Como un elemento central del Plan curricular 2022, la Secretaría de Educación Pública (SEP) acaba de publicar el texto Un libro sin recetas: para la maestra y el maestro (Fase Tres), que tiene el propósito de brindar al docente “…una teoría que acompañe la revolución que realiza en sus aulas.” El libro ha llamado mucho la atención en los medios de comunicación debido a que, en su página 26, se le sugiere a los maestros que para tomar una conciencia crítica deben leer, entre otros autores, a: Marx, Lenin, Gramsci, Marcuse, Foucault, De Sousa Santos y Lukács. Todos ellos pensadores críticos del status quo de la sociedad, del capitalismo, de la burguesía y del poder; algunos con ideologías claramente comunistas o neo marxistas.
La pregunta que algunos columnistas se hacen es si el gobierno cuatroteísta está impulsando una ideología retrógrada entre docentes, muy superada en la historia de la humanidad, y si los libros de texto se han convertido en un instrumento para ideologizar a los estudiantes mexicanos en estas corrientes autodenominadas liberadoras de las clases sociales, históricamente oprimidas por el Estado.
De principio, pienso que nada tiene de malo leer a todos los pensadores que han destacado en la historia de la humanidad, independientemente de su postura filosófica, epistemológica, religiosa o política. El problema surge cuando solo se lee a autores de una sola corriente de pensamiento, y se agrava más cuando ello se hace de manera acrítica y soterrada. Este parece ser el caso de los libros de texto para el docente pues no se sugieren lecturas de autores liberales que estén en contraposición con los que sugiere la SEP y con todos los pensadores que apoyan el desarrollo de la democracia y que están en contra del poder concentrador de los gobiernos comunistas, totalitarios y populistas.
Por otro lado, hay que decir, que las lecturas sugeridas en estos libros de texto son congruentes con lo expresado por la SEP en los Planes y Programas de Estudio 2022, donde se menciona que la Nueva Escuela Mexicana tiene como fundamento teórico las Epistemologías del Sur (De Sousa Santos) y la Pedagogía Crítica (Giroux y Freire); ambas en consonancia con algunos de los autores ya mencionados. Por ello, en el prólogo del texto se menciona a Paulo Freire como “…fuente (de) inspiración en la búsqueda de una revolución que busque la libertad de las personas y que fortalezca la comunidad”.
Si bien, como ya se dijo, es congruente el pensamiento que subyace al currículo nacional de educación básica con el de los libros de texto, llama la atención que un cambio tan radical en la ideología oficial de la SEP no se exprese con toda claridad en la narrativa de la SEP, Leticia Ramírez, ni en la del propio presidente de la República. No recuerdo haber oído a ninguno de ellos tener un posicionamiento claro de una postura marxista o comunista que defina la postura ideológica del gobierno cuatroteísta. Por ello, pareciera que el director de Materiales Educativos, Marx Arriaga, imprime su propio sesgo ideológico a la educación mexicana o, en su defecto, es el encargado de ser punta de lanza para imponer una ideología marxista en la educación mexicana, sin que ello afecte la imagen presidencial.
Por otro lado, es incongruente los puntos de partida filosóficos de la SEP con los del presidente, toda vez que éste ha declarado, en repetidas ocasiones, que su gobierno se fundamenta en el humanismo; filosofía que pone énfasis en el individuo, en sus derechos, en el desarrollo de la persona y en la vida democrática. En contraposición, los planteamientos de la SEP ponen al centro a la comunidad (de ahí, la palabra comunismo) y no al individuo (como lo propone el humanismo).
Los libros de texto de la SEP generarán una disonancia cognoscitiva en los ciudadanos y en, particular, en los docentes, ya que dudo que la población mexicana y el magisterio deseen regresar a los tiempos de la Educación Socialista de los años treinta, cuando se crearon las normales rurales bajo una ideología socialista, que se convirtió en maoísta y que aún persiste. En pleno siglo XXI pareciera que la educación mexicana retrocede y mira al pasado, en lugar de avanzar y mirar al futuro. Habría que pedirle al presidente que tome una postura al respecto: ¿marxismo o humanismo?, ya que ambas posturas son antagónicas e irreconciliables.
Finalmente, el Libro “sin recetas”, pareciera lo contrario; un recetario de ideología marxista que no admite otras visiones y que, por lo tanto, no promueve el pensamiento crítico.
@EduardoBackhoff