Queda claro para todo el mundo que, entre más pronto se regrese a clases presenciales, mejor. La educación a distancia, a través del internet, la televisión y la radio, ha sido la única manera de enfrentar el reto de continuar educando a millones de niños y jóvenes en confinamiento. Desgraciadamente, esta salida ha sido, en el mejor de los casos, un paliativo para contener los efectos negativos de la pandemia, especialmente, el abandono escolar y la pérdida de aprendizajes.
Si bien, la educación a distancia tiene muchas virtudes, también es cierto que adolece de muchas limitaciones, especialmente para las poblaciones de menor edad, las más vulnerables económicamente, las indígenas y marginadas, las que presentan algún tipo de rezago académico y las que carecen de habilidades para estudiar de manera autónoma. La falta de computadoras e internet en cerca de la mitad de los hogares mexicanos, ha limitado severamente las oportunidades de aprendizaje de millones de estudiantes; lo que ha hecho crecer las brechas educativas. Por otro lado, el Sistema Educativo Nacional (SEN) –con cerca de 250 mil escuelas, 1.5 millones de docentes y 30 millones de estudiantes de educación obligatoria— no estaba preparado para transitar, de un día a otro, del modelo presencial al digital: los planes y programas de estudio no estaban diseñados para impartirse en línea, los docentes no tenían la preparación pedagógica necesaria (algunos, inclusive, eran analfabetos digitales) y se carecía de materiales didácticos para esta modalidad educativa.
Ante este panorama educativo, el presidente anunció recientemente que, independientemente del color del semáforo epidemiológico, se regresará a clases el 30 de agosto. Si bien, la evidencia confirma la necesidad del regreso a clases lo antes posible, el repunte del número de contagios de la variante Delta del COVID-19 hace indispensable que este regreso sea seguro, por el bien de los niños, el personal escolar y las familias. Sin embargo, no parece que el SEN esté preparado para un regreso seguro. Por ello, lo primero que hizo la titular de la SEP fue responsabilizar a los padres de familia de un eventual contagio de sus hijos en las escuelas; propuesta que tuvo que retirar por la masiva protesta de la sociedad. Una segunda iniciativa de la SEP fue publicar un decálogo para el regreso a clases, que se limita a una serie de acciones de sentido común para evitar el contagio, tales como: formar un comité COVID en cada escuela, traer cubrebocas, desinfectarse las manos, marcar una sana distancia, utilizar espacios abiertos, informar cuando un estudiante se contagie, etc. Si comparamos este decálogo con las 30 recomendaciones que hacen los doctores Andreu Comas García y Rafael Bojalil Parra ( https://educacion.nexos.com.mx/un-regreso-seguro-a-clases-es-posible/ ), notaremos una distancia abismal entre ambas propuestas para el regreso seguro a clases.
Por otra parte, se desconoce el protocolo a seguir por las autoridades escolares cuando se dé un contagio en la escuela. Surgen varias preguntas al respecto: ¿se cerrará toda la escuela o sólo el salón de clases?, ¿por cuánto tiempo?, ¿se exigirán pruebas PCR a todos los estudiantes para regresar?, ¿las pagará el erario público?, ¿en caso de necesitarlo, se asegurará la hospitalización de los estudiantes?, ¿en qué circunstancias se cierra una escuela completa?, ¿o una escolar? ¿por cuánto tiempo? etc. Por otro lado, no sabemos qué proporción del personal escolar está vacunado, tampoco conocemos la cantidad de docentes que no haya querido hacerlo. Sabemos que cerca de 20% de las escuelas no tiene agua ni drenaje, muchas no tienen espacios ventilados ni abiertos, muchas han sido vandalizadas. ¿Cómo se procederá en cada uno de estos casos? Finalmente, se ha dicho que el regreso a clases será voluntario y escalonado, por lo que necesariamente se utilizará un modelo híbrido o mixto; es decir, clases presenciales y a distancia al mismo tiempo.
Sin embargo, no se ha detallado cómo se implementará este modelo que resulta mucho más complejo, pues implica que un mismo docente tendrá que hacerse cargo de dos grupos de estudiantes en modalidades diferentes, de manera simultánea. Algunas escuelas privadas lo implementarán con el uso de videocámaras con sonido e internet en cada salón de clases, para que unos estudiantes estén presentes, mientras otros lo hagan en forma remota, turnándose diariamente. Pero esta solución resulta imposible para las escuelas públicas, a quienes no se les ha dado un apoyo financiero importante para atender las clases en esta nueva modalidad híbrida, como podría ser la contratación de ayudantes.
Todas estas dudas flotan en el aire, como una neblina espesa que impide ver el rumbo educativo que la nación está tomando en el peor momento de la pandemia. Navegamos a ciegas, sin información ni claridad de los problemas a los que nos enfrentaremos; eso sí, con la fantasía de siempre, de que nos irá bien (como en las Olimpiadas). Una forma muy a la mexicana de regresar a clases.
Presidente del Consejo Directivo de Métrica Educativa, A.C.
@EduardoBackhoff