Hace 35 años, un antropólogo norteamericano, David Stoll publicó un libro con un título provocador “¿América Latina se está volviendo protestante?” Años después podemos preguntarnos ¿hacia donde van las creencias religiosas? en un mundo atomizado y globalizado, donde coexisten formas muy distintas de pensar y los cambios culturales avanzan en distintas direcciones, oscilando entre la construcción de nuevos relativismos culturales, hasta el reclamo de “volver a los orígenes” o el fortalecimiento de las lealtades primordiales como la familia y la vida comunitaria, construyendo así núcleos propios que nos permitan mantener las tradiciones, asumiendo con “mucho cuidado” las “novedades”.

Es evidente el crecimiento del mundo evangélico en América Latina y, sin llegar a los extremos de Stoll, es importante entender en qué cambió y hacia dónde. Los católicos están acortando sus diferencias con los protestantes. Según las encuestas de Pew Research Center los católicos del continente americano están de acuerdo en que los sacerdotes se casen y en el ordenamiento sacerdotal de las mujeres; también coinciden en el uso de anticonceptivos y otras formas de control natal y aceptan que las parejas de divorciados o que viven en unión libre, puedan comulgar.

Un capítulo especial de la investigación esta referido a la popularidad y aceptación del papa Francisco, quien adoptó medidas muy novedosas en la Iglesia Católica, abiertamente confrontadas con la mayoría de los obispos y amplios sectores del clero, quienes después de las “purgas” aplicadas por Juan Pablo II y Benedicto XVI son muy conservadores. Incluso hubo quienes planteaban excomulgar a Francisco, nada más alejado de la realidad.

Los índices de popularidad entre los católicos de Estados Unidos y los principales países latinoamericanos rondan en el 75% de los católicos y el 55% de los evangélicos. Las medidas que más molestan a obispos y sacerdotes consolidaron la popularidad del Papa, tales como el reconocimiento y pedido de perdón por los abusos del clero y los pasos en la reconciliación con los protestantes luteranos participando de los festejos de la Reforma, el pedido de perdón a los pentecostales italianos o el fortalecimiento del papel de las mujeres en la Iglesia lo han consagrado cómo un referente mundial, ante la alarma de los tradicionalistas acostumbrados al encubrimiento de pederastas, un comportamiento de elite clerical misógino y la alianza con los poderosos.

La mayoría de los católicos están convencidos que Francisco está en lo justo cuando plantea renovar la Iglesia y entender las nuevas formas de espiritualidad compartidas entre los jóvenes, y estos lo ven como alguien que los entiende y se preocupa por ellos.

También es popular entre los otros cristianos, aquí existe una barrera similar, las jerarquías de la mayoría de las iglesias evangélicas no ven con buenos ojos las propuestas ecuménicas del Concilio Vaticano II, qué Francisco aplica con esmero, considerándolas una estratagema de la Iglesia para que vuelvan a la “obediencia a Roma”. Alrededor del 55% de los no católicos no comparten esas preocupaciones y son más optimistas: consideran que Francisco es un líder sincero y ven con simpatías sus propuestas.

Es importante mencionar que el discurso de Francisco resulta polémico en Europa, su apoyo decidido a los migrantes, su neutralidad en el conflicto ruso ucraniano, los diálogos que intenta con China Comunista y su perspectiva del conflicto en Medio Oriente no resulta convincente para muchos de sus feligreses tradicionales, que recuerdan con nostalgia a Juan Pablo II y su alineamiento constante con los planteos europeístas y occidentales.

La pandemia de Covid19 y las consecuencias del aislamiento social que implicó, produjo cambios en las formas de expresión religiosas y simbólicas de los “sobrevivientes”, muchas actividades se volvieron “virtuales”, a la vez que presenciales, hay quienes participan de los servicios religiosos desde las redes digitales, combinando lo digital con lo presencial. Cambiaron las formas de expresión de los sentimientos, los afectos y la solidaridad con nuestros amigos y parientes. Algunas iglesias han sabido entender “los símbolos de los tiempos” (Mt 16), y los cambios culturales, están reformulándose para asumir nuevas formas de acompañamiento de los creyentes. Hay quienes no lo entienden y recordemos que “cuando el panadero es malo, le echa la culpa a la harina”.

Doctor en antropología, profesor investigador emérito ENAH-INAH

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