Acaba de publicar el periódico Reforma (en primera plana) una nota en donde se informa que, a petición de la organización Educación con Rumbo: “Un juez federal (Francisco J. Rebolledo) frenó el nuevo modelo educativo que la Secretaría de Educación Pública (SEP) lanzó como programa piloto en 960 escuelas públicas del país para el ciclo escolar 2022-2023.” Este fallo obedece, entre otras razones, a que: 1) no se han publicado los planes de estudio, 2) se desconocen los contenidos curriculares, 3) se desconoce si ya se elaboraron y autorizaron los libros de texto, 4) no se conoce la forma en que los alumnos serán evaluados y certificados, 5) los maestros no han sido capacitados para llevar a cabo este nuevo plan de estudios, 6) en el pilotaje solo participarían escuelas públicas (30 de cada entidad federativa) y 7) se estarían violentando los derechos de los estudiantes al obligarlos a participar en un “experimento” que no garantizaría su aprendizaje del grado correspondiente. Por la importancia que reviste este tema, a continuación, explico qué es un estudio piloto, cuál es su importancia y qué requisitos metodológicos debe tener para que sea válido.
Para empezar, hay que decir que los estudios piloto son muy comunes en todas las áreas de investigación y, muy en especial, en la medicina, pero también en otras disciplinas como la psicología y la educación. Podríamos decir, que un estudio piloto es una prueba en pequeña escala del funcionamiento, efectividad y efectos colaterales de un nuevo procedimiento, método o producto que se desee implementar en toda o en una sección de la población. Este es el caso de los medicamentos, que deben de ser probados experimentalmente (en animales), piloteados (en pequeña escala) y probados (a gran escala) en seres humanos, antes de ser autorizados para su uso. El principal propósito de los estudios piloto es detectar posibles problemas de implementación e instrumentación que se pueden presentar en estudios de mayor alcance, con muestras representativas de la población objetivo.
Dicho lo anterior, queda claro que el plan de la SEP para “pilotear” los nuevos planes de estudio mexicanos, adolece de muchos problemas, además de los señalados anteriormente. En principio, no tiene la intención de ser un estudio previo (de pequeña escala) para, después, realizar un estudio definitivo (de gran escala). Más bien, se trata de lo segundo; de un solo estudio donde se pone a “prueba” el conjunto del modelo educativo que, en principio, debería incluir los siguientes componentes: pertinencia del modelo curricular, viabilidad para implementar los planes y programas de estudio, eficacia de los procesos pedagógicos, suficiencia de los aprendizajes, calidad de los libros de texto y materiales didácticos, suficiencia de los tiempos de enseñanza para cada asignatura y grado escolar, y viabilidad económica.
Siendo una propuesta que busca probar en un solo estudio todo el modelo educativo, se requiere conocer de manera anticipada cuál será la metodología y procedimientos que se seguirán para evaluar de manera objetiva cada uno de sus componentes. Esto implica: conocer la manera de seleccionar a las escuelas y a los alumnos, en cada grado escolar; especificar los indicadores de procesos y resultados que se utilizarán y la forma en que se analizarán; definir el número y perfil de los especialistas que intervendrán en las diversas etapas del piloteo, y; especificar el tipo de reporte que se publicaría para dar a conocer los resultados que se obtengan del estudio.
Desgraciadamente, la SEP no ha hecho explícito su plan para “pilotear” los planes y programas de estudio y, por lo poco que se conoce, luce muy inadecuado, empezando por el sesgo de la muestra de escuelas y estudiantes seleccionados que, al no considerar a las escuelas del sector privado, no podrá ser representativa del país. Habría que analizar si se consideran, o no, en la muestra estudiante de otros tipos de servicios educativos, tales como las escuelas indígenas, multigrado y técnicas. En estas condiciones, el estudio “piloto” de la SEP no podrá proporcionar información confiable para determinar, la pertinencia, viabilidad y suficiencia del modelo educativo; a lo más, podrá generar información sobre ciertos problemas que tengan algunos docentes y alumnos en su implementación.
Pareciera que a la SEP no le importa conocer el fondo del asunto de su modelo educativo, sino solo cuidar las apariencias y formalidad de realizar un estudio que, de antemano, sabemos que arrojará “buenos resultados” ante los ojos de las autoridades educativas, con lo cual se justificará su implementación en todo el territorio nacional a partir del ciclo escolar 2023-2024. Así, el estudio piloto se convertirá en una simulación que le saldrá muy cara al país; no solo por su debilidad metodológica, sino por el momento inoportuno en que se está realizando: después de dos años en que los estudiantes no asistieron a las escuelas y padecieron pérdidas significativas de aprendizaje.
Presidente del Consejo Directivo de Métrica Educativa, A. C.
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