En un arranque de humorismo podríamos señalar que el presente gobierno tiene “memoria Dory”, pero sería injusto con el simpático personaje de Pixar, ya que ella tenía problemas neurológicos de memoria de corto plazo.
-Cicerón
En cambio, en materia electoral, se ejercita desde 2018 una memoria sesgada, mañosa y convenenciera. Lo que prima no es la búsqueda de la democracia sino el aseguramiento del poder. Patológico, quizá, neurológico ni de chiste.
El penetrante y repetitivo discurso pronunciado por López Obrador a lo largo de dos décadas ha calado hondo en las mentes de muchos mexicanos, los cuales están convencidos de que actualmente se vive una situación profundamente antidemocrática pues así lo dice el primer mandatario.
Esta crítica al sistema electoral olvida que gracias a este sistema se garantizó la legitimidad de su triunfo en 2018, que el presidente y su partido se ha levantado con una gran tajada del pastel político gracias a las leyes e instituciones electorales. De igual forma, se olvide convenientemente que él fue en gran medida impulsor de este sistema desde la oposición, siendo sus protestas el motor de diversas reformas constitucionales y legales.
Es acertado afirmar que el escenario que se pinta desde las conferencias de propaganda y ataque de cada mañana apela a la memoria selectiva de las personas con la intención de que el mayor número de mexicanos olviden la historia de la lucha por la democracia y lo que ha costado para, en su lugar, buscar imponer sobre las audiencias ese viejo principio propagandístico que dicta que “una mentira repetida un millón de veces se transforma en verdad”.
Pese a esto, los hechos históricos y etapas de la construcción de la democracia electoral mexicana permanecen, aunque se traten de negar o tergiversar por dos horas cada día desde Palacio. Sin embargo, ante la amenaza de una reforma electoral profundamente regresiva, es bueno recordar algunos aspectos importantes de las razones por las que llegamos a dónde estamos y el papel contradictorio y falaz que López Obrador ha jugado y juega.
Venta de propaganda e intervención de gobernantes
“Ciudadano presidente, ¡cállese chachalaca!”. Con esta frase el entonces candidato de la coalición Por el Bien de Todos buscaba detener la intervención en la elección de 2006 del primer presidente de la alternancia y del siglo XXI, Vicente Fox, el cual había emprendido un activismo inédito para tratar de detener o desinflar la candidatura de López Obrador. Algo que llevó al TEPJF a determinar que el injerencismo presidencial era un factor real que afectaba los resultados en las urnas, aunque no concedieron el reclamo para la anulación del proceso electoral como exigió el ahora presidente.
De igual forma, tras la elección presidencial de 2006 se hizo evidente que, sin intervención alguna de las autoridades, la equidad y equilibrio de las campañas electorales se afectaban por la discrecionalidad de los medios de comunicación al momento de vender los espacios de difusión publicitarios a cada partido político durante el periodo de campaña.
Fue por esto, en gran medida impulsado por las protestas post electorales de AMLO, que se decidió que el respeto a la veda electoral, así como la administración de los tiempos en radio y TV en tiempos de campaña, quedarán en manos del Instituto Electoral para evitar los abusos de los poderosos o la manipulación de los procesos electivos y de consulta.
Al contrario de lo que se sostiene hoy en día desde Palacio Nacional, esto se vio con buenos ojos por López Obrador, ya que el eterno candidato del PRD y de Morena consideraba antidemocrático que un presidente intervenga en las elecciones. No eran los tiempos en que se consideraba esencial el ejercicio del derecho de réplica desde el poder y no tener “pecho de bodega” como parte del entorno de una democracia sana.
Decisiones de los partidos, no del INE
“El INE acepta que su necedad de no hacer coincidir la revocación con la elección federal nos costará 3 veces más cara”, así tuiteó el pasado 25 de febrero Fabrizio Mejía, uno de los mas acérrimos partidarios del actual gobierno, y notable ejecutor de su memoria sesgada y falaz. Ejemplo perfecto del asalto discursivo emprendido contra la autoridad electoral, que deja de lado los hechos, así como las responsabilidades de los partidos en la construcción de las reglas del juego electoral nacional.
La Consulta de Revocación de Mandato fue incluida en la Constitución desde 2019 y si el también comentarista de radio y columnista de La Jornada se hubiera tomado la molestia de leer los artículos transitorios de esa reforma (el 4º en particular) podría ver que fue el Congreso, dominado por MORENA, el que determinó tiempos y fechas.
Por supuesto, es más sencillo elegir el camino del discurso presidencial según el cual todo es culpa del INE, en particular de dos miembros de su Conejo general, bajo premisas facciosas.
