Habemus nueva conformación del Consejo General del INE. Habemus un órgano colegiado que no podrá ofrecer certidumbre y confianza, tampoco genera la necesaria credibilidad para funcionar. Esto nos lo dice la historia electoral mexicana, los perfiles de los ganadores del sorteo del tigre y, sobre todo, el proceso que los llevó a estar dentro de las quintetas que generaron todo, menos consenso entre las fuerzas políticas representadas en la cámara de diputados.

Nadie ganó en realidad y, con toda seguridad, hemos perdido todos: ciudadanía, la oposición partidista, el pueblo bueno, los partidos políticos y hasta el gobierno que prefiere destruir en lugar de transformar y que ha perdido credibilidad e imagen en este proceso.

Empecemos por decir que nunca, en el tiempo en que lleva viva nuestra democracia electoral, se ha dado un proceso de selección en un contexto tan enrarecido, por decir lo menos. Si bien es cierto que la selección de todas las conformaciones de consejeras y consejeros del pasado surgían de negociaciones entre los diferentes partidos, con el resultado de cuotas, nunca ningún partido/gobierno había declarado su intención de imponer el resultado de la selección, privilegiando el mayoriteo sobre los acuerdos y consensos.

Pero hablemos mejor de lo sucedido en la historia más reciente, incluso podemos hablar de la amenaza cumplida por parte del diputado Hamlet García Almaguer, ya que desde noviembre del año pasado declaró que la oposición tenía que alinearse al plan A del presidente o MORENA tomaría por asalto el INE, nombrando al menos tres de los cuatro consejeros.

Lo más cercano a una situación parecida ocurrió en 2006, cuando el PRD dejó la mesa de negociaciones para la selección de los consejeros, por lo que el IFE encabezado por Luis Carlos Ugalde organizó la elección con el mayor conflicto postelectoral del siglo XXI. Un precedente funesto para el INE que hoy es pintado de guinda por un presidente autoritario y sus huestes que no les interesa el consenso sino ganar siempre, a como dé lugar.

El siguiente capítulo fue de risa e incredulidad por partes iguales, cuando los órganos constitucionalmente encargados de nombrar al Consejo Técnico de Evaluación para la selección de los cuatro puestos del INE que quedarían vacantes nombraron a sus candidatos.

Risa por la propuesta de la CNDH de personas especializadas en yoga y sin experiencia en la materia legislativa y electoral. Incredulidad al comprobar la parcialidad y militancia de otros de los miembros finales, como el redactor de la constitución moral de este gobierno, Enrique Galván Ochoa, que dice en redes no aceptar injurias contra nadie en su cuenta, pero es capaz de reproducir ataques evidentemente falseados contra ministros, hacer memes contra expresidentes e injuriar a cualquiera que no sea un fiel acólito de su “movimiento”.

Podemos decir que se fue forjando una clara línea de imposición de las personas que garantizarían que el INE se transforme mágicamente de un órgano conservador y caro, Inútil y parcial, a uno que encarnará todas las bondades del actual presidente y su partido.

La valoración curricular y de motivos fue el arranque de las sospechas sobre el proceso, en la práctica. Se desecharon perfiles con base a una evaluación subjetiva, el comité nunca mostró la

cédula o criterios de evaluación, de la carta de motivos por lo que el 30% de puntuación que esta otorgaba tenía una base meramente subjetiva, no se explicó cómo se evalúa quién tenía mejores motivos que otros.

Además, nunca se mostró la cédula o matriz de evaluación usada por el CTE para determinar quién avanzaba y quién no. Llama la atención el caso particular de Juan Manuel Vásquez Barajas, quien fue el mejor evaluado en esta etapa, pero fue hecho a un lado como muestra de lo incomprensible de las acciones del proceso seleccionador.

Con el paso de los días el proceso se fue enturbiando más y más. El estira y afloja entre la Cámara de Diputados y el TEPJF sobre la conformación de una quinteta conformada exclusivamente por mujeres para la presidencia, las ambiciones desmedidas de la consejera Humphrey que se victimizó en medios al negársele la posibilidad de contender por la presidencia, las decenas de impugnaciones por los dudosos resultados de los primeros dos filtros generaron una desconfianza en el proceso que no hacía sino crecer.

La denuncia por parte de varios medios informativos de la filtración de las preguntas del examen de conocimientos que ocurrió justo antes de que se dieran a conocer los resultados del mismo, generó denuncias y cuestionamientos que nunca fueron resueltos por el CTE de forma clara. Tampoco se dio respuesta ante evidente sesgo en las preguntas, tan mal realizadas que algunas respuestas oficiales eran, en realidad, incorrectas. Sobre este tema escribí para El Universal otra columna, donde detallé nombres y situaciones de un filtro que, en lugar de generar incertidumbre y confianza solo creó la sensación de que todo estaba decidido, manchando el proceso y minando desde ese momento la credibilidad de aquellos que serían designados.

