Sin duda presenciamos dos momentos históricos en menos de un mes. Por un lado, pudimos observar un mega marcha en contra de los planes presidenciales. Por el otro atestiguamos una respuesta nunca vista en este siglo por parte del gobierno y sus operadores: otra mega marcha que buscaba demostrar el apoyo popular a los mismos planes y el primer mandatario.
Esto deja mucho material para comentar y me parece que el paso de la coyuntura no quita la necesidad de continuar con la revisión del tema. Por el contrario, debemos tratar de revisar y entender todas las implicaciones de ambos sucesos, así como las ramificaciones que tendrán en el escenario político de los próximos meses, así como el ajuste de fuerzas que han provocado.
Un primer paso consiste en analizar las lecturas que se han realizado de las dos marchas. Esto nos permitirá construir escenarios y probabilidades de lo que podemos esperar en 2023 y 2024, años de intensa actividad y lucha electoral, sea que se apruebe o no la reforma que dio origen las movilizaciones.Empecemos por la forma en que se ha legitimado de cada marcha.
En el caso de la marcha ocurrida el 13 de noviembre (13N) sus partidarios han declarado que es un evento histórico, ya que la presencia visible de los partidos políticos fue muy reducida, lo que la transformó en un acto ciudadano auténtico, al punto de que las personas interesadas en el tema que respondieron al llamado para movilizarse lo hicieron de una forma nunca vista desde la marcha blanca contra la violencia en 2004, además de que se buscó que los partidos quedaran al margen.
Además, pudo observar el rechazó la participación de políticos francamente impresentables, como Alito Moreno del PRI quien se viralizó al ser increpado por ciudadanos que no lo querían en su marcha.
En el caso de la segunda marcha, realizada el 27 de noviembre (27N), la legitimidad que sus participantes le otorgan proviene del liderazgo presidencial. AMLO es el primer mandatario del siglo XXI que realiza la convocatoria para apoyar al movimiento/partido que encabeza, buscando demostrar que su liderazgo permanece intacto y, de paso, responder así al músculo opositor.
En un primer momento se habló con franqueza de que las movilizaciones eran acarreos y se sostuvo que no tenía nada de malo. Se viralizaron videos de gobernantes y operadores pasando lista, se mostraron en redes las fotos de circulares donde se coaccionaba a agremiados asistir y se mostraron grabaciones de funcionarios de gobierno morenistas pegando su publicidad.
Incluso, a pregunta expresa de la validez del acarreo, el secretario de gobierno de la CDMX, Martí Batre s, sostuvo que se acarreaba para “apoyar a los que no tienen coche”.
Para los partidarios y participantes de la marcha, que se planteó primero como respuesta a los racistas y clasistas y terminó siendo un informe de gobierno y celebración de 4 años de “transformación”, la legitimación proviene de su lealtad al proyecto de su movimiento, cuyo único líder es el mismo presidente.
Esta diferenciación también se pudo observar en la elección del orador de cada marcha. Por una parte, el presidente se eligió a si mismo, ya que, a pesar de no ser la fecha tradicional, decidió que ahí, frente a la muchedumbre que lo acompañaba como si se tratara de un acto de campaña, realizaría su cuarto informe de gobierno, uno bastante desangelado por el probable uso de recursos públicos que le dio origen. El poderoso legitimándose a través de su propio discurso en un acto que convocó para darse apoyo a si mismo.
En el otro campo se eligió como su único orador a una de las figuras más respetadas en el ámbito académico-electoral, primer presidente de un instituto electoral autónomo, el Doctor José Woldenberg, quién lanzó una arenga sobre los tiempos riesgosos que vivimos para la democracia y la necesidad de defender las instituciones ante el embate al que están sometidas. La personificación de la construcción institucional, cuya continuidad está en duda.
Sin duda, cada forma de legitimarse se encuentra determinada por el discurso e ideales que cada grupo considera válidos, aunque en un caso eso signifique romper las reglas y caer en la ilegalidad.
Otro aspecto destacable es el papel que el gobierno de Claudia Sheinbaum jugó para establecer la importancia de cada uno de los eventos por medio de la cifra oficial de asistentes en cada una. Sin duda, aquí también podemos hacer el paralelismo con la marcha de 2004, la cual se dice que convocó a un millón trescientas mil almas en las calles de la ciudad de México, pero el gobierno de entonces calculó alrededor de 100 mil.
Las cifras de la jefa de gobierno son risibles si se ven los videos captados por drones en ambos domingos. Con calles más o menos igual de rebosantes de personas le otorgó a la marcha opositora 10 o 12 mil asistentes y la que encabezó su jefe, el presidente, un millón doscientas mil. Afirmó que la primera sólo fue una centésima de la segunda, quedando en ridículo.
No es la única en caer en exageraciones, los voceros de la 13N afirmaron que se había congregado entre 800 mil y un millón de personas y que, en total, si contábamos las marchas en decenas de ciudades, mas de cuatro millones. Algo que debe ser tomado con una saludable ración de escepticismo.
Finalmente, sin agotar las lecturas de este evento que podríamos seguir analizando en una próxima colaboración, debemos revisar los resultados inmediatos.
La oposición se creció en los días posteriores al 13N, los líderes de la cuestionable alianza opositora en el legislativo se apresuraron a declarar que la reforma presidencial no pasaría…y desaparecieron.
Desde ese domingo memorable, histórico sin duda, no se han visto nuevas acciones de continuidad. De nuevo la sociedad civil y los partidos que dicen representarla han tomado rumbos diferentes, generando la sensación de que la marcha será otra magnífica anécdota que no afectará realmente el contexto nacional.
En cambio, el presidente ha remontado. Tras perder la iniciativa y la agenda por unos días a causa de la iniciativa mostrada por la ciudadanía, ha vuelto a tomar el bastón de mando y hace que la mayoría del país baile a su ritmo mañanero.
No sólo logró que en menos de dos semanas se hablara más de su mega marcha estatizada, sino que su envalentonamiento da para retar a la oposición a mostrar pruebas del mal uso de recursos públicos, que ya se ha mostrado, regresando vuelve al descaro habitual en el que pide lo que no da, ni en el caso de los medicamentos oncológicos, la corrupción de fideicomisos o decenas de otros ejemplos, dejando atrás la furia que provoca la inseguridad del poderoso que se ve amenazado.
Hoy aquí quedamos, pero queda hablar de las chacaladas legislativas que 13N provocó, o de las acusaciones ente el INE que se han hecho contra 27N, entre muchas otras cosas que siguen surgiendo.
@Higuera
Eduardo Higuera
Suscríbete aquí para recibir directo en tu correo nuestras newsletters sobre noticias del día, opinión, planes para el fin de semana, Qatar 2022 y muchas opciones más.