La verdad es que un gran número de las acciones que debe realizar el INE, desde la determinación de los montos de financiamiento partidista, las vedas electorales y el silencio obligado de los funcionarios, el mandato al INE de sancionar a partidos y funcionarios que quebrantan la ley, la separación de fechas entre consulta de revocación de mandato y elecciones constitucionales, hasta los montos presupuestales que impiden al INE garantizar del todo el proceso de la consulta de revocación son decididos, o fueron, por los partidos políticos.
La columna vertebral
En un arranque demócrata más, durante los días anteriores a la jornada electoral federal de 2021, otro de los defensores del proceder del gobierno y el presidente, el mexicanísimo Abraham Mendieta, llamó a la conformación de grupos de “defensa del voto” a través de mensajes en redes sociales. El tufo a grupos de choque fue intenso.
Esto, más allá de acercarlo la definición de extranjero pernicioso del art. 11 constitucional y de violar flagrantemente el último párrafo del 33, muestra el desprecio a las victorias democráticas institucionalizadas de nuestra historia.
Los ciudadanos, elegidos al azar por letra inicial de su primer apellido y mes de nacimiento, conforman las mesas de cada casilla electoral. Es decir que reciben, cuentan y validan los votos de la demás ciudadanía, además de conformar los paquetes electorales y entregar los resultados a las sedes del INE. Ellos son la columna vertebral que sostiene los procesos electorales.
Esto contrasta con el pronunciado interés del gobierno por retornar todas las funciones del proceso electoral a las secretarias del ejecutivo federal. Quizá ya no se recuerdan las urnas embarazadas, el robo de casillas o la imposibilidad de trasparentar las elecciones en los tiempos del estatismo electoral.
No es descabellado pensar que, si se oculta información de las obras de infraestructura etiquetándolas como “de seguridad nacional”, se pueda seguir una lpinea parecida de opacidad, al argumentar algo semejante en el caso de las elecciones. Esto si dejamos todo en manos del gobierno que sea. Ningún régimen democrático permite que los gobiernos sean jueces y parte de todas las etapas del proceso electoral. Las elecciones ciudadanizadas fueron la forma en que terminamos con las elecciones del partido hegemónico y un seguro contra cualquier otro régimen autoritario.
La desconfianza cuesta
Tras la “consulta” para decidir si se cancelaba el AICM, obra peñista por excelencia, el presidente dijo que así se demostraba que se pueden hacer procesos de consulta y electorales de una forma mucho menos onerosa que las realizadas por el Instituto Nacional, ya que sólo había costado 1.5 millones de pesos.
En esto estoy totalmente de acuerdo.
En un mundo ideal donde no hay partidos, candidatos o gobiernos que rompen las reglas para “formar fideicomisos” ilegales, en ese mundo no es necesario contar con una credencial de identificación casi infalsificable para que no usurpen tu identidad y voten en tu lugar, ahí es donde las boletas no deben contar con más de 20 medidas de seguridad y foliadas para no ser sustituidas o falsificadas, donde no es necesario tener resultados y tendencias casi de inmediato con un grado extremo de seguridad y fiabilidad, en ese mundo perfecto es posible hacer elecciones más baratas.
Sin embargo, olvidamos la razón por la cual las elecciones en México son así: históricamente no confiamos en los gobiernos, los políticos ni en los partidos.
La consulta del AICM salió más barata, pero no había un verdadero control de votantes, hubo personas que mostraron que habían votado hasta 5 veces en diferentes mesas de opinión y los resultados, su conteo, fue opaco y poco claro. La confiabilidad de sus resultados y del proceso que los genero es nula. Lo barato puede salir MUY caro.
¿Deseamos la seguridad que da nuestra desconfianza a pesar del costo económico que esto representa o que las elecciones puedan ser faseadas y corrompidas con suma facilidad por cualquier grupo de poder para ahorra unos pesos? La historia nos dice la respuesta.
Las reformas con dedicatoria
En 2015, tres años antes de su triunfo en las urnas, Andrés Manuel López Obrador aseguraba que era inmoral una reforma electoral con dedicatoria, de igual forma aseguraba que este tipo de acciones debían ser combatidas en los organismos internacionales de justicia y derechos humanos, por ser contrario a los principios en los que debía sustentarse una democracia.
Hoy en día afirma que hacer una reforma electoral para retirar lo construido y “garantizar ke democracia”. En otro momento de su mandato aseguró que no es necesaria la existencia de un Organismo Autónomo como el INE, ya que diferentes dependencias del gobierno federal podían realizar esas funciones, con lo que se generaría un importante ahorro en las arcas públicas.
La duda que surge es si colocará algún avezado y experimentado mando de su movimiento para que organice las elecciones, de fe de la legalidad de los votos emitidos y legitime el triunfo de los candidatos y desde que dependencia.
Yo propondría a Bartlett, quien ya lo hizo en 1988. De esta forma estamos seguros de que su sistema electoral será tan firme y robusto como la CFE y la usencia de apagones y problemas en esa dependencia. Nada se caerá.
No se ría, no sería raro como van las cosas.
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