Eduardo Higuera Bonfil

La vieja costumbre del informe

07/09/2022 |02:25
Redacción El Universal
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Todos aquellos con suficiente edad podemos recordar que el 1º de septiembre era el día del presidente hace unos cuantos años. La vida nacional se detenía, era un día feriado en escuelas y gobierno y en algunos casos los jefes preguntaban al día siguiente a los funcionarios sobre el informe para saber si lo habían visto, como si fuera una materia escolar obligada.

En mi propio caso, odiaba que no había nada que ver en la TV que ver (en esos cuatro o cinco canales que era todo lo que había) más que al fulanito de la banda tricolor hablando frente a un montón personas que no hacían más que aplaudir. Eso sí, siempre me impresionaba como el fulanito iba en su coche convertible por la ciudad seguido de una guardia de honor.

Desde entonces mucho ha cambiado, pero no sé si realmente para mejor.

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Desde aquellos tiempos de la primera presidencia imperial y el original partido hegemónico mucha agua ha pasado bajo este puente, sin duda, pero su esencia de fondo ha permanecido: es el día en que el presidente nos dice a los mexicanos que vivimos en un paraíso sin igual. No es un ejercicio democrático de rendición de cuentas ni tampoco de cuestionamiento de parte de un poder legislativo, supuestamente independiente, al actuar del ejecutivo.

Y, como bien sabemos, el cuarto informe de gobierno del Andrés Manuel López Obrador no ha sido la excepción a esta costumbre que protege al titular del ejecutivo y crea un falso muro protector a su alrededor. Una costumbre profundamente contraria a la vocación democrática que nos debería guiar como Estado.

Es muy cierto que, cuando el actual presidente llegó al poder, ya se habían establecido nuevas reglas y costumbres en el acto del informe de gobierno pero el presente mandatario, quien tanto cuestionara a las élites simuladoras del gobierno como opositor, ha hecho uso de cada una de ellas con el fin de que no se le cuestioné, ni confronté y, en especial, no tenga que salir de la burbuja de palacio nacional en la que vive para hablar al pueblo de México más allá de sus consignas. Veamos algunos aspectos que confirman esto.

Del dato por el dato a la consigna por la consigna

En el pasado, cuando el país se paralizaba, los informes presidenciales eran básicamente una o introducción del contexto del país y del gobierno en turno, la lectura de datos y datos y datos bastante maquillados pero comprobables y al final un mensaje político.

En la actualidad, esto es diferente. La profunda opacidad en la que López Obrador ha sumido las acciones y obras del gobierno desde el decreto del 21 de noviembre de 2021 es mucho más difícil saber si los datos que se mencionan en un informe presidencial son correctos o no, si hay en realidad todos los avances y desarrollo que se plantea o si nada más es repetir consignas, como aquella que se pudo ver en uno de los mensajes publicitarios previos al informe en el que se afirmaba que Dos Bocas era una obra terminada, casi al mismo tiempo que se aceptaba que se habían olvidado presupuestar “equipos” que inflan el costo de forma estratosférica en una refinería que no refina ni el aire.

Informe ¿para el pueblo o para los cuates?

Sin duda, el ritual del informe es y ha sido profundamente elitista. Especialmente cuando se decidió que ya no se realizaría en el pleno del Congreso de la Unión, en el palacio legislativo de San Lázaro. Lo anterior debido a que los grupos opositores empezaron a radicalizar sus acciones ante actos protocolarios como la toma de posesión presidencial o los informes de cada año.

En aquel entonces se criticó que los primeros mandatarios se encerrarán en su torre de marfil y usasen Palacio Nacional como escondite para no “enfrentar la realidad”, rodeándose de cuates y partidarios nada más.

Me pregunto, ¿qué ha cambiado en eso?

Actualmente el presidente no solo da su informe en palacio nacional, sino que vive ahí, además da conferencias diarias cada mañana. Un personaje público más enclaustrado, pese a sus giras de fines de semana, es difícil de imaginar. Si a eso sumamos que no se ha perdido la costumbre del maquillaje en las cifras, aunque ahora parece la personificación de Bozo, no veo dónde esta el acercamiento al pueblo y la nación.

Al igual que las conferencias de Laudes de cada día, el informe no sólo es un instrumento de manipulación comunicacional, sino que es una invitación para aquellos que del círculo cercano, aquellos que son tocados por el dedo divino.

Susana distancia…del poder legislativo

La pandemia generada por el COVID-19 nos obligó a naturalizarnos con el concepto de la sana distancia y parece que al presidente eso le parece una buena idea, en especial en su relación con “su” poder ejecutivo. Al que dice respetar como parte de los poderes de la república pero al que no duda en darle órdenes, como se ha visto en varias ocasiones y confirmado por filtraciones de reuniones zoom de legisladores guindas.

Por supuesto, esto tiene una justificación, “el respeto a la investidura” y que los partidarios del inquilino de palacio sean furibundos en su demanda de que no se le toque ni con el pélalo de una interpelación por ser el mejor, más guapo, simpático y humanista presidente de la historia nacional, internacional e intergaláctica.

Chistes aparte. A este gobierno, como los anteriores, se le olvida que el informe presidencial es la única verdadera ocasión en la que un mandatario puede presentarse, de forma simultánea, a todas las fuerzas políticas representadas en el Congreso de la Unión. ¿Esto puede generar debate, confrontación y disenso? Sin duda, y justamente ese es el punto. Qué el poder ejecutivo pueda establecer con claridad sus acciones y argumentos, que justifique -como es su obligación- su actuar. Parece que al presidente con más apoyo en las urnas de la historia esto se le pasó de noche.

Adiós vocación democrática y de transparencia

Por cuestiones de espacio no puedo continuar alargando la lista, así que vayamos el meollo del asunto. El informe presidencial, como lo realizamos actualmente, es un acto de culto a la personalidad, propagandístico, opaco en el mejor de los casos y mentiroso en el peor.

Si de verdad el primer mandatario cree que el que nada nada teme, debe dedicarse a cambiar esto y buscar una fórmula para evitarlo. De lo contrario solo confirmara las críticas que lo señalan como un personaje que no quiere cuestionamientos y se mantiene en una sola verdad: la suya.

@HigueraB
#InterpretePolitico