En 2019, el director de cine Roman Polansky filmó su última película, J'Accuse (que en México se tradujo como El acusado y el espía). Se trata de la historia de Alfred Dreyfus, un capitán del ejército francés de origen judío, a quien el Estado culpó falsamente de ser un espía (al servicio de Alemania). En esta historia real, el escritor naturalista, Émile Zola, conociendo la injusticia que cometieron los jueces, los militares y la iglesia católica en contra de Dreyfus, interviene a su favor publicando en el diario L'Aurore una carta dirigida al presidente francés (Félix Fauré), en donde denuncia con nombre y apellido a coroneles, generales, peritos calígrafos, así como a la oficina y al consejo de Guerra de mentir deliberadamente para juzgar como traidor a la patria al militar, en medio de un contexto nacional antisemita.
Su carta la termina con las siguientes aclaraciones (cito textualmente): “No ignoro que, al formular estas acusaciones, arrojo sobre mí los artículos …, que se refieren a los delitos de difamación… En cuanto a las personas a quienes acuso, debo decir que ni las conozco ni las he visto nunca, ni siento particularmente por ellas rencor ni odio. Las considero como entidades, como espíritus de maleficencia social. Y el acto que realizo aquí, no es más que un medio revolucionario de activar la explosión de la verdad y de la justicia. Sólo un sentimiento me mueve, sólo deseo que la luz se haga, y lo imploro en nombre de la humanidad, que ha sufrido tanto y que tiene derecho a ser feliz. Mi ardiente protesta no es más que un grito de mi alma…”.
A raíz del escándalo público y la división social ocasionada por la carta de Zola, se juzgó por segunda ocasión al militar. A pesar de las evidencias, volvió a ser declarado culpable. Por su parte, a Zola se le enjuició por difamación. Ambos fueron a la cárcel: Dreyfus por siete años y Zola por un año. Poco después, la justicia francesa encontró inocente al capitán, quien regresó a su vida militar. Al salir de la cárcel, Zola se exilió en Inglaterra por la agresión de la que era objeto por parte de sectores de la sociedad, regresando a Francia cuando el caso se resolvió favorablemente. Debe haber muchos casos en el mundo como el de Dreyfus, pero pocos como el de Zola, a quien se le considera que inició en el mundo un movimiento de intelectuales que, utilizando a la prensa, se opuso a un Estado opresor y defendió a un hombre inocente, así como la libertad de opinar públicamente y de intervenir en un asunto político, retando a la autoridad a enfrentar un asunto vergonzoso: el antisemitismo de la sociedad francesa.
La experiencia de Zola, con relación a los intelectuales que emiten su opinión en los medios de comunicación y que son agredidos por la autoridad, me parece que está muy vigente en nuestro país. El presidente López Obrador (AMLO) se ha encargado de ponerlos en la palestra pública, de denostarlos y de acusarlos de enemigos de la patria, dando sus nombres y apellidos y exhibiendo sus imágenes en las conferencias matutinas. A unos más, se les ha mandado a investigar financieramente para amedrentarlos y apaciguarlos; a otros se les ha inhabilitado como posibles proveedores de contratos gubernamentales; a unos más se les ha buscado cortar los apoyos internacionales de sus organizaciones. Mucho se ha escrito sobre la persecución mediática que el presidente ejerce contra quienes llama “la comentocracia”, refiriéndose a los intelectuales (y periodistas) que critican sus acciones de gobierno. En palabras del presidente, “…solo diez intelectuales del país me apoyan (cinco de los cuales ya fallecieron), porque el resto fue cooptado con becas y contratos jugosos, y se aferran a defender el régimen corrupto”.
Por ello, vale la pena recordar la historia de Zola, cuya carta pública cimbró a la sociedad francesa y al mundo entero, poniendo un ejemplo a seguir. Su valentía y honestidad le valieron el reconocimiento social a nivel internacional. Sin embargo, pagó cara su osadía: además de sufrir el encierro y tener que autoexiliarse, se le embargaron sus bienes y personas influyentes le hicieron la vida imposible a su regreso. De su muerte se sabe que fue por asfixia, ocasionada por el humo de su chimenea mientras dormía; sin embargo, muchos piensan que fue un asesinado.
En síntesis, vale la pena ver la película J'Accuse. Además de su magistral dirección, producción y actuación, la película hace una denuncia social sobre la fuerza y hostigamiento que ejerce el Estado sobre quienes considera a sus adversarios o chivos expiatorios. Una película que nos hace pensar en la realidad que vivimos.
Presidente del Consejo Directivo de Métrica Educativa.
@EduardoBackhoff