El 29 de octubre se reunirá el Papa con el presidente Biden, quien viajará a Roma con motivo de la reunión del G20. De allí se trasladará a Glasgow, Escocia, para participar en la Conferencia sobre Cambio Climático, enmendando la posición negacionista de su antecesor D. Trump. Es habitual que los presidentes de Estados Unidos se reúnan, al inicio de su mandato, con el Pontífice en turno, desde el establecimiento de las relaciones diplomáticas en 1984. Las posiciones claramente anticomunistas de Ronald Regan y Juan Pablo II allanaron las divergencias doctrinales que tenía Estados Unidos contra el reconocimiento de la Santa Sede y la Iglesia Católica como Estado.
Francisco se reunió en Roma en 2014 con Barak Obama y en septiembre de 2015, después de una escala en Cuba, visitó Estados Unidos participando del Encuentro Mundial de las Familias en Filadelfia y visitó Washington y Nueva York. Biden se ha entrevistado varias veces con Francisco: en 2013 cuando asumió el pontificado, en la visita del Papa a Estados Unidos y en 2016 en el marco de una conferencia sobre el cáncer. El 9 de octubre se reunió con Nancy Pelosi, católica y presidenta de la Cámara de Representantes, y el 28 de junio estuvo el secretario de Estado, Antony Blinken, reunido con Francisco. En este contexto la reunión, aparentemente rutinaria, ha sido cuidadosamente preparada.
La agenda es múltiple, a nivel local es de todos conocido que a mediados de noviembre se reunirá en Baltimore la Conferencia del Episcopado norteamericano y que la mayoría de los obispos, quienes apoyaron a Trump, tiene planeado excomulgar a Biden, un católico practicante de misa semanal, que apoya el aborto y el matrimonio entre personas del mismo sexo. Algo muy conflictivo con el episcopado ultraconservador.
Los obispos conservadores no tienen buenos números en su gestión; los bautizos en 2003 fueron 1,045,000 y para 2019 cayeron a 658,000. Los casamientos católicos en 2003 ascendieron a 323,000 y en 2019 bajaron a 131,000. Las vocaciones sacerdotales también están en crisis: en 2003 había 46,839 sacerdotes que se redujeron a 38,216 en 2019. Las religiosas están también disminuyendo, bajaron de 71,386 a 51,856. Podemos agregarle el envejecimiento del personal.
Los únicos presbíteros que crecen son la negación de su posición conservadora: los diáconos permanentes casados pasaron de 14,354 a 18,199. Estos últimos son precisamente el testimonio del fracaso del proyecto conservador. Podríamos agregar el notorio desprestigio de la jerarquía por los constantes escándalos por protección a pederastas y otros delincuentes. La crisis del celibato sacerdotal es precisamente la derrota de los conservadores
La estrategia de los obispos conservadores para excomulgar a Biden por apoyar el aborto ha sido controlada con dificultad por Francisco, pues lo coloca en una situación de desventaja, dado que el tema es de carácter doctrinal y el golpeteo conservador apunta a deslegitimarlo y eventualmente destituirlo u obligarlo a renunciar como Papa para sustituirlo por un conservador. Los jerarcas están francamente en desacuerdo con la declaración de la Iglesia como una estructura sinodal que incluya un amplio plan de consulta a los laicos, que confluirá en 2023 a un Sínodo para renovar la Iglesia Católica. Esta “reingeniería institucional” es vista como peligrosa y una clara amenaza por los conservadores.
También hay una agenda internacional, la presencia del secretario de Estado nos hace presumir intensas conversaciones en torno a áreas de interés comunes, como Medio Oriente, particularmente Palestina, Siria e Irak. Además de América Latina, específicamente Centroamérica, Cuba y Venezuela. Otra cuestión relevante es la cuestión migratoria de latinoamericanos y caribeños entrampados en la frontera sur de Estados Unidos. Sobre el particular, los sectores de la Iglesia vinculados a Francisco tuvieron una clara estrategia de apoyo a los migrantes y presionan sobre México y Estados Unidos para que les den un trato humanitario y los reciban en forma adecuada.
La agenda de la relación entre Estados Unidos y el Vaticano tiene muchos temas y diversas aristas, aunque podemos pensar que cuando se reúnen los jefes de Estado es que sus respectivos equipos ya “plancharon” los acuerdos. Nos queda la inquietud y la curiosidad sobre cuáles serán los mismos. Esperemos que sean para bien de la humanidad.
Profesor investigador emérito ENAH-INAH.