La historia es un incesante volver a empezar.
Tucídides
Uno de los defectos que tenemos en México es una memoria corta y distorsionante. Esto es especialmente cierto cuando nos referimos a cuestiones políticas.
La construcción de la democracia, ese ideal tan elusivo, ha sido un labor nacional e intergeneracional de los mexicanos. Por convención, los historiadores marcan convencionalmente el movimiento del 68 o la LOPPE, en 1976, como la fecha clave. Aunque es forzoso decir que las raíces podrán señalarse desde el mismo momento de la independencia.
Uno de los factores que han retrasado tanto este proyecto ha sido la división y polarización entre bandos políticos que, en el afán de imponer su proyecto y visión, han preferido arrasar la tierra antes de ceder el terreno. Monárquicos iturbidistas contra republicanos, centralistas contra federalistas, conservadores contra liberales, porfiristas y antireeleccionistas, cristeros contra laicos, demócratas enfrentados con autoritarios hegemónicos son algunos de los conflictos que de inmediato se asoman en la memoria y que dejaron secuelas de muerte, resentimientos y venganzas que cimbraron nuestra historia.
Por esta razón, entre muchas otras, los mexicanos buscamos transitar hacia un diseño del estado y del sistema político que nos permitiera reducir al México bronco a la menor expresión posible y resolver de una forma legal y no violenta los conflictos que el poder y la competencia política generan.
Ese es el origen de nuestro actual sistema electoral. Sin duda este sistema tiene defectos y áreas de oportunidad, pero ha servido para encausar las pasiones políticas y los personajes que tratan de imponer sus proyectos o visiones a través de un tamizado constitucional y legal que es aplicado por autoridades administrativas y judiciales. Y cada nueva reforma legal o constitucional ha permitido aumentar los controles y fortalecer los diversos procesos que nutren a la democracia electoral que hoy tenemos.
El más reciente ejemplo de esto fue el proceso de designación de cuatro consejeras y consejeros generales del INE, inédito en muchos sentidos, y la prueba de fuego a la que un grupo de personajes sometió a una prueba de fuego, casi de inmediato.
Como ya es bien sabido, un miembro del CTS, mismo que fue rechazado por la JUCOPO para integrarlo y tuvo que ser designado por la cuestionada CNDH, decidió dinamitar y destruir el trabajo de meses con un berrinche infantil y políticamente interesado. Al no lograr poner a “sus” candidatos, candidata en especial, cuestionó el proceso de selección, así como la integridad e independencia de sus pares.
Las pretensiones eran “pequeñas y simples”: romper lo dictado en la ley y la constitución y reponer el proceso debido a que no pudo empujar su agenda personal, que nada tenía que ver con la democracia. Se le unieron algo así como el 18% de los legisladores, el ala radical de MORENA y el GP del PT.
Una vez más los bandos que han mermado nuestra historia parecían hacerse presentes, violentos, irrespetuosos con el orden legal, capaces de quemar el escenario antes de aceptar una obra que no dirigen y con una compañía de actores que no siguen su guion caprichoso.
Por fortuna, todo su esfuerzo fue en vano.
Los coordinadores de todas las bancadas dieron su visto bueno al listado final de 4 nuevos miembros del CG del INE, saludando un proceso transparente e inédito. Los rijosos legislativos dieron marcha atrás y el licenciado en filosofía que fue el motor visible de esta intentona deambula como zombi parlanchín por cuanto espacio informativo le abre las puertas para repetir las mentiras y difamaciones que ya han sido desmentidas por lo menos por Ana Laura Magaloni y Sara Lovera.
Lo negativo es que un sabelotodo y soberbio investigador del IIJ ha sembrado la duda sobre el árbitro electoral y azuza a las huestes de los social media en contra de un árbitro electoral que no ha tenido la oportunidad de mostrar su desempeño, con argumentos manipulados y falaces, o de plano llamado al mayoriteo y el rompimiento del orden legal en favor de “imponer el derecho de la mayoría legislativa”.
Sin embargo, hay muchas cosas positivas resultantes de todo este desaguisado. En primer lugar, pudimos ver que existe voluntad política por de un grupo importante de políticos para respetar las leyes y mantener el orden constitucional, aunque eso pueda implicar pagar un costo político entre sus mismas huestes.
En segundo lugar, presenciamos un proceso de selección sólido y transparente, que admite incluso los cuestionamientos sesgados de los militantes furibundos o la victimización de participantes, como la que protagonizó César Cansino, sin que se afecte en realidad la esencia misma de la selección.
Finalmente, hemos presenciado la legitimización del INE. Este elemento esencial para su funcionamiento proviene de tres aspectos: el perfil de las nuevas consejeras y consejeros; el espaldarazo de parte del pleno y la JUCOPO y el férreo seguimiento que los ciudadanos hicimos de cada etapa, donde pudimos observar su corrección, hasta la última etapa.
Los retos son enormes, pero podemos estar tranquilos de que hoy estamos un poco más cerca del ideal democrático. Parece que si hemos aprendido de nuestros errores históricos.
@HigueraB
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