Partamos de descartar dos falacias ideológicas. A la fecha en que escribo esto, ni somos una democracia que avanza a la vanguardia de la libertad y la participación ciudadana bajo el comando del presidente guinda, ni somos una dictadura bananera en la que todas las libertades se han visto comprometidas. Una vez que tenemos esto establecido, es necesario decir que vivimos un proceso de regresión democrática, social y política que entraña graves peligros para nuestro país.
Los esfuerzos del poder político que gobierna México se ven encaminadas a un intento de restauración de un sistema de partido hegemónico, a la usanza del PRI tricolor, estableciendo un nuevo período de simulación democrática que lo aleje de las democracias representativas liberales pero sin llegar a ser una clásica dictadura unipersonal, basada en un golpe de estado, que tanto daño han hecho a Latinoamérica.
Hablamos de intento de volver a los años 70 con un sistema de partido hegemónico, con carro completo (ahora Plan C), con reducción en la representatividad de las fuerzas políticas, oposición solo en el papel y una sociedad civil que no interviene por miedo a perder sus ”apoyos” y por la inexistencia de mecanismos para que lo haga, excepto los remedos de elecciones controladas por el gobierno. Hasta partidos satélites parecido tenemos: el PVEM sería el PARM, más exitoso, y el PT equivaldría al PPS.
Justo como sucedía tras la concesión “democrática” que significó la LOPPE, en la que se reconocía oficialmente la existencia de la oposición pero en un nivel meramente anecdótico y testimonial.
Y es que el líder bienamado, digo el presidente de la república, sabe que sus días en este plano de existencia son ya cortos. Sin embargo, por su obsesión de percibirse como una figura histórica a la altura de Juárez o Cárdenas, busca que su caudillismo derive en un arreglo de fuerzas que permitan a sus herederos controlar el poder y administrar el estado mexicano. Al final, su educación y pensamiento político fueron forjados en el tiempo del PRI cuasi omnipotente y actúa en consecuencia.
Desde esta forma de pensar tan siglo XX del ejecutivo, la forma de lograrlo es crear una presidencia neo imperial, en donde el único requisito para mover los hilos del estado sea la voluntad de quién se siente en la silla del águila. Eso incluye usar las fuerzas militares para expropiar son seguir el debido proceso establecido o que no le muevan ni una coma a “sus” leyes y decretos.
Pero no la tiene fácil el “presidente más querido de la historia”, pues no es un gran gobernante y no entiende, en su afán por vivir en los siglos XIX y XX, que existen algunos órganos, poderes -institucionales y fácticos- que no se han ceñido a sus deseos tan fácilmente. El camino se ha vuelto más y más pedregoso a pesar de sus avances en someter toda disidencia.
Por esta resistencia es que el presidente ha realizado acciones cada vez más inquietantes, desesperadas y violatorias de normas. Su misma necesidad de mostrar que sigue manejando todo el poder y es el centro de la política gubernamental y partidista, lo está desbordando. Aparecer directamente en un spot de campaña de Delfina y usar las fuerzas armadas como elemento de disuasión contra el segundo hombre más rico de México son, a todas luces, actos inspirados en la
inseguridad, muestras de un apuro rayano en la exasperación ante una realidad que no es tan sumisa a sus deseos. Ni siquiera sus corcholatas han resultado tan dóciles como se hubiera esperado.
Por esta situación es que podemos esperar que esta forma de actuar del poder se incremente. Más spots, más asociaciones “ciudadanas” que apoyan a uno u otro aspirante guinda, más protagonismo del presidente en las campañas de 2024, mayor uso de recursos públicos para “fomentar la democracia” del voto cautivo, más y más uso faccioso de las instancias de justicia para amedrentar y castigar a los opositores. En otras palabras, la generación de una nueva elección de estado al viejo estilo priiista, pero pintada de guinda, para buscarla anhelada hegemonía.
#PequeñoRecordatorio
El auto destape de Alito no tiene nada de sorpresivo. Revela la hipocresía y falta de ética que se tiene en los partidos políticos de oposición que dicen abanderar el enojo contra el actual gobierno y su autoritarismo somo opción democrática, mientras buscan quedarse con la parte más grande del pastel que puedan.
Y este solo es el momento más burdo y obvio, pero solo sigue la línea que el mismo Alito Moreno y Marko Cortés han seguido gracias a sus apetitos personales, incontrolables.
Atrás quedan la “amplia alianza con las organizaciones de la sociedad civil”, “la búsqueda de los mejores perfiles# y el “acercamiento con los ciudadanos” que los caciques tricolores y blanquiazul han prometido.
Aquí ya ahora es cada uno para si mismo y no importa si eso revienta la alianza, el frente ciudadano para contener el trabuco guinda y asegura la construcción de la hegemonía del neopriismo guinda.
El panorama de 2024 se ve cada vez más claro.
@HigueraB
#InterpretePolítico