El respeto al voto de las mexicanas y mexicanos ha sido un temas central en la construcción de la democracia mexicana y no ha perdido su vigencia a pesar de las décadas que se han invertido en ello.
Andrés Manuel López Obrador, virtual presidente electo de México.
3 de julio de 2018.
Desde los años 70 se luchó contra el sistema presidencialista del PRI tradicional para lograr que los votos contaran y se contaran bien, que se reflejara la diversidad del país en lo político y cultural, a la vez que se estableció la necesidad de la equidad de género en las candidaturas para que no se votara siempre por los mismos hombres y caciques.
Que cada persona que acudiera a las urnas pudiera confiar en que se evitarían las diferentes formas de manipulación fraudulenta de su sufragio y que las elecciones darían legitimidad a los gobernantes fue otra forma de construir el respeto al voto, en lo procedimental.
Cada etapa ha tenido su lucha particular para erradicar triquiñuelas específicas. Para evitar urnas embarazadas, se crearon las urnas transparentes; con el fin de evitar los muertos votantes se le dio facultades a la autoridad electoral para desarrollar los confiables padrón y lista nominal; como remedio a la propaganda inequitativa de los gobiernos y la venta de espacios publicitarios diferenciados, se estableció que solo el Instituto Electoral estaría facultado para repartir y establecer las pautas de propaganda de los partidos bajo estricto seguimiento de la ley. La lista es larga.
La democracia no es un monolito, sino que se modifica con el tiempo, busca adaptarse y frenar las nuevas formas por las que se trata de hacer inválido los principios que sustentan el respeto al voto de la ciudadanía.
Por ejemplo, se luchó y se lucha para evitar que la injerencia de los gobernantes deje en los hechos a los votantes sin una opción, ya sea por acciones directas o propaganda ilegal. De lo contrario se negaría en los hechos el derecho básico de su participación libre y soberana, así como la posibilidad de tomar sus decisiones electorales de forma democrática.
Con los nuevos tiempos políticos, surgidos del voto emitido en 2018, el límite a las acciones que los gobernantes realizan para influir en las personas que acuden a votar se ha vuelto, nuevamente, uno de los temas más preocupantes y candentes.
De sobra es sabido que es fácil actuar con ideales desde la oposición y aún más sencillo argumentar “convicciones” cuando se detenta el poder. Lo difícil es actuar con honestidad y legalidad, sea cual sea nuestra posición con respecto del poder.
Cuando se encuentra uno al mando es sencillo suponer que se tiene siempre la razón y que se vive del lado iluminado de la calle de la historia, olvidando que la historia no se modifica por decreto o discurso.
La lucha histórica de México por alcanzar la democracia nos enseña que pensarlo así no es más que la soberbia autoritaria de alguien que dice saber siempre y sin duda lo que el pueblo quiere en todo momento. Así fue el priismo tradicional y así es el neopriismo caudillista que vivimos.
Decenas, quizá cientos de ejemplos de esta soberbia han sido presentados cada mañana desde la ceremonia de Palacio Nacional, al romper la veda y las leyes para realizar un claro proselitismo, una actitud claramente ilegal a la que ahora se le suman las y los gobernadores del partido guinda.
Aunado a esto, podemos atestiguar una campaña propagandística ilegal de apoyo a favor del presidente que hace uso bardas y posters por todos lados; espectaculares en las principales ciudades, pancartas en mercados y plazas de muchas ciudades. Todo lo anterior incumple la ley al no decir quién o que organización las promueve y paga, al tiempo que se hace uso de toda la paleta de colores y tipografía que usa MORENA. Vemos una avalancha de gastos semejantes que, ni en esta consulta ni en la de los expresidentes, presentan un registro claro y transparente.
En síntesis, hemos retornado a la lucha por desmontar el aparto partidista-gubernamental que aseguraba de facto las elecciones de estado del viejo PRI y que siempre fue una lucha en favor del respeto al voto de cada persona. Es algo que tardamos décadas en lograr que se volviera una realidad y en tres años estamos casi de regreso en la casilla de inicio de este juego de las serpientes y escaleras..
En la actualidad se puede observar un gran esfuerzo por parte del neopriismo guinda, también llamado morenismo, para reinstaurar un sistema basado en la voluntad del presidente en turno y no en el respeto de la voluntad ciudadana expresada a través del voto.
Y es que no encuentro otra forma de describir la manipulación de un instrumento de participación ciudadana por parte de un partido oficial, el gobierno encabezado por su fundador y todo un red de actores incondicionales dentro del legislativo.
Por eso mismo quiero decir que yo respeto el voto de los mexicanos, en especial de los 30 millones que expresaron su voluntad en 2018 y pidieron un cambio histórico que nos alejara de las prácticas políticas facciosas e ilegales del pasado, de las elecciones de estado, del abuso del poder y del mayoriteo, en donde la razón se mide por quien la tiene mas grande…la bancada y nada más importa. 30 millones que votaron en favor del respeto a las instituciones y la Constitución, de un México plural y democrático.
Por ese respeto a los votantes no seré cómplice de este “nuevo” régimen y haré uso de mi derecho ciudadano a abstenerme de expresar mi opinión en la consulta para la revocación de mandato.
Porque yo quiero el respeto a los votantes y su lucha, la lucha de los mexicanos.
@HigueraB
#InterpretePolitico.