Sin duda, en términos de comunicación política y de manejo de agenda mediática existe un antes y un después de Andrés Manuel López Obrador. No obstante, atrás han quedado los tiempos en que el presidente de México parecía un genio de la comunicación política.

Cuando no se piensa lo que se dice es cuando se dice lo que se piensa

Jacinto Benavente

La estrategia de ocupar todos los espacios naturales y forzar, en la medida de lo posible, la ocupación de los espacios críticos por medio de frases y “hechos” provocadores, ocurrencias temerarias y multitud de distractores da claras muestras de desgaste.

Aquí es necesario señalar que el presidente no ha perdido presencia en medios o que se haya reducido el seguimiento de ciudadanos, analistas y agencias de comunicación. En realidad, no se trata de un tema cuantitativo, el cual sigue con buena salud, sino cualitativo.

El exceso de exposición, esa táctica tan exitosa durante el inicio del sexenio poco a poco ha dejado de ser un verdadero activo para el primer mandatario y su gobierno para volverse un acto de defensa, mas que en un ejercicio de comunicación política efectiva.

Quizá al principio de su mandato se podía considerar, correctamente, que las mañaneras obradoristas se trataban de un ejercicio de comunicación directa con el pueblo de México inédito que aportaba transparencia y cercanía a las audiencias como parte de una nueva forma de gobernar.

Aunque es cierto que el ejercicio de presentarse ante los medios al menos cinco días a la semana constituye un formato inédito no es un ejercicio de transparencia ni democrático, mucho menos de cercanía sino una más de las confusiones que el presidente introduce en su narrativa, para confundir y sacar ventaja.

Las agresiones verbales presidenciales a medios y mandatarios estatales, el ensañamiento sobre funcionarios públicos que deciden bajarse de la llamada 4T, las acusaciones sin fundamento claro de actos de corrupción contra diversos sectores y actores, la etiquetación de los periodistas por el medio en el que laboran y el uso extenso de los “otros datos”, especialmente durante el primer año de esta administración, no permiten pensar en un ejercicio plural, abierto y dispuesto al diálogo. No es un ejercicio democrático, sino de propaganda diaria.

El aspecto de la cercanía es más complejo.

Es indudable que el estilo rijoso y de confrontación le granjea al conductor de las mañaneras simpatías acríticas entre aquellos que creen en su proyecto y consolida la idea de “ellos o nosotros”. Esto lo mantiene cerca de ese sector específico, mientras que enajena en su contra aquellos que esperaban un gobierno democrático, son oposición por posición partidista o de personas de los numerosos grupos que han sido agraviados de sus distintas formas a través de sus declaraciones.

Aún en estas condiciones son más las voces, y mas atrevidas, que se alzan contra los dichos mañaneros de palacio nacional, quizá un alto costo de la estrategia de medios.

Pese a lo señalado anteriormente, existen defensores a ultranza de este modelo comunicativo. Un ejemplo es Antonio Attolini, candidato a Secretario General de MORENA, afirma que los medios son injustos y descontextualizan al presidente y sus dichos. De acuerdo con él, los medios buscan las frase , la editan y generan un falso debate de una semana.

Lo que se olvida en este argumento es que, si se sacaran todas las menciones agresivas desde el púlpito del poder, las medias verdades, los datos parciales, las afirmaciones no comprobables, los adoctrinamientos moralinos, así como la defensa de la familia, partidarios y sus colaboradores, la extensión de la mañanera sería una tercera, quizá una cuarta, parte de lo que es hoy en día que constituyera un verdadero un acto informativo, en lugar de un ejercicio propagandístico.

Cuando se sobreexpone una fotografía se corre un riesgo calculado, se busca un efecto específico en la imagen que se está fabricando. Lo mismo ocurre con la sobreexposición mediática y política, se tiene un objetivo, se persigue una reacción y un posicionamiento.

Una fotografía mas sobreexpuesta reduce todas las imágenes a blanco y negro, perdiendo los matices y deja de cumplir la función de comunicar. La sobreexposición en comunicación política tiene el mismo efecto, en especial cuando las herramientas y técnicas utilizadas no abonan en favor de la pluralidad, la transparencia y la verdad.

La mañanera se ha transformado en una fotografía demasiado contrastada por sobreexposición y no sirve para el fin que, supuestamente, fue creada.

Presidencia debe plantearse una nueva estrategia o, al menos, arreglos en la presente si no quiere perder cada vez más su preeminencia en la agenda que ya está ocurriendo.

El doble insulto de llamar a Reforma “pasquín inmundo”, la descalificación de funcionarios claves en la estrategia anticorrupción que renuncian al IDEP, la negativa a abordar el tema de los feminicidios y la lucha feminista en nuestro país, las reiteradas afirmaciones que dividen el universo nacional en ellos y nosotros como si se tratara de una fábula reduccionista; frases que denotan que los apoyos sociales son como alimentar a mascotas, que no prepara la información que se presentara sino que se improvisa son algunos y dedicar 25 minutos a mostrar su molestia por que los articulistas y columnistas de los medios no lo alabamos, mientras miente que es el presidente más atacado dela historia, son muestras de un desgaste cada vez mayor.

La opción es la obstinación radicalizadora, generar un discurso aun mas tóxico, antidemocrático y radical, que anima la confrontación directa, la violencia abierta contra quién piensa diferente y que ponga en serio riesgo la institucionalidad democrática y la gobernabilidad de México.

¿Qué decidirá el presidente?

@HigueraB
#InterpretePolitico

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