran a 13 millones de personas (10.4%)
El problema de la metodología del censo es que está construida por especialistas católicos que no toman en cuenta los criterios del mundo evangélico para definir su adscripción religiosa. Algunos apresurados consideran que los que dicen: Sin religión, serían ateos, nada más alejado de la visión del mundo evangélica, y llegaron a afirmar que había diez millones de personas que no creían en nada.
Los evangélicos pueden decir que no tienen religión, pues eso es “cosa de hombres” y que ellos se dedican a adorar a Cristo. Además, ateos y agnósticos se identificaron como tales según los cuadros que nos proporciona el Inegi.
Queda en el aire la pregunta: ¿qué pasó después de la pandemia, qué cambios hubo en las preferencias y en las prácticas religiosas? En cuestiones tan complejas como los temas espirituales, las cifras pueden orientar, pero debemos entender que hay cuestiones que no pueden ser resueltas en una entrevista por un censista sin conocimientos en el tema. Los datos del Censo de Población, en materia religiosa, abren más preguntas que respuestas.
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