Como si a todo esto le hiciera falta algo más, al llegar a la etapa de las entrevistas ocurrió una especie de bloqueo de transmisión de entrevistas, que serían diferidas, acompañado una rebelión de los medios debido al hermetismo con el que se manejó esta etapa.

Y es que, al menos durante dos días del fin de semana en que se realizaron las entrevistas, los periodistas y reporteros de diferentes medios, ante la negativa del comité a la posibilidad de que los medios pudieran entrevistar a los aspirantes, incluso la prohibición de estar presentes durante las entrevistas, generaron tensiones que casi desembocan en un portazo. La única respuesta que se obtuvo fue que esto ocurría por orden del TEPJF, sin decir en que sentencia o momento se estableció el apagón de medios.

Tras todas estas peripecias, y antes de que se nombraran las quintetas finales, llegó un nuevo y devastador golpe a la credibilidad del proceso y, por extensión, de aquellos que aspiraban a ser la máxima autoridad mexicana en materia electoral: el voto particular de María Teresa Azuela, integrante del CTE, quien señaló que había perfiles que no cubrían la idoneidad para el puesto por su cercanía al partido gobernante y el régimen obradorista.

Entre los perfiles que menciona en su voto particular, se encuentran los de algunos de los mejores evaluados en el examen, personas inexpertas en la materia y sospechosos de recibir filtraciones de respuestas, que pese a esto llegaron a las quintetas finales.

La cereza de este pastel ocurrió en varios frentes al mismo tiempo.

Por un lado se activó una respuesta para minimizar los efectos del voto particular a través de la decepcionante carta de parte de Sergio López Ayón (quién fue postulado al comité junto con Azuela por el INAI), se entregaron las quintetas en un evento sin posibilidad de responder preguntas de medios y bajo un voto de silencio del CTE y se inició el análisis de los nombres de las mismas, sin ninguna sorpresa.

La opacidad y falta de entereza del CTE ante su propio trabajo fue evidente, ya que no cumplieron con los estándares mínimos de imparcialidad y ética. De igual forma fallaron al evitar hablar con medios durante casi todos el proceso y al establecer el hermetismo como una norma, en un proceso que debería ser totalmente abierto y transparente para el beneficio de todos en nuestro país-

La tómbola de la que surgieron los nombres de los cuatro nuevas y nuevos consejeros fue, al final, una burla. De nada sirve argumentar que es la suerte “como dice Maquiavelo” la que decida entre un acotado número de nombres, si los filtros y el proceso, como hemos visto, están viciados, no funcionan o son manipulados.

Imaginemos que para seleccionar al campeón de futbol de un torneo lo decidamos por tómbola pero antes de hacerlo se eliminan con sesgos y malas intenciones a los mejores equipos, con más puntos y mejores estadísticas de todo el campeonato. Eso ocurrió en esta insaculación.

Como cierre quiero abordar que todo esto no abona en la construcción de una mejor democracia, queda patente que el momento de polarización y gandallismo que vivimos en la esfera pública de nuestro país nos ha hecho olvidar las cuestiones realmente importantes sobre la democracia.

Democracia no es meter una papeleta dentro de la urna y nada más. Si así fuera, tendríamos que aceptar que vivimos una democracia plena durante todo el priato, desde los años 20 del siglo XX hasta el año dos mil.

La democracia no es sólo quién gana una elección sino también cómo se llega a ese triunfo, bajo que reglas y con que árbitros.

Democracia es procurar una competencia política que permita a todas las formas de pensamiento tener su oportunidad de gobernar y demostrar, con hechos y no con slogans/ocurrencias, que son la mejor opción política para que nuestro pueblo sea feliz, próspero, viva con más justicia y menos desigualdad.

Democracia no es que una sola persona y su camarilla decida tirar a la basura cinco décadas de trabajo y lucha para construir un sistema que obedezca a sus designios autoritarios.

Democracia no es tener un sistema donde los partidos se atrincheran para no dejar pasar la democracia, con la intención de chapulinear cuando alguna bandera diferente se imponga como en el 2018.

Democracia no es elegir al arbitro de nuestras elecciones con un proceso amañado, opaco, lleno de sesgos y mentiras porque, llegue quien llegue, se quita legitimidad y confianza, se establece que no importa que nos matemos unos a otros después de las elecciones, sino imponer lo que yo creo a mi conveniencia, por supuesto.

Democracia es evitar una situación en donde nadie gana y todos perdemos, tal como acaba de ocurrir.

@HigueraB

#InterpretePolítico

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