Los ataques del gobierno de la 4T y, en especial, los del presidente de la República en contra de las Instituciones de Educación Superior y de los institutos de investigación de gran prestigio —como son los casos de la UNAM, el ITAM y el CIDE— a quienes se les ha acusado de conservadores y neoliberales, así como de incumplir con su obligación social de apoyar a los más desprotegidos, ha impactado a la comunidad académica del país que ha atestiguado, además, la persecución criminal de científicos, exadministradores del Conacyt y del Foro Consultivo para la Ciencia y la Tecnología. El caso más reciente y comentado en las redes sociales es la imposición del nuevo director del CIDE, que la comunidad estudiantil y académica rechazó desde un principio, tanto porque en la consulta institucional no fue favorecido, como por el proceso desaseado y opaco en el que la directora del Conacyt lo impuso.

Ante esta situación, los estudiantes del CIDE y algunos académicos, entre los que destaca el Dr. Jean Meyer, decidieron protestar públicamente, rechazando el nombramiento del nuevo director y solicitando un diálogo con la Dra. Álvarez Buylla para que se respete la libertad de cátedra y de investigación. Ante la negativa de la directora de Conacyt de tener un diálogo abierto y público, los estudiantes del CIDE decidieron irse a huelga, realizar marchas y tomar simbólicamente las instalaciones de la institución; comportamiento que se puede considerar de resiliencia social.

El concepto de resiliencia se aplica en distintos ámbitos. En el caso de las ciencias de los materiales, significa la capacidad de un material para absorber energía cuando se le deforma, volviendo a su estado original al liberarla; en el caso de la ingeniería, es la capacidad de las edificaciones y estructuras de absorber cargas físicas sin llegar a colapsarse; en computación, es la capacidad de las redes digitales de mantener un servicio a pesar de sus fallas; en la ecología, alude a la capacidad de los ecosistemas de recuperarse de las perturbaciones ambientales. El concepto también se utiliza en las ciencias sociales, en la psicología y en la educación para indicar la capacidad de las personas y de grupos de individuos de sobreponerse a condiciones económicas, biológicas o sociales adversas.

La respuesta resiliente de los estudiantes y académicos del CIDE ha sido apoyada por algunas instituciones educativas y organizaciones civiles nacionales y extranjeras. Sin embargo, éstas han sido tímidas y de poco peso social; tal es el caso del comunicado del Consejo Universitario de la UNAM que, llama, neutralmente, a resolver el problema. Posiblemente, les parezca muy poco la causa de los 500 estudiantes y 100 docentes y mucho el riesgo que representaría dar un apoyo abierto a la causa del CIDE. La condición humana, de velar primero por uno mismo, pesa mucho cuando existe la amenaza real de que el gobierno tome represalias severas contra quienes se oponen a su manera de ver el mundo. La acusación penal de los 31 científicos del Conacyt (vigente) y de los seis consejeros del INE que votaron a favor de interrumpir los preparativos de la consulta de “revocación” de mandato (suspendida), representan dos buenos ejemplos del riesgo que corren quienes opinan diferente a la 4T y al presidente.

Ante esta situación, es una obligación ciudadana apoyar abiertamente la causa de la comunidad del CIDE, que se resiste a claudicar, aunque esté sola y tenga poca fuerza. La batalla que libra se parece a la de David y Goliat: la gran fuerza de un Estado contra la debilidad de un puñado de estudiantes y docentes. Sin embargo, el resultado de esta batalla es de pronóstico reservado. No siempre el más fuerte es el que vence, sino el más astuto; en este caso, el que gane la narrativa de la opinión pública, al demostrar que le asiste la razón.

No me deja de preocupar el apoyo tímido o nulo al CIDE de las comunidades de estudiantes y de académicos de instituciones nacionales. Entiendo muy bien (aunque no la justifico) el miedo de sus autoridades por ejercer su opinión. Algo similar pasó cuando, por decisión presidencial, se abrogó la Ley del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) y con ello al Instituto, que tanto bien le había hecho a la educación del país. Ninguna institución de prestigio ni organismo autónomo se dignó (o se atrevió) a dar la cara para defender al INEE. Ahora vemos que otros institutos autónomos, de investigación y de cultura están en la palestra.

Para que no se repita esta triste historia, #YODEFIENDOALCIDE y me pongo del lado de su comunidad estudiantil y académica. Ojalá, muchos más lo hicieran, así se ganaría la narrativa pública y se dejaría un antecedente más de la fuerza que puede tener la resiliencia social en nuestro país.

Presidente de Métrica Educativa, A.C.
Twitter: @EduardoBackhoff